México D.F. Viernes 29 de agosto de 2003
Horacio Labastida
Contra nuestra nacionalidad
Igual que los países colonizados por los imperios del pasado -Holanda, España e Inglaterra entre los principales-, nuestro retrasado ingreso a la historia universal, a consecuencia del movimiento insurgente iniciado por Hidalgo en septiembre de 1810, hizo que nos enfrentáramos desde el principio el poderío codicioso del capitalismo desarrollado en las postrimerías del siglo xviii tanto en la patria de George Washington cuanto en Europa occidental.
ƑCuál es el perfil sine qua non del movimiento burgués que venció a las monarquías feudales del antiguo régimen? Las cosas quedaron bien precisadas a partir de las reflexiones de Karl Marx (1818-83) en su célebre El capital (tres volúmenes, 1867-94), así como en el Manifiesto comunista (1848), redactado con Federico Engels (1820-95), y en el prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política (1859). Quedaría claro entonces que el móvil de la estructura material e ideológica del sistema capitalista es la acumulación del capital como garantía de su reproducción, sin importar la moral ni las necesidades colectivas.
Así fue la circunstancia histórica en que nos encontrábamos cuando el De-creto Constitucional de Apatzingán (1814) declaró en su artículo tercero que la soberanía del pueblo es por su naturaleza impresciptible, inenajenable e indivisible. Nos institucionalizamos de este modo en una república que exigió relaciones internacionales inter pares.
Es obvia entonces nuestra oposición a las ambiciones expansivas del capitalismo del siglo xix, estimuladas en América por el destino manifiesto que James Monroe proclamó (1823), rechazando cualquier intervención europea en el continente colombiano, y perfeccionado por Teodoro Roosevelt, gobernante de 1901 a 1909.
El corolario Roosevelt buscó considerar al hemisferio zona indisputada del dominio washingtoniano al otorgarse la prerrogativa de intervenir en cualquier nación agitada por graves desórdenes, quedando a discreción de la Casa Blanca declarar o no la existencia de una flagrante agitación. En este panorama hegemónico respiraba el México independiente. Por su parte, el Estado mexicano se veía comprometido con dos tareas: propiciar el crecimiento interno y mantener incólume la soberanía, aunque sentíase rodeado por burguesías inglesas y estadunidenses necesitadas de materias primas baratas y mercados de consumo que estimularan plusvalías beneficiosas mediante préstamos e inversiones. Esta fue la atmósfera que tonificó el imperialismo expansionista con batallas aniquilantes de las comunidades indígenas del oeste y los vastos territorios del noroeste mexicano arrebatados con las guerras de Texas (1835) y la yanqui de 1846-48.
Nada cambiaría en lo sucesivo. La Enmienda Platt (1902), que despojó a la naciente república cubana de su soberanía, inauguró una nueva forma de imperialismo dominante que ahora adquiere acentos globalizadores nutridos en la ideología neoliberal del pensamiento único y el mando totalizador. La no muy novedosa estrategia del imperialismo que nos rodea sigue dos caminos: la subordinación de gobiernos y elites locales a las directrices de Washington, usando dictaduras brutales y presidencialismos autoritarios disfrazados de demócratas, o bien ocupaciones militares apuntaladas en sofisticadas tecnologías destructivas.
ƑCuál ha sido y es la situación mexicana en el panorama descrito? En la época previa a la Constitución de 1917, Santa Anna y Porfirio Díaz ejemplifican el presidencialismo servil; Morelos y Juárez son bella alegoría de la axiología nacional. Después de 1917, Obregón y Calles sujetaron a México a concesionarios petroleros, ignorando el artículo 27 de la Carta Magna. Pascual Ortiz Rubio (1930-32), junto con su secretario Genaro Estrada, redimió la soberanía al negar legitimidad al reconocimiento de gobiernos extraños, por considerarlo práctica denigrante. La llamada doctrina Estrada (27 de septiembre de 1930) es punto clave en la defensa de la personalidad nacional.
Pocos años adelante, Lázaro Cárdenas iluminó la grandeza de México al recobrar la validez moral y jurídica de la Revolución que defendieron heroicamente Madero y Emiliano Zapata. Y en los últimos 56 años hemos sufrido el deterioro de la autonomía del país al mirar cómo se sumaba al conjunto de naciones dependientes de la economía y la política de Estados Unidos. Degradación acentuada en los últimos casi tres lustros.
La economía privatizada representa un serio golpe a la riqueza nacional porque connota la entrega de la riqueza y de la fuerza de trabajo a subsidiarias extranjeras, abriendo las puertas a la quiebra del capital nacional y al sabotaje de nuestra cultura. Gobiernos ajenos a los sentimientos populares y a las aspiraciones de la sociedad burlan la educación, las artes y las ciencias al remitir sus deberes estatales.
Pero la historia muestra que la dependencia no es una caída fatal si los ciudadanos decidimos recobrar y ejercer nuestro derecho a la libertad y a la justicia, siguiendo las lecciones que nos dio la insurgencia en los albores del siglo xix. Esta es una lucha del pueblo que no concluirá hasta que la liberación sea una realidad en la historia y el principio de una convivencia no herida por las enajenaciones que nos abruman. ƑVerdad, querido lector, que así será?
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