.. | México D.F. Sábado 23 de agosto de 2003
Nueva York: cuatro semanas después (Metralla)
Eliot Weinberger
9 de octubre de 2001. Después de ordenar
el bombardeo de Afganistán el 7 de octubre, George Bush salió
al jardín a jugar con su perro y a practicar sus swings de
golf. Desde el 11 de septiembre, ha mantenido su jornada regular de trabajo
que termina a las seis de la tarde cuatro días a la semana, y a
las doce los viernes, cuando se va de fin de semana a su rancho o a su
retiro en Camp David. Nunca un presidente estadunidense enfrentado a una
crisis se había visto tan descansado.
Junto con los misiles crucero Tomahawk y las bombas
que dejaban caer las F-14, los F-16, los B-52, los
B-1 y los B-2. Estados Unidos también arrojó
treinta y siete mil quinientos paquetes de "raciones diarias humanitarias"
(una comida individual con todo y "toallitas húmedas" para limpiarse
las manos); en un país donde cuatro millones de personas se mueren
de hambre. Los paquetes contenían sandwiches de mantequilla de cacahuate
y mermelada. Los sandwiches de mantequilla de cacahuate son icónicos
para la familia Bush, Bush hijo ha declarado que son su alimento favorito.
Bush padre, poco después de ser elegido presidente, esbozó
su visión del futuro de este modo; "Necesitamos preservar Estados
Unidos como lo definió una vez un niño: el lugar más
parecido al paraíso. Con mucho sol, lugares para nadar y sandwiches
de mantequilla de cacahuate".
El nombre original de la misión, Justicia Infinita,
fue descartado cuando los clérigos musulmanes se quejaron porque
sólo Alá puede dispensar justicia infinita. El nuevo nombre,
Libertad Duradera, tenía como intención proclamar
que la libertad estadunidense dura, pero ahora significa que los afganos
deben soportar la dureza de la libertad estadunidense.
Estamos bombardeando Afganistán en represalia porque
se cree que los terroristas que atacaron el World Trade Center y el Pentágono
se ampararon y entrenaron para su misión en ese país. Hasta
ahora, no hay pruebas que así lo demuestren. No obstante, lo que
sí se ha probado es que los terroristas se ampararon y entrenaron
para su misión en Florida.
Mientras tanto, el FBI, con su característica sensibilidad
hacia el público, ha declarado que ahora existe una "certidumbre
del cien por ciento" de que habrá represalias terroristas en Estados
Unidos.
La guerra contra el terrorismo será orquestada por
el vicepresidente Cheney de la misma manera en que dirigió la guerra
del Golfo: en secreto y con el control absoluto de los medios. (Ayer, en
su conferencia de prensa, Rumsfeld, el secretario de Defensa, pidió
tres veces a los reporteros que no lo citaran, a pesar de que la conferencia
estaba siendo transmitida en vivo por CNN.) Se exagerarán los éxitos
de Estados Unidos -la guerra del Golfo hacía recordar la de 1984,
de Orwell, y sus cotidianas declaraciones triunfalistas, aunque cabe la
esperanza de que los medios informativos de Occidente, por lo menos fuera
de Estados Unidos, no permitirán que se les engañe otra vez.
Lo que ha cambiado desde la guerra del Golfo es el ascenso de Internet
como fuente de información opositora instantánea. Está
por verse si los talibanes tienen la astucia mediática para allegarse
la compasión del mundo exagerando sus bajas, o si se obstinarán
en el machismo de fingir que no han sufrido daños en absoluto.
Hay algo más, yo conocía a dos personas que
murieron el 11 de septiembre; muchas otras eran amigas de amigos. Hasta
ahora, ella y otros seis mil más han sido las víctimas inocentes
de un crimen de proporciones inconcebibles. Pero, mientras veía
las imágenes de las manifestaciones alrededor del mundo, me di cuenta
de que, en la muerte, esas personas han sido transformadas en algo más.
Ahora son bajas de guerra, número en un creciente recuento de cadáveres,
tan anónimos como los afganos que morirán en los bombardeos
estadunidenses. No son ya víctimas de un asesinato; a partir de
hoy serán tenidas, en ambos bandos, por gente sacrificada en pro
de una causa. Al vengar sus muertes con más muertes, Bush y Cheney
y Rumsfeld y Rice y Powell están asesinando la identidad y, sobre
todo, la inocencia de nuestros muertos mientras ellos asesinan en el extranjero.
|