México D.F. Viernes 22 de agosto de 2003
Las atletas deben sacrificar mucho tiempo en
los entrenamientos
Abuelos y esposos, el principal respaldo de las madres
que se dedican al deporte
Durante casi una década, Nora Leticia Rocha sólo
visitaba a su hija en Culiacán
ABRIL DEL RIO /II Y ULTIMA
Como todas las madres, cuyo trabajo demanda lapsos prolongados
e indefinidos lejos de sus hijos, las deportistas son asistidas principalmente
por abuelas, abuelos y en algunos casos por los esposos, quienes cubren
esas ausencias con cuidados y educación para los pequeños.
"Es difícil combinar el trabajo con la maternidad.
A mi hijo lo tengo que dejar con mi mamá cuando entreno o me voy
de campamento o compito. Cuando regreso mi niño quiere jugar, tiene
mucha energía y a veces termino un poco cansada, así que
saco fuerza de donde sea para estar con él y atenderlo", comenta
sonriente Adriana Fernández.
No obstante, la atleta afirma que si el pequeño
Daniel, de poco menos de dos años, le propone jugar a las escondidas,
a los carritos, a las correteadas, aun al terminar las agotadoras jornadas
que empiezan desde el amanecer en algún bosque aledaño a
esta ciudad y se extienden con otras sesiones de entrenamiento hasta culminar
el día, "lo hago con mucho gusto, porque quiero darle la mejor atención".
Y es que Adriana se siente afortunada de tener a su hijo
cerca. Reconoce los sacrificios de compañeras que se han visto obligadas
a separarse de sus pequeños, como es el caso de la también
fondista Nora Leticia Rocha, la coahuilense que se inició en el
atletismo impulsada por problemas físicos al término de su
embarazo y después esto se convirtió en un medio de subsistencia.
"Ella sí que la pasaba mal. A veces, en algunas
competencias, llegó a pasar noches en terminales de autobuses para
ahorrarse el hotel y reunir más dinero para su hija", comenta Adriana.
Nora Leticia, subcampeona en 5 mil metros Panamericanos,
relata: "Fue difícil porque vine a México cuando mi hija
tenía ocho años. Tuve que dejarla con mi mamá, que
me ayudó muchísimo. Hace apenas un año está
conmigo, ahora tiene 18 y va a entrar a la universidad".
Recomendación médica
La
corredora de 34 años recuerda cómo llegó al atletismo:
"El doctor me recomendó caminar, trotar. Me sentía mal después
de que tuve a mi bebé y así empezó mi historia en
las carreras. Me empezó a ir bien y me animé a venir a México
para seguir entrenando ya en forma".
La atleta descubrió que los fondistas con talento
podían ganar premios con cierta frecuencia en las carreras callejeras
y tomó la opción, aunque esto implicaba largos desplazamientos.
"Es cierto, fueron muchas cosas difíciles porque
de repente me tocaba ir a Monterrey y me quedaba ahí en la central,
corría temprano y me regresaba a mi casa. Ya aquí (en México),
iba a ver a mi hija casi cada 15 días, en los autobuses más
económicos. Fue muy duro, pero valió la pena y ahora estamos
tranquilas.
"El atletismo fue un medio de subsistencia porque me quedé
sola con mi hija y fue bien difícil salir adelante, enfrentar situaciones
económicas", comenta la atleta, que también dice convencida:
"ahora es distinto; he hecho grandes cosas dentro del atletismo tanto en
ruta como en pista".
No obstante, revela que para su hija "también fue
difícil desde el divorcio, que no estuve con ella, pero al final
de cuentas está bien, es una excelente estudiante y ve las cosas
diferentes".
Campeona panamericana en 10 mil metros en Winnipeg 99,
entre otros logros, Nora Leticia afirma que si bien el deporte es demandante,
"disfruto la maternidad e incluso pienso tener otro hijo, porque es algo
que quiero volver a vivir".
Victoria Palacios, campeona en 10 kilómetros de
marcha, vive prácticamente lejos de José Daniel, de siete
años, pues el pequeño pasó los últimos cinco
años con los abuelos paternos en San Luis Potosí, y hace
dos semanas se mudó con ellos a su natal Tlaxcala.
"Estoy muy feliz porque ahora estaremos más cerca
para ir a verlo y si no podemos, mis papás lo traerán los
fines de semana", dice la andarina, quien combina los entrenamientos con
la atención esporádica de un negocio de alimentos cerca del
Centro Deportivo Olímpico Mexicano.
Distinto es el caso de Rosario Sánchez, la única
marchista mujer en una dinastía de hermanos, 17, que la mayoría
ha practicado esa disciplina.
Rosario, quien se colgó la plata en la prueba panamericana,
"no para en todo el día", afirma su esposo Nicolás Jiménez,
quien se turna con sus suegros en los cuidados de Pamela, de seis años,
cuando la marchista viaja a campamentos o competencias.
Orgulloso de la atleta, Nicolás relata que Rosario
se levanta hacia las 5 de la mañana para realizar la práctica
matutina en algún bosque aledaño.
"Casi siempre regresa a tiempo para ir por Pamela a la
escuela. Por la tarde hace el segundo entrenamiento; en la noche está
con la nena, la ayuda en sus tareas, y en los ratos libres hace comida,
limpieza de la casa o lo que haga falta. Nunca para. Es increíble",
expresó el ex marchista.
En definitiva es en el atletismo donde se extendió
la epidemia de madres que brillaron en Santo Domingo 2003.
La saltadora Romary Rifka y el velocista Alejandro Cárdenas
se convirtieron en padres de una pequeño hace un año y cuatro
meses. Dos meses después la velocista Mayra González y el
ex clavadista Eduardo Rueda también festejaron la llegada de su
primogénito y se sumaron a la lista de parejas de deportistas, por
ahora no muy extendida, que se integran en familias.
A las atletas se les puede ver en la pista del CDOM durante
toda la mañana, y mientras Cárdenas, alejado de las competencias,
un poco entrena y un poco asesora a su esposa, Rueda se ha concentrado
en su nueva labor al frente de la comisión de clavados.
Las atletas y sus familias, desde luego, sueñan
con que los pequeños seguirán en el camino del deporte.
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