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México D.F. Lunes 18 de agosto de 2003

Héctor Tamayo

Oventic

Mientras todavía se formulaban lamentables balances electorales por parte de los partidos políticos, que no podían ocultar el fracaso que para la clase política en su conjunto representó la marginación, en muy buena medida voluntaria y consciente, de 60 por ciento de los votantes el pasado 6 de julio, empezaron a publicarse en La Jornada las estelas zapatistas.

La reaparición del EZLN no podía ser más oportuna. Los zapatistas colocaban, una vez más, la cuestión indígena en el lugar que le corresponde en la agenda nacional, como uno de los problemas fundamentales del país.

En los últimos dos años, el gobierno, los partidos políticos y los medios, como en tantos otros casos, han pretendido creer y hacernos creer que con sólo mirar hacia otra parte los problemas desaparecen. Pareciera ser que los senadores Manuel Barlett y Diego Fernández de Cevallos, reconocidos expertos en triquiñuelas de todo tipo e improvisados especialistas en el conocimiento de las raíces más profundas de la nacionalidad mexicana, encontraron la fórmula que resolvió per secula seculorum el ancestral problema de la marginación y discriminación indígenas.

Imposible olvidar que en esta noble y criollísima tarea, los senadores mencionados contaron con la colaboración de todos los senadores perredistas, quienes votaron en favor de la fórmula Barlett-Cevallos, aun cuando sus correligionarios diputados optaron por el voto en contra. Es decir, frente a la formulación PRI-PAN, el PRD no estuvo ni a favor ni en contra, sino todo lo contrario. O como bien y claro dijo el sábado pasado en Oventic, la comandanta Esther: los tres partidos "se pusieron de acuerdo para negarnos nuestros derechos porque no aprobaron la ley de los derechos y la cultura indígenas".

(Sería deseable que en el próximo debate interno al que se ve obligado el PRD por la renuncia de su dirigenta se pusiera en primer plano la ubicación de esta formación política respecto al zapatismo y, en general, respecto a los múltiples movimientos sociales existentes y por existir en México. Por su propia sobrevivencia, parece necesario ir más lejos del mero recuento del número de diputados que se obtienen en cada elección federal.)

Pero volvamos a nuestra historia. La ley Barlett-Cevallos fue aprobada por la mayoría de los congresos de cada uno de los estados. Fue así como el señor de las botas pudo culminar el festín. El hombre de los 15 minutos, el del hoy-hoy-hoy y el ya-ya-ya, el del Ƒy yo por qué?; el hombre que hoy parece no querer gobernar y que en su toma de posesión hizo suya la ley Cocopa negociada y consensada por las partes (el Estado mexicano y el EZLN); el que no se molestó en formular un solo argumento en favor de "su" propuesta, promulgó como Presidente de la República la ley antindígena el 14 de agosto de 2001.

Ahora, los zapatistas vuelven al escenario político nacional y šde qué manera! El sub Marcos suscribe las estelas como vocero, por última ocasión, del movimiento civil, pero los anfitriones y protagonistas del evento político realizado en Oventic el pasado fin de semana para inaugurar los Caracoles son los indios.

Son Esther, Rosalinda, Javier, Moisés, Tacho, David y los demás comandantes. Son los delegados elegidos por sus comunidades para formar la junta de buen gobierno con sede en Oventic (otro tanto, aunque sin reflectores, ocurrió en las sedes de Roberto Barrios, La Realidad, La Garrucha y Morelia), que habrá de coordinar el funcionamiento de los municipios autónomos de los Altos: San Juan de la Libertad, San Andrés Sakamchén de los Pobres, San Pedro Polhó, Santa Catarina, Magdalenas La Paz, Dieciséis de Febrero y San Juan Apóstol Cancuc.

Las nuevas instituciones que crean los indios están al margen de la ley de los criollos y se apegan a la ley Cocopa basada en los acuerdos de San Andrés Sakamchén de los Pobres. Los movimientos que realiza el zapatismo implican un nuevo ejercicio de imaginación política de una lógica y coherencia impecables. La capacidad de replantear los objetivos esenciales en coyunturas diferentes, haciendo avanzar estos objetivos en las circunstancias más adversas, sorprende y desconcierta a una clase política cada vez más impotente para enfrentar los grandes problemas nacionales.

Tres gobiernos presididos por la lógica de la defensa a ultranza de la globalización capitalista no han podido aniquilar el levantamiento indígena del primero de enero de 1994. El cerco militar que se estrecha y la saturación mediática con las sinrazones del autoritarismo y el racismo han fracasado hasta el momento. Hoy cabe preguntarse: Ƒdónde está el México bronco? ƑEn el gobierno de los criollos o en el que van construyendo los indios?

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