El títere malcriado

Cuenta la leyenda que hace algunos años varios títeres estaban acomodados en una repisa del Museo Nacional de Títeres (Munati), en Huamantla. Uno de ellos siempre amanecía tirado en el suelo, porque entonces no estaban protegidos por vitrinas. Se contrató vigilancia extra creyendo que podría ser obras de algún travieso, pero seguía ocurriendo el mismo suceso: por las mañanas el títere estaba en el suelo. Durante varios días se repitió la situación hasta que la entonces directora del recinto, Raquel Bárcena, tomó al muñeco entre sus manos y le dio una suave reprimenda. El títere no regresó al piso nunca más.

Como ésta existen otras leyendas y anécdotas alrededor de los títeres, y sobre todo de los que pertenecieron a la Compañía Nacional de Autómatas Hermanos Rosete Aranda, fundada en 1835. Durante el siglo que los títeres de esta empresa dieron funciones viajaron por todo el país, en una época en la que no había carreteras. Transportaban todo su equipo en carretas, mulas o caballos, y lo mismo ofrecían sus espectáculos en teatros de la ciudad de México, Guadalajara, Guanajuato o Querétaro, que en pequeños pueblos y rancherías.

Los títeres de los Rosete Aranda se presentaron ante personajes como Benito Juárez, Antonio López de Santa Anna, Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Manuel Gutiérrez Nájera, Guillermo Prieto e Ignacio Manuel Altamirano.

La compañía tenía un repertorio que les permitiría dar cinco funciones diarias durante un mes sin repetir la obra. Un inventario de 1912 da cuenta de más de 5 mil marionetas, pero ese número bien podría haber llegado a 6 mil, de acuerdo con Armando Rosete, director de la Fundación Museo Nacional del Títere Rosete Aranda.

La compañía como tal dio su última función en 1940 en el teatro Rivera, de Huamantla. Después Francisco Rosete Aranda (1909-1990) vendió los títeres y la razón social del grupo a la familia Espinal.

El día de la venta, Armando Rosete era un niño y aprovechando un descuido del nuevo dueño logró sacar decenas de pequeños muñecos en sus manos, entre ellos los soldados que pueden verse estos días en el Munati, que también alberga títeres de Asia, Europa y América, incluyendo una sala dedicada a títeres prehispánicos. ERICKA MONTAÑO GARFIAS