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México D.F. Domingo 17 de agosto de 2003
Angeles González Gamio
Hace 50 años
Entonces simplemente "el centro", el ahora llamado Centro Histórico, hace medio siglo aún era la sede del barrio universitario. Añejos y bellos edificios albergaban las facultades y escuelas. Derecho ocupaba el que fuera convento de Santa Catalina de Siena, donde por cierto estuvo presa varios años la valerosa Josefa Ortiz de Domínguez. Los médicos ocupaban el antiguo Palacio de la Inquisición y se reunían a tomar un copetín al otro lado de la Plaza de Santo Domingo, en la cantina La Puerta del Sol, bautizada por los incipientes galenos como "la policlínica", donde todavía se degusta buena botana.
La Facultad de Ingeniería tenía su maravilloso Palacio de Minería, que les diseñó especialmente para ese uso el extraordinario escultor y arquitecto Manuel Tolsá, cuando aún se llamaba Real Colegio de Minas. Los economistas ocupaban una hermosa mansión decimonónica ubicada en la calle de Cuba y echaban novio con las jóvenes que estudiaban odontología en un elegante edificio de la calle Licenciado Verdad. La mayoría de los estudiantes habían cursado la preparatoria en el soberbio edificio que albergó al Colegio de San Ildefonso, en esa época ya decorado con murales de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, entre otros.
En esos años lo verdaderamente importante pasaba en "el centro". En los cafés se reunían los escritores, periodistas, críticos, artistas y vagos con aspiraciones intelectuales. El ambiente en el Café de París, situado en la avenida 5 de Mayo, inspiró al literato Max Aub para escribir uno de sus célebres cuentos. El Tupinamaba y el café La Blanca -que todavía existe- eran sitios cotidianos de reunión de los refugiados españoles, que según decía el chascarrillo se acabaron el dedo al golpearlo en la mesa afirmando: "šeste año cae Franco!"
Favorito del poeta español León Felipe era el café Sorrento, que se encontraba en los alrededores de la Alameda; como lo era de Fidel Castro, entonces un joven aspirante a revolucionario, el café La Habana, que hasta la fecha funciona en su vieja sede de Bucareli y Morelos.
Los empresarios y socialites iban a los bares de moda en los hoteles Reforma, Regis, Del Prado y Ritz. En estos dos últimos, Diego Rivera y Miguel Covarrubias pintaron murales. El de Rivera, Sueño de una tarde dominical en la Alameda, en el hotel Del Prado, causó escándalo por la frase: "Dios no existe", que mostraba en un papel en la mano Ignacio Ramírez, El Nigromante. Ello motivó marchas indignadas de católicos y la cobertura del magnífico mural, hasta que Diego aceptó cambiar la frase por: "Academia de Letrán 1836". Ahora se puede admirar en su propio museo, situado en la Plaza de la Solidaridad.
El hotel Ritz en la señorial avenida Madero, contrató a Miguel Covarrubias para que pintara un mural en el bar, sitio de moda en las décadas 40 y 50 del siglo XX. El polifacético artista, autor también de importantes documentales que filmó en Bali y en el istmo de Tehuantepec, realizó un mural deslumbrante titulado Una tarde de domingo en Xochimilco, que representa una clásica trajinera con personajes pintorescos, rodeada de canoas con vendedoras de flores y verduras.
Esta mexicanísima e importante obra de arte ha quedado en el corazón de un Vips, tras la desaparición del famoso bar del Ritz, en 1998, y ahora sus dueños lo han puesto a la venta al mejor postor, así es que corre el peligro de que lo compre un extranjero y quede un fotomural como triste recordatorio de nuestra falta de sensibilidad y amor. Confiamos que el Conaculta no permita que ello suceda. Como ya se ha mencionado, quedaría magníficamente en el Museo Nacional de Arte Popular, que pronto estará acondicionado.
Además se sumaría al mapa-mural que pintó en 1950 el también conocido como El Chamaco Covarrubias, en el interior del antiguo templo de Corpus Christi, que alojaba al Museo Nacional de Artes e Industrias Populares, que se dice va a ser trasladado al nuevo museo.
Hay muchísimo que recordar de esa época de la ciudad de México y el mejor camino es leer la extraordinaria crónica de Carlos Monsiváis titulada Hace cincuenta años: al filo del agua de la modernidad, que se publica en el segundo número de la revista A pie. Crónicas de la ciudad de México, que puede encontrar en las librerías Gandhi, Parnaso, Polanco, Madero, Fondo de Cultura Económica y de Sanborns. [email protected]
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