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México D.F. Domingo 17 de agosto de 2003
Guillermo Almeyra /III y último
EZLN: un viraje importante
La clave política y económica para sostener
los municipios autónomos en Chiapas y reducir en ellos el impacto
del mercado, que los diferencia entre sí e internamente, es la unidad
de acción del zapatismo indígena con las otras experiencias
y tendencias existentes en el mundo indio y con el movimiento campesino
-tal cual éste es- en una acción de carácter nacional
por un proyecto económico y social común, con objetivos concretos,
viables si una movilización lograse imponerlos. En una palabra,
un frente social que tenga una política alternativa y pueda agrupar
detrás de otro proyecto de país a los diversos sectores que
sufren hoy las consecuencias del sometimiento a la política neoliberal
impuesta por el capital financiero internacional (desde los estudiantes
a los cafetaleros, desde los deudores agrupados en El Barzón hasta
los maiceros y sorgueros del norte, desde los jornaleros y campesinos sin
tierra obligados a emigrar hasta los comuneros y ejidatarios de todo el
país y los desocupados disfrazados del empleo "informal").
La convocatoria del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) para el 8 de agosto, día dedel natalicio de Zapata,
coincidió con la movilización para ese mismo día resuelta
por El campo no aguanta más y estableció, de hecho, un principio
de alianza entre un sector importante de los campesinos -hasta ahora ninguneado
por el zapatismo, que creía que era un mero instrumento electoral-
y un sector del movimiento indígena, ambos con poder de atracción
sobre capas urbanas. Esa confederación de movimientos sociales podría
ser un eje para reanimar sectores sindicales o del movimiento obrero y
también a parte de los intelectuales, que ahora están a la
deriva, y para influir sobre la base social del Partido de la Revolución
Democrática. Al mismo tiempo, ese acercamiento permitiría
discutir mejor, sin sectarismos ni exclusiones, las propuestas y objetivos,
para eliminar del programa de El campo no aguanta más las ilusiones
sobre la posibilidad de poner parches al sistema y para construir la unidad
del movimiento indígena y sacarlo del actual atolladero, dándole
una firme base nacional y social e inscribiéndolo en otro proyecto
de país. En este terreno la experiencia de la larga lucha de los
indígenas ecuatorianos, con sus puntos fuertes y sus errores, ha
sido muy poco utilizada, aunque es muy útil para la construcción
de un movimiento nacional alternativo.
En el contexto anterior se inscribe la tan necesaria discusión
nacional sobre qué es la autonomía y cómo ejercer
la democracia municipal y las autonomías regionales, discusión
que no puede quedar ni en el marco estrecho de la cuestión indígena
ni en en el de los acuerdos de San Andrés, que son resultado de
un compromiso inestable. La autonomía regional y la existencia de
municipios libres reales como base del orden político nacional,
o sea, una "descentralización centralizada" y un verdadero federalismo,
una democracia ejercida desde el territorio, deben ser en cambio bandera
para todos, urbanos o rurales, indígenas, mestizos o criollos, pues
nadie es ciudadano si en su barrio o colonia es mero objeto de decisiones
de un poder sin control alguno.
La nueva apertura del EZLN carece sin embargo aún
de instrumentos. La revista "flanqueadora" Rebeldía, que
fue en un momento instrumento del Frente Zapatista de Liberación
Nacional (no del EZLN), para bien de todos ha mejorado su contenido. Pero
lo que aún se necesita realmente es un órgano que, aparte
de tener mayor nivel teórico y cultural y de abrir una ventana al
mundo, funcione como foro plural, abierto a todos los que luchan en defensa
del zapatismo y de las causas populares y que sirva para intercambiar ideas.
El zapatismo y la izquierda (si es que este calificativo todavía
dice algo), necesitan urgentemente una revista en la que se debatan los
procesos importantes de la vida nacional e internacional sin prejuicios,
retardos ni sectarismos (como las descalificaciones a El campo no aguanta
más como si fuera mero movimiento de grillos electorales
sin base alguna o como el año de retraso para tomar distancia de
la apreciación de que el interesante pero polémico libro
de John Holloway expresaba la visión zapatista). El combate por
las ideas es fundamental para dar horizontes, para elevar el nivel de los
nuevos cuadros de base, para crear entre los estudiantes un sector que
aprenda a analizar, a hacer política, a apoyar sus acciones en la
teoría, a conocer el país y la realidad mundial para transformarlos.
La discusión ayudaría también a pasar de un bien intencionado
pero vago internacionalismo, basado en el apoyo de movimientos y personalidades
extranjeras (con quienes no hay discusión) y en la solidaridad con
las luchas en otros países, a una comprensión real de la
fase mundial actual y de los problemas que esas luchas plantean, para intervenir
en ellas con ideas y sacar de ellas experiencias. En la mundialización
dirigida por el capital financiero la ruptura de una visión localista
y provinciana es la condición esencial para dar mayores perspectivas
de éxito a la lucha local con una visión global, para que
se proyecte al mundo.
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