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México D.F. Domingo 17 de agosto de 2003

Juan Saldaña /I

Medio ambiente: historia sin fin

El pasado 11 de julio de 2001 (han transcurrido más de dos años), el titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Víctor Lichtinger, expuso ante representantes de los tres niveles de gobierno encabezados por el presidente Vicente Fox una ponencia singular que puso en marcha la que entonces denominó Cruzada Nacional por un México Limpio.

No he podido encontrar documento que de mejor manera exprese el sentido y dirección de la lucha oficial contra la contaminación, que de manera expresa y directa propuso en aquella ocasión el secretario Lichtinger.

Afirmó don Víctor, en cifras de aquellos momentos y como ejemplo de la magnitud de nuestros problemas ambientales, sólo por lo que toca a la basura que, cada mexicano "genera en promedio 860 gramos de basura diaria". Y que ello no constituye "ni la mitad de lo que se genera en Estados Unidos y Europa; sin embargo, sólo 32 por ciento de los residuos que generamos en nuestras casas y negocios se recolecta oportunamente y se dispone a reciclar de manera segura. El resto, 57 mil toneladas diarias de basura, a escala nacional, queda en tiraderos a cielo abierto o disperso libremente en el ambiente. Esto significa que cada dos semanas estaríamos llenando hasta el borde el estadio Azteca con los residuos que no son depositados en sitios controlados".

El muy ilustrativo parangón del secretario no puede menos que causarnos una crisis nerviosa y la zozobra correspondiente a la conciencia de los avances mínimos logrados por nuestro país en la lucha contra esta maldición bíblica rediviva que constituye la contaminación ambiental.

Estoy perfectamente consciente de la cantidad de vueltas que los mexicanos le hemos dado al problema ambiental. Conozco, aunque sea por afuera, el inventario largo y prolijo de las medidas gubernamentales puestas en marcha, antes y después de Fox, para "prevenir" e inclusive para "combatir" las peores consecuencias del deterioro ambiental. Ríos de tinta han corrido sobre el tema. Cada administración ensaya organigramas y esquemas administrativos para la atención del problema.

Continuando con este Apocalipsis de la contaminación, el propio secretario Lichtinger afirmaba que en México "tenemos un déficit de 68 por ciento en infraestructura moderna y adecuada para la separación, recolección, transporte, tratamiento, reciclaje y disposición final segura de residuos municipales".

Se ha detectado, continuaba el secretario, "que en 21 estados del país existen 124 sitios abandonados que están contaminados con residuos peligrosos. En ellos se estima que existe un volumen aproximado cercano a 33 millones de toneladas de dichos residuos. Siguiendo el ejemplo del estadio Azteca, el volumen de residuos peligrosos abandonados en el país puede llenar 34 veces al coloso de Santa Ursula; sin contar con los daños que este tipo de materiales provoca a salud humana y al ambiente".

Estas breves pinceladas que se aproximan apenas a la cabal descripción de sólo un aspecto del problema ambiental sirven para medir no solamente la magnitud espantable del asunto, sino también la dimensión de las acciones que la sociedad mexicana debe continuar o iniciar, en su caso, para conjurar las peores consecuencias de la hipercontaminación que enfrentamos,.

Que es un asunto del gobierno, no cabe duda. Pero tampoco puede sorprendernos a cada mexicano que se nos achaque la irresponsabilidad endémica frente al problema de que nuestra conducta cotidiana es indudable ejemplo.

Que debe existir en el corazón mismo de nuestros procesos educativos la orientación ambientalista, no existe duda.

Que día con día la sociedad mexicana debe disponer de más y mejores instrumentos para luchar contra la contaminación, resulta evidente.

Que el gobierno en sus tres vertientes: federal, estatal y municipal, debe trabajar a fondo en el problema, es obvio.

Que pueden advertirse resultados, tenues frente a la magnitud del problema, pero resultados al fin, también es cierto.

Pero, la duda sempiterna nos corroe. Los mexicanos como sociedad. Nuestra comunidad nacional. ¿Habrá asumido el carácter de emergencia nacional que nuestro ambiente ofrece?

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