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México D.F. Sábado 16 de agosto de 2003

Juan Arturo Brennan

Jóvenes músicos adultos

El pasado miércoles culminó en Bellas Artes la extensa, agotadora y productiva gira de la Orquesta Juvenil de las Américas (OJA), iniciada el 19 de julio en Costa Rica y que incluyó casi una veintena de conciertos en escenarios diversos de ocho países latinoamericanos. El éxito musical del concierto de esa noche constituyó una demostración palpable de que estos proyectos de desarrollo musical entre la juventud son perfectamente viables, siempre y cuando los objetivos artísticos sean claros y, sobre todo, tengan prioridad sobre consideraciones oficialistas, burocráticas y coyunturales. Para empezar, mucho hay que agradecer a la Orquesta Juvenil de las Américas el haberse presentado en Bellas Artes con un programa serio y sólido, exigente y complejo, amplio y diverso. Esto, en notable contraste con numerosas orquestas extranjeras que nos han visitado recientemente para ofrecernos lo mejor y más selecto del lugar común. Así, en vez de un binomio Schumann-Chaikovski o de un tutti frutti de Rossini, Bizet, Liszt, Rimski y Verdi, la joven orquesta americana propuso un programa conformado por sendas obras de Barber, Ginastera, Villa-Lobos, y dos de los complejos poemas sinfónicos de Richard Strauss. A lo largo y ancho de este exigente repertorio, dirigido con solidez y energía por Christopher Wilkins, el conjunto demostró una notable profundidad técnica, una buena disciplina en el trabajo de ensamble y, sobre todo, esas cualidades elusivas e incuantificables que son el espíritu, la vitalidad, la enjundia, el gusto evidente por hacer música en grupo. Es decir, esos atributos que lamentablemente parecen estar ausentes en muchas orquestas profesionales del mundo (de manera muy importante, las nuestras) más allá de su potencial técnico.

Una de las cualidades más perceptibles en el concierto del miércoles fue la intuición de la Orquesta Juvenil de las Américas para manejar las cuestiones de balance y contraste dinámico. Por lo general, la falta de madurez de este tipo de agrupaciones tiende a producir (más allá de los logros en la técnica individual) un sonido de cierta homogeneidad; por el contrario, la orquesta demostró no solamente poseer un rango dinámico muy amplio, sino también la capacidad de aplicarlo con inteligencia según las indicaciones del director. En este sentido, Carlos Miguel Prieto (quien se encargó de dirigir nueve de los conciertos de la gira) comentó esa noche que nunca había obtenido, de ninguna de las orquestas profesionales que ha tenido bajo su batuta, los extremos dinámicos y expresivos que logró en La noche de los mayas con la Orquesta Juvenil de las Américas. Por otra parte, es notable que una orquesta de jóvenes tan jóvenes tenga ya una comprensión intuitiva y certera de las sutiles cuestiones de estilo que marcan la diferencia entre las orquestas medianas y las orquestas de primera. Así, los muchachos y muchachas de la OJA tocaron Barber (obertura a La escuela para el escándalo) con la justa combinación de lo moderno y lo neoclásico que es el sello del compositor estadunidense. Las Variaciones concertantes de Ginastera recibieron una ejecución angular, robusta y rítmicamente muy bien delineada, mientras que en los poemas sinfónicos de Strauss (Don Juan y Till Eulenspiegel) la orquesta dejó fluir con gusto todo el peso específico de la sonoridad romántica. Específicamente, tanto el director Wilkins como su joven y flexible orquesta comprendieron que Till Eulenspiegel es una obra con una importante componente humorística, y se aplicaron a destacar cada guiño, cada broma, cada sonrisa y cada carcajada de esta compleja broma musical. Asimismo, la orquesta combinó inteligentemente la robusta sonoridad con el sutil toque francés que hay en la Fantasía para saxofón de Villa-Lobos, interpretada magistralmente con un solista de lujo, el saxofonista-clarinetista Paquito D'Rivera, quien obsequió después un chôrinho de Pixinguinha con sabor a futbol y favela, y un lánguido Piazzolla con el agridulce perfume del olvido.

Si a lo largo de este muy bien logrado concierto la Orquesta Juvenil de las Américas demostró sobre todo un sólido trabajo de conjunto, las participaciones individuales no fueron menos destacadas: un oboísta y un cuarteto de cornos de gran aplomo en Don Juan; arpa, violoncello, contrabajo y clarinete de primera en las Variaciones concertantes de Ginastera. Esa noche, el público no fue ni tan numeroso ni tan estrictamente melómano como pudo haber sido; las labores de difusión pudieron haber sido más enfáticas para un concierto que resultó muy satisfactorio por varios motivos y que bien merecía una audiencia más musical y menos social.

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