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México D.F. Lunes 11 de agosto de 2003
Herrerías salió con la suya
Fiesta de valientes en el reino de cobardes
LUMBRERA CHICO
Un locutor dice de golpe al micrófono: "šTodos en San Luis Potosí!" Acto seguido entran los primeros compases de Cielo andaluz, el tema tradicional del paseíllo en la vieja Plaza México. De inmediato se oye un coro de masas que grita: "šOoooole!" Y de nuevo el hombre toma la palabra: "Sí, todos en San Luis Potosí compran en Oxxo..." Con este agudo truco publicitario, esa cadena comercial hace una burlona alusión a la prolongada falta de corridas de toros en el país debido al conflicto que artificiosamente creó Rafael Herrerías para mantener cerrado el coso de Mixcoac, tal como es ya su costumbre desde hace varios años, para eludir la responsabilidad de montar una temporada de novilladas en verano.
En 2002 el pretexto fue una controversia con la Asociación Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, por la reticencia del "empresario" a cubrir una cuota que debía a ese gremio. Ahora, en 2003, el sainete giró en torno a la suspensión de Enrique Ponce, ordenada por la delegación Benito Juárez ante el escándalo del 5 de febrero, así como la multa de 102 mil pesos que le aplicó por la misma razón a la empresa Plaza México SA.
La respuesta de Herrerías -usted bien lo sabe- se redujo a una sarta de amenazas, en las que más de una vez juró y perjuró que no reabriría el embudo de Insurgentes hasta que el Gobierno del Distrito Federal no reformara el Reglamento Taurino, quitándole todas las cláusulas que impidieran al sedicente promotor deformar las leyes de la fiesta brava para sustituirlas por una suplantación cada domingo más barata y absurda, en beneficio de los oscuros intereses políticos y comerciales de la mafia que el malhadado veterinario representa.
Lo imperdonable no es que éste hubiera llevado a la práctica su juego, como todos los años, sino que algunos periodistas "especializados", como el que esto suscribe, se tragaran el cuento y pensaran que en esta ocasión el pleito iba en serio y concluiría con la devolución de Herrerías a los corrales de la historia. Pero a medida que el verano apresura su marcha hacia el otoño y llega el tiempo de renovar el derecho de apartado y estafar una vez más a quienes lo poseen, la intransigencia del capo se desvanece y, según dijo esta semana, ya no le preocupa más la reforma reglamentaria, sino "reconciliarse" con todos los sectores de la pachanga taurina para que las novilladas, que serán muy pocas, empiecen en breve y dejen su espacio a la temporada grande, que no ofrecerá la actuación de ninguna figura española de importancia -porque esas no vendrán-, así como de ninguna figura mexicana, porque esas no existen.
Un dato que no debe pasar desapercibido es que Andrés Manuel López Obrador se opuso terminantemente a las absurdas reformas, pero no quiso enemistarse con el cacique; así que nadie -léase aficionados, toreros, ganaderos, subalternos y personalidades ciudadanas- tuvo el mínimo valor civil que se requería para poner en su sitio al déspota. Esa es la gran paradoja: la fiesta de los valientes es el reino de los cobardes. Que les aproveche y con su pan se lo coman.
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