.. | México D.F. Martes 5 de agosto de 2003
El caso Fonseca
Federico Campbell
Ciudadano de un país en el que una criminalidad anónima y política llega al extremo de asesinar por decenas a los niños de la calle, y en el que no se considera un animal sagrado al presidente de la República, Fonseca refrenda el mundo desesperado de su ficción, la miseria y la compasión de sus personajes en una suerte de lirismo despiadado que lo ha inscrito dentro de la corriente que alguien en Brasil ha denominado "brutalista".
No siempre Rubem Fonseca ha sido una figura grata para quienes detentan el poder en su país, una clase política tan costosa como parasitaria que no excluye a los militares ni a los empresarios. Durante la dictadura militar que se inauguró en 1964 y se autoaniquiló en 1984, las relaciones entre los intelectuales y el "nuevo orden" conocieron tensiones y conflictos. Bajo el gobierno del general Ernesto Geisel se censuraron cientos de películas, obras de teatro, canciones y más de 500 libros, entre ellos Feliz año nuevo, de Rubem Fonseca, en 1976. Se le entabló un juicio en el que se le acusaba de hacer una apología del crimen y la violencia y de dar un lugar en su mundo a sexualidades consideradas ilegítimas o psicopatológicas. Asaltos, robos, homicidios, corrupciones policiales y políticas, que competían con los esperpentos de la realidad cotidiana, fueron asuntos de orden obsceno para el ministro de Justicia, como puede leerse en la estupenda investigación Nos bastidores da censura, de Deonisio da Silva.
Rubem Fonseca desconfía de los escritores que se hacen propaganda. Se niega por principio (en una época en que principios no se tienen) a dar a entrevistas y a andar en los cachondeos del poder. Ni siquiera en los momentos de persecución, cuando le censuraron su libro, quiso hablar con los periodistas. Fragmento de Máscara negra, 1995 |