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México D.F. Sábado 26 de julio de 2003

El artista mexicano murió cuatro días después de haber cumplido 98 años

La Revolución marcó la pintura ''un poco siniestra'' de Gustavo Montoya

Fue discípulo de Germán Gedovius y Roberto Montenegro, entre otros

MERRY MAC MASTERS

Las escenas dramáticas, emanadas de la Revolución Mexicana, que vivió de niño, marcaron la obra del pintor Gustavo Montoya Carranco, fallecido el pasado 13 de julio, cuatro días después de haber cumplido 98 años.

Y no obstante que Montoya Carranco ''nunca pintó cosas exactamente de la Revolución" (La Jornada, 28/02/97 y 01/03/97), atribuyó al impacto del movimiento armado el hecho de que su pintura fuera ''un poco siniestra".

Inclusive es posible que la Revolución lo haya traumatizado, aunque fuera de manera inconciente: ''Sí, hay mucho de eso, porque me gustan los temas fuertes, trágicos. Se podría decir que soy de los pintores malditos".

El Museo Mural Diego Rivera inauguró una exposición antológica de Montoya el 20 de febrero de 1997 y el día 28, la Escuela Nacional de Artes Plásticas, donde el artista estudió y fue profesor, reabrió sus salas del plantel Academia de San Carlos con una muestra de 52 obras, entre pintura, collage, mixta, papel amasado a mano, encáustica, aguafuerte y dibujo.

Nacido en 1905, en la ciudad de México, Montoya ingresó a San Carlos de ''pantalón corto" a los 13 años. Retraído de naturaleza, tardó en inscribirse: ''Estuve ocho días en el patio viendo con una timidez enfermiza hasta que decidí entrar". Fue alumno de los pintores Germán Gedovius, Roberto Montenegro, Leandro Izaguirre, Mateo Herrera y Juan M. Pacheco.

A pesar de que en aquel tiempo ''todavía se copiaban yesos clásicos, cuando en Europa había una revolución tremenda del arte moderno", la academia le proporcionó un oficio ''tan pesado" que le ''estorbaba" para pintar la forma en el espacio. Montoya decía haber experimentado ''10 u 11 cambios" en su modo de pintar: ''Me disgustan los pintores que se estacionan en un modo porque venden. No pueden cambiar por miedo a fracasar".

El artista se dio cuenta que no le satisfacía lo aprendido al viajar a Europa, en 1938, como empleado del Servicio Exterior: ''Como el oficio me aplastaba, para contrarrestarlo me sujeté la mano derecha y pinté con la izquierda. De allí salió lo mío, lo mejor. Eso lo hice sin que nadie me aconsejara. Entonces, ya cogí la mano derecha otra vez, pero con otro concepto".

Inmerso en la vigilia y el ensueño

No obstante que Montoya hizo sus pininos en el arranque de la Escuela Mexicana, nunca perteneció a ''ninguna asociación o grupo de pintores". El artista se consideraba ''neurótico" desde los tres o cuatro años, en la medida que sufría ya terrores y depresiones profundas: ''Tenía ideales absurdos, tendencia marcada a los ensueños heroicos y fantasías íntimas y secretas". Luego se manifestó en él un síntoma llamado ''manía ambulatoria", que le obligaba a desplazarse de manera continua. Así nacieron las exposiciones Las calles de México y Muros. Uno de sus autorretratos lo presenta como un hombre ''muerto", tal vez en memoria de ''una etapa de enfermizas descargas anímicas, que por algún tiempo me impidieron pintar".

Amigo de Juan Rulfo, quien vio ''talento e inteligencia" en su obra, Montoya escribió lo siguiente en el catálogo de la exposición del Museo Mural Diego Rivera: "Actualmente encuentro una acentuada antipatía por mí mismo, sintiéndome a menudo inmerso en un estado de vigilia y sueño (llamado ensueño) rodeado de símbolos; ventanas tapiadas, almas muertas, barandales, rejas, muros, calles, lugares, cuadrantes, cubículos, figuras atónitas que miran hacia la nada en los balcones". Así eran los cuadros que el maestro pintaba.

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