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México D.F. Sábado 26 de julio de 2003

Luis González Souza

Alianza indígena-obrera

Rara vez escribimos sobre nuestras actividades personales. Pero acaso la tarea de los escritores comience precisamente por dejar saber a los lectores lo que hacemos y pensamos los que nos dedicamos a escribir en tribunas públicas. El hecho es que hace 15 días vivimos una gran experiencia educativa con los trabajadores cerveceros de Guadalajara, y creemos que es sin duda uno de esos casos en que vale la pena compartir con los lectores las experiencias vividas.

Varias veces hemos dicho que, a nuestro entender, vivimos una época de hipótesis, ni siquiera de tesis, y mucho menos de certezas llevadas al punto de dogmas. Uno de los dogmas más sólidos que heredamos de clásicos como Marx y Engels es el de que una alianza obrero-campesina resulta un eje indispensable para impulsar los cambios en verdad revolucionarios. Dicho dogma, no lo sabemos, puede mantener vigencia en otros países, más o menos desarrollados. Lo que sí sabemos sin duda alguna, gracias a la insurrección de 1994 de los indígenas zapatistas, es que en el México de aquí y ahora, por muy diversas razones, el motor del cambio más bien parece cifrarse en el desarrollo, sobre bases tanto de autonomía como de dignidad de los pueblos indios del país. Tal fue la sacudida nacional de dicha insurrección que a muchos nos llevó a pensar que por fin teníamos en México otra vez un sujeto histórico con la sabiduría ancestral, así como con la capacidad y la determinación necesarias, por no hablar de su autoridad moral incontestable, para promover un verdadero cambio en las injustas estructuras del país.

Pero en todo caso, si aún no aprendemos a confiar en los pueblos indios como el nuevo motor de nuestra historia, tal vez lo lograremos si los hacemos acompañar del destacamento obrero. Es decir, si promovemos la alianza y hasta la unidad, quizás no por ahora de todo el pueblo mexicano, pero sí la de los indios y la de los trabajadores de México. Perdón por la herejía, pero lo que queremos decir en resumidas cuentas es que en el México de nuestros días, sin duda alguna, el motor del cambio debe encontrarse o esperarse no en las cúpulas del poder sino en los cimientos de una buena alianza entre indígenas y obreros.

Y es eso precisamente lo que hace 15 días tuvimos el honor de testimoniar, al dar una conferencia, gracias a la invitación de la Asociación por la Unidad de Nuestra América, ante bases y dirigentes del ejemplar Sindicato Nacional Cervecero (Sección Guadalajara de la Cervecería Modelo). Con un sindicato de ese tipo, ejemplarmente desarrollado desde su fundación en 1937, vaya que sí se puede avanzar el desarrollo de la alianza indígena-obrera que aquí proponemos.

Actualmente el sindicato cervecero de la Modelo cuenta con más de 2 mil trabajadores, pero no de trabajadores comunes y corrientes, sino ejemplarmente concientizados por diversos medios, notablemente de su Instituto de Formación Sindical, creado en 1997 con un programa de tres años y un mínimo de 35 cursos, uno por mes, con duración de 20 horas cada uno. Tal es la importancia que dichos trabajadores le han encontrado a las tareas de formación (con recursos como boletines, revistas, ciclos anuales de conferencias, página web propia) que a la fecha ya cuentan con una estructura propiamente universitaria, en la que se imparten por lo pronto dos carreras (derecho e ingeniería de sistemas), aunque ya están en condiciones de impartir otras tres muy pronto (administración, contaduría y mercadotecnia). A su universidad asisten tanto los hijos de los trabajadores de la Cervecería Modelo como los trabajadores mismos, y para colmo de generosidad, cualquier ciudadano de Guadalajara que así lo desee. Estamos hablando de la Universidad del Valle de Orizaba, campus Guadalajara. Y es que paradójicamente fue dicha universidad, y no la UNAM, la que prestó incontables apoyos para hacer realidad la institución educativa de los cerveceros.

Fue en ese contexto en el que participamos con la conferencia Perspectivas mundiales después de la guerra contra Irak: Ƒnueva sociedad, es decir, una sociedad creativamente zapatista, o barbarie? Una pregunta legítima: Ƒqué tiene que hacer un humilde profesor de relaciones internacionales hablando frente a un conjunto de trabajadores cerveceros, en un rincón de la mal llamada "provincia mexicana"? Aquí es donde surge, entre muchos otros, el segundo gran logro de los cerveceros tapatíos de la empresa Modelo: es notable el espíritu internacionalista que han desarrollado. De hecho, hoy tales cerveceros son el centro, por medio de su ejemplar sindicato, de la unidad proletaria en toda América Latina, es decir, como quería José Martí, de "nuestra América".

A propósito, una felicitación y un saludo muy sinceros para los hermanos cubanos, que hoy cumplen 50 años del asalto al cuartel Moncada, epopéyico episodio con el que dio inicio formal la no menos epopéyica Revolución Cubana, sí la Cuba de Fidel, más allá de todo caudillismo y del indeseable culto a la personalidad.

Así sí, desde abajo, y con el empuje decisivo de los asalariados, podrá avanzarse la alianza indígena-obrera. Con trabajadores como los cerveceros de la Modelo y con indígenas como los zapatistas pronto podremos tener el México que la mayoría queremos, y que sin duda todos deseamos: tan soberano como digno, tan justo como próspero, un México para nada foxiano, mucho menos neopriísta. Un México nuevamente, pero simplemente revolucionario. Dan ganas de decir "amén", pero se nos pueden enojar los epígonos actuales del padre Amaro.

PD. Nos vamos a curar a Cuba. Trataremos desde ahí de continuar con esta colaboración quincenal. Conforme a la "impecable y altísima filosofía bushiana", si no renacemos... corremos el riesgo de remorir.

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