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México D.F. Jueves 24 de julio de 2003
CIUDAD JUAREZ: OPROBIO NACIONAL
Unas
horas después de que los responsables nacionales de Gobernación,
Seguridad Pública y procuración de Justicia anunciaran con
bombo y platillo en Ciudad Juárez un plan tardío, confuso
e insuficiente para reforzar la seguridad de las mujeres en esa ciudad
fronteriza, policías estatales descubrieron los cadáveres
de tres jóvenes que fueron reportadas como desaparecidas el pasado
domingo.
Cabe esperar que los secretarios de Gobernación,
Santiago Creel; Seguridad Pública, Alejandro Gertz Manero, y Desarrollo
Social, Josefina Vázquez Mota; el procu-rador Rafael Macedo de la
Concha, el gobernador Patricio Martínez, así como el procurador
de Chihuahua y el alcalde juarense, sean capaces de comprender que estos
tres nuevos homicidios representan, también, otros tantos desafíos
colocados sobre sus respectivos escritorios por los criminales que, durante
más de una década, han segado la vida de tres centenares
de mujeres en esa localidad chihuahuense sin que, hasta la hora actual,
las autoridades federales, estatales y municipales hayan sido capaces de
resolver en forma satisfactoria y creíble ni uno solo de esos crímenes.
A juzgar por las críticas formuladas al programa
gubernamental de seguridad anunciado anteayer --considerado "una tomadura
de pelo", para el cual no se tomó en cuenta a las organizaciones
de familiares de las víctimas ni siquiera para invitarlas a la presentación--,
estas tres nuevas muertes no serán saldadas con la justicia, sino
con la impunidad.
Y es que, además de las misteriosas "40 acciones"
mencionadas --pero hasta ahora no detalladas-- por Creel Miranda y del
patrullaje policiaco ofrecido por Gertz Manero, para esclarecer los asesinatos
pasados y evitar nuevos homicidios es necesario, antes que nada, sa-near
a fondo los cuerpos policiales --los municipales, los estatales y los federales--
y las instituciones encargadas de procurar e impartir justicia. Se requiere,
además, escuchar a los familiares de las víctimas, que son
quienes más lejos han llevado las investigaciones.
Es necesario, asimismo, poner de lado los evidentes y
deplorables jaloneos políticos entre la autoridad municipal, el
gobierno de Chihuahua y el Ejecutivo federal y las intrigas burocráticas
que han impedido, hasta la fecha, responder con eficacia a la imparable
masacre de mujeres jóvenes, trabajadoras y pobres en Ciudad Juárez.
La delincuencia organizada está tan segura de su
propia fortaleza y de las debilidades, incoherencias y pugnas internas
de las autoridades, que se ha dado el lujo de colocar, sobre la mesa en
la que se anunció el "Programa Integral de Seguridad para Ciudad
Juárez", tres nuevos cadáveres. Los gobiernos federal y estatal
tienen la obligación de terminar con el oprobio nacional de los
homicidios impunes de mujeres en esa ciudad, no sólo porque así
lo manda la ley y porque así lo exigen la ética y el sentido
común; no sólo por humanidad, por interés político
y por decoro, sino también para evitar que el país entero,
con su indiferencia creciente y aun su cinismo, siga volviéndose
cómplice de los asesinos.
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