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México D.F. Jueves 24 de julio de 2003
Resolver la inestabilidad en la forma de dar servicio, máximo reto de esos recintos, dice
Antes de crear una megabiblioteca se debe atender la lectura: Payeur
Con un inmueble modesto, la biblioteca pública quebequense Gabrielle Roy recibe un millón de personas al año, informa su director Se cuenta con ''una política de democratización del arte''
MONICA MATEOS-VEGA ENVIADA
Quebec, 23 de julio. El ingente reto de las grandes bibliotecas, ésas que cuentan con los más complejos adelantos tecnológicos y vastos acervos, es afrontar la inestabilidad en la forma de brindar servicio, señaló Jean Payeur, director general de la biblioteca pública quebequense Gabrielle Roy, espacio ubicado en el corazón del barrio Sain-Roch de esta ciudad que, en el contexto del programa ''bibliotecas animadas", ha conseguido que a sus instalaciones acudan un millón de personas al año.
Y no se trata de un megaedificio, sino de un inmueble de dimensiones modestas (8 mil metros cuadrados distribuidos en cuatro pisos), diseñado para seducir a grandes y chicos con su oferta cultural, agrega Payeur. Es, como otros 28 recintos de su tipo en Quebec, la biblioteca de barrio, la que cubre las necesidades específicas de los vecinos de la zona, de acuerdo con un estudio que requirió tres años de investigaciones y visitas a decenas de bibliotecas en el mundo (del ''Primer Mundo'', claro), realizado a mediados de los años 70.
Pequeño paraíso cultural
''Las megabibliotecas están bien, sí; en Vancouver tenemos la más grande, bonita y eficiente de Canadá. Pero hay que pensar en construcciones de ese tipo cuando se encuentran satisfechos los requerimientos de los barrios, cuando existe un público cautivo que ama leer, que busca el acceso a otros documentos, que tiene el hábito de la cultura", puntualiza el funcionario.
La biblioteca Gabrielle Roy es un lugar modelo que tal vez ''nunca existirá en México", afirma una pequeña usuaria. Tiene nueve años, es mexicana y durante sus vacaciones de verano en Quebec, diario acude a este recinto, acompañada por su hermano de siete años. Se quedan dos o tres horas, leen libros, escuchan música, ven videos o juegan con programas educativos en alguna computadora. Solos, pues viven cerca y además ''aquí no nos pasa nada, como en Cuautla, Morelos, donde vivimos y donde no podemos salir sin compañía a la calle", dicen mientras corretean tras el grupo de periodistas mexicanos que visita este pequeño paraíso cultural.
Las paredes de la planta baja de la biblioteca son de cristal ''para que a los transeúntes se les antoje entrar", por eso se colocan cerca de sus muros transparentes unas cuantas computadoras con acceso a Internet (uno de los servicios más solicitados), una exposición de pinturas (cada mes montan una diferente) y anaqueles con los bestsellers del momento.
Estos libros, explica Payeur, se prestan durante una semana por tres dólares, el dinero recaudado sirve para solventar los gastos que implica el préstamo gratuito del resto de acervo: unos 160 mil libros, diarios y revistas; 7 mil discos compactos; 8 mil 600 videocasetes; 700 cd-rom, y 2 mil obras de arte.
Este último acervo se ubica en el área llamada ''artoteca". Se trata de reproducciones de las pinturas y grabados de los mejores artistas quebequenses contemporáneos, así como de los grandes pintores del arte universal, y de repente se puede encontrar una que otra serigrafía o acuarela original.
Debidamente enmarcadas, el usuario puede llevarse durante dos meses hasta cinco piezas para colgarlas en las paredes de su casa, con la posibilidad de renovar el préstamo, excepto si el cuadro está reservado. Esta idea se puso en marcha en 1983, retomada de la práctica de una biblioteca rural y forma parte de lo que el director del recinto llama ''política de democratización del arte".
Un nacimiento, un libro
En general, los usuarios registrados en la biblioteca Gabrielle Roy (unos 40 mil) pueden pedir de manera gratuita hasta 10 libros por semana. El inmueble cumple con la ley que manda que cada edificio público de Québec destine 1 por ciento de su espacio a una obra de arte, por ello cuenta en el lobby con una ''lluvia de oro", diseñada por un artista local con pajas de metal dorado.
La Plaza de los Niños, que el año pasado dio servicio a 20 mil infantes, además de una pequeña sala de espectáculos, cuenta con una colección de libros infantiles en braille. Además, existe el programa Un nacimiento, un libro en el cual se inscribe a los bebés aun antes de nacer, para que sean usuarios de la biblioteca, la cual regala un libro en el momento en el que el niño nace. Hay un área especial para los pequeños de entre un mes y un año de edad.
No obstante estas que parecen ''maravillas" ante los ojos de los reporteros mexicanos, producto de un gobierno que parece vivir alrededor de sus políticas de difusión y apoyo a la cultura, Jean Payeur afirma que se encuentran ante el problema de que cada día disminuye el número de jóvenes que acude a esta biblioteca, por lo cual se trabaja ya en la renovación de sus programas de promoción. El Instituto Canadiense de Quebec, responsable del mantenimiento de las bibliotecas públicas de la ciudad, entre otras actividades culturales, dedica a sus 28 recintos un promedio de 8.3 millones de dólares anuales.
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