![]() FEDERICO II DE SICILIA Uno de los protagonistas del tempestuoso siglo XIII europeo fue el emperador Federico II de Sicilia, soberano emblemático de la Edad Media, cuyas disputas con el papado sentaron las bases para la futura separación de la Iglesia y el Estado. Federico tenía un interés tan grande en independizar su reino de la autoridad eclesiástica, que fundó su propia universidad. Una institución en la que la Iglesia no podría dictar órdenes. En la Comedia Dante lo retrata en el Infierno, en el Círculo vi, el de los herejes, en una tumba llameante. Dante no lo ve, pero habla con un aliado de Federico, Farinata degli Uberti, quien está de rodillas en dicha tumba. Como luego aparece Cavalcante dei Cavalcanti, yerno de Farinata y padre del poeta y amigo de Dante Guido Cavalcanti, Dante se da cuenta de que hay mucha gente en la fosa y pregunta quién más está allí. El espectro contesta así a la atemorizada interpelación del poeta: "Mas de mil yacen", su respuesta fue/ Federico Segundo está en el fuego,/ el Cardenal y más que callaré." Más tarde, hace su aparición en el Infierno otro poeta y además protonotario del emperador, Piero della Vigna, quien lo traicionó. Della Vigna se suicidó en prisión, golpeándose la cabeza contra el muro. Más adelante (o mejor, más abajo), Dante ve a otro cortesano de Federico, Giacomo SantAndrea, quien se supone se suicidó también después de haber malgastado su fortuna en caprichos inanes, como arrojar un montón de monedas de oro al río, porque estaba aburrido.
A Federico ii lo del frigio no le convencía. Esperaba oír una palabra dicha en un idioma con más prosapia, algunos de los cuales conocía y estudiaba: griego, latín, hebreo, o ya de perdis árabe. Los niños, de apenas semanas de nacidos, fueron encerrados con nodrizas que los alimentaban y los mantenían limpios, pero que tenían prohibido hablarles, cantarles nanas o acariciarlos. Previsiblemente, el experimento italiano fracasó ( y yo no creo en la existencia del egipcio) y los pobres niños murieron antes de decir nada. Fra Salimbene di Adam, cronista contemporáneo del soberano, se conduele con lógica medieval a veces chocante y siempre rara de que Federico empeñara tanto esfuerzo en vano. Ni una palabra acerca del horror de perder la vida de los niños. Tampoco Dante dice nada de ellos. Ni siquiera menciona el experimento. El emperador está en el círculo de los herejes por pecados que ahora no nos parecen tan graves, como la responsabilidad de causar la muerte a los bebés. Pero bueno, la Edad Media es lejana, rara, aunque sea siempre una fuente inagotable de personajes y hechos alucinantes. Una de las facetas de la personalidad versátil y extremosa de este soberano, y la que me llama la atención en estos meses antes me han interesado profundamente su sangre fría, su cólera y hasta su sentido del humor es el gran amor que sentía por sus halcones. Esta pasión medieval, que como tantas cosas tuvo sus orígenes entre los beduinos del desierto, es origen de muchas imágenes deslumbrantes de, incluso, nuestra poesía, como veremos en el próximo artículo. |