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México D.F. Martes 15 de julio de 2003

Carlos Montemayor /II y última

Un poeta de la dinastía Tang: Du Fu

La guerra es una constante en la obra de Du Fu, porque le tocó vivir hacia el año 755 la sublevación de los generales que estaban a cargo de las fronteras del Imperio, An Zu-shan y Shi Shi-min. El emperador Tan Min Huan tuvo que abandonar la capital del imperio ante el avance de los generales insurrectos. Desde la provincia de Shichuan, los hijos del emperador, Li Hen y Li lin, organizaron la lucha contra los rebeldes. Pero el emperador murió intempestivamente y los hijos comenzaron a combatir entre ellos antes de acabar con los rebeldes.

Los procesos de la leva forzosa marcaron profundamente a Du Fu. La mayoría de los poemas que recuerdan de él los chinos actuales corresponden a escenas desgarradoras de estos reclutamientos. Uno de ellos, quizá el más trágico y vertiginoso, es, como ya mencioné Alguaciles de Shihao, que describe un suceso del que Du Fu fue testigo. Shihao era un pueblo cercano a la ciudad de Ho Yan, provincia del mismo nombre, donde se estacionaban las tropas imperiales. El poema fue escrito en el año 759, cuando intentaba regresar Du Fu a su tierra natal:

Me había hospedado al anochecer en Shihao.

Los alguaciles se lanzaron esa noche
a un inesperado reclutamiento de leva.

El viejo dueño de la posada
saltó de un alto muro y se libró de la requisa,
pero su esposa, amenazada, tuvo que abrir la puerta.

Maldijéronla furiosos, y sin que su llanto lograra
suspender los insultos, balbuceó:

"Mis tres hijos fueron alistados tiempo ha
y defendieron el sitio de Shian Chou;
dos cayeron sacrificados;
del otro sólo poseo una carta.

Quiso nuestro sino que, sobrevivientes,
rezáramos por los que se fueron para siempre.

En la familia no hay más hombres que mi nieto,
cuya madre en el rincón le amamanta.

Vieja y débil soy, pero aún podría quizás servir comida en el ejército".

Entrada ya la noche, se alejaron las voces por la calle
y quedó en la casa un murmullo de amargos gemidos.

Cuando volví a reanudar mi camino, al día siguiente,
el posadero, a solas, me despedía.

El reclutamiento forzoso podía extenderse por muchos años. Si el soldado lograba sobrevivir y regresar a su aldea, podría quedar otra vez expuesto a un nuevo reclutamiento. A esta vulnerable condición se refiere otro de sus más populares poemas, Despedida de un hombre sin familia, que menciona a An Lu-shan, uno de los generales que se rebelaron contra el emperador Tan Min Huan:

Tras la rebelión de An Lu-shan
los campos quedaron yermos,
llenos de espinos y cizaña.

Los habitantes de mi aldea
tuvieron que abandonarla.

No volví a saber de ellos;
quizás murieron, pero ignoro dónde están sus restos.

En Ye Chen nuestras tropas fueron derrotadas;
logré huir y regresé a mi pueblo;
encontré las calles vacías,
su quietud vacía,
incluso el aullido iracundo de los zorros,
los primeros que encontré de mi aldea,
me parecieron vacíos.

Algunas viudas inermes
siguen viviendo allí;
también unos tristes pájaros
que buscan sus nidos.
¿Quién no anhela reconstruir su casa?

A tiempo inicié la siembra
y cada tarde regaba mi huerto.

Pero el alcalde supo de mi regreso
y me ordenó partir de nuevo al frente.

Me reincorporaron al deshecho batallón
y me arrancaron de mi casa apenas recobrada.

¿Quién cuidará de ella durante mi ausencia?

(Quizás no me importará la distancia
en el fragor del combate.)

Con amargura recuerdo
mi primer reclutamiento:
mi madre me despidió con lágrimas
y a mi vuelta
sólo encontré de ella
la huella de un foso anónimo.

Tras una vida miserable,
su última posibilidad de dicha
quedó enterrada por un lustro
de ausencia de su estúpido hijo único.

Ya no tiene a quien decirle adiós
este vulgar campesino que corre por la vida.

La guerra fue, pues, un tema constante en la vida y la poesía de Du Fu. Por ello resalta su visión sobre las finalidades de la guerra misma y sus límites necesarios. Es el caso de este poema, Filosofía del soldado, lúcido y actual:

Al tensar el arco,
ténsese muy fuerte.

Al lanzar la flecha,
láncese excedida.

Al disparar,
dispárese al caballo.

Al perseguir al enemigo,
captúrese primero al comandante.

Si de esta forma defendemos la frontera,
las bajas que causemos serán mínimas.

Si sólo detener la invasión deseamos,
¿sería justo desencadenar la matanza?
 

También fue ágil en el dibujo del paisaje, en el rápido y fulgurante paso de la mirada sobre la tierra, el invierno, la crítica social como una mirada limpia y aparentemente casual. Es el dibujo del breve poema Impresión; rasgos rápidos y sorpresivos que en otros poetas chinos celebraba Ezra Pound en sus versiones de Cathay, como los versos iniciales de The city of Choan. Leamos Impresión, de Du Fu:
 

Por el duro cierzo, las ocas salvajes emigran.
El cielo está cubierto de un denso polvo.

En los bosques y crisantemos se escucha el viento.

Los matorrales de otoño
se han secado para ser más verdes.

Sigue en la madrugada sonando
la flauta de fiesta en la gran mansión.

Pero los vecinos y labriegos se duelen
vestidos de lino en el frío noviembre.

Quizá uno de los poemas que pueden atravesar los siglos y las culturas con mayor fuerza, con un rigor extremo de la condición humana sin retórica, sin dulcificar la vida, sea éste, Melancolías múltiples:

Recuerdo que a mis quince años,
casi un niño,
pero robusto como un ternero,
trepaba a las copas de los árboles
del patio, en agosto,
al madurar la pera y el dátil.

Ahora, a mi quebrantada edad,
sobrepasados los cincuenta,
prefiero en vez de vertical
mantenerme acostado.

Sin embargo, con forzada sonrisa
recibo a mis amigos burócratas,
que me ayudan con su peculio.

Triste quedo porque me es imposible
superar las múltiples melancolías
que a mi vida rodean.

Mi casa son sólo paredes...

Mi esposa monótonamente carga
la misma tristeza...

Mi hijo, sin urbanidad alguna,
desde la puerta, soez me exige lacomida.

Du Fu, poeta del realismo clásico, dicen las historias de literatura china. Pero ante obras como la suya, ¿qué significa realismo? ¿Algo más sugerente o verdadero que la condición humana? ¿Algo diferente a nosotros mismos? Quizá nunca la gran poesía ha significado algo más que nosotros mismos.

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