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México D.F. Martes 15 de julio de 2003

APRENDER A MORIR

Hernán González g.

Testamento de Ramón Sampedro/II y último

MECANICO DE OFICIO, quien a los 20 años de edad sufrió un accidente -23 de agosto de 1968- que lesionó las vértebras cervicales, paralizándolo de brazos y piernas, Sampedro alude en el siguiente párrafo a su amiga Ramona Maneiro, una de las personas que lo asistieron en su suicidio, luego de 30 años de inmovilización:

III."PUEDEN USTEDES castigar a ese prójimo que me ha amado y fue coherente con ese amor, es decir, amándome como a sí mismo. Claro que para ello tuvo que vencer el terror sicológico a vuestra venganza -ese es todo su delito. Además de aceptar el deber moral de hacer lo que debe, es decir, lo que menos le interesa y más le duele."

SI, PUEDEN CASTIGAR, pero ustedes saben que es una simple venganza -legal pero no legítima. Ustedes saben que es una injusticia, ya que no les cabe la menor duda de que el único responsable de mis actos soy yo, y solamente yo. Pero, si a pesar de mis razones deciden ejemplarizar con el castigo atemorizador, yo les aconsejo -y ruego- que hagan lo justo: córtenle al cooperador/ra los brazos y las piernas, porque eso fue lo que de su persona he necesitado. La conciencia fue mía. Por tanto, míos han sido el acto y la intención de los hechos.

IV."SEÑORES JUECES, negar la propiedad privada de nuestro propio ser es la más grande de las mentiras culturales. Para una cultura que sacraliza la propiedad privada de las cosas -entre ellas la tierra y el agua- es una aberración negar la propiedad más privada de todas, nuestra patria y reino personal. Nuestro cuerpo, vida y conciencia. Nuestro universo."

Y CONCLUIA SAMPEDRO su perturbador legado a la sociedad: "Señores jueces, autoridades políticas y religiosas: no es que mi conciencia se halle atrapada en la deformidad de mi cuerpo atrofiado e insensible, sino en la deformidad, atrofia e insensibilidad de vuestras conciencias".

CON SU GESTO no pretendió Ramón una frívola promoción del suicidio -para escándalo del moralismo que aprueba el derecho a morir, sobre todo en guerras santas y ciertos deportes, pero rechaza que se tenga una muerte digna-, sino legitimar moralmente su suicidio asistido, luego de tres décadas de infructuosas solicitudes legales.

"SUPLICO AL JUZGADO -dictaba Sampedro desesperado- que se autorice a mi médico de cabecera a que me suministre los medicamentos necesarios para evitar el dolor, la angustia y la ansiedad que el estado en que me encuentro me produce, sin que ello pueda ser considerado, desde el punto de vista penal, como ayuda al suicidio, delito o falta alguna, al asumir plenamente por mi parte el riesgo que tal medicación podría suponer y poder así, llegado el caso, morir dignamente.

"YO NO CREO -desafiaba- que pudiera sufrir más en un infierno de lo que sufro aquí. Que me expliquen qué más castigo podrían darme en el infierno. El infierno es esto; lo que pasa es que nos dominan con el miedo a la muerte."

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