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México D.F. Martes 8 de julio de 2003

Dos custodios se han convertido en sombra de Sérpico, relata funcionario español

Rígida vigilancia a Cavallo en prisión

Ninguno de los reos puede acercarse a "abofetear o felicitar" al presunto genocida

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL

Madrid, 7 de julio. Cada movimiento de Ricardo Miguel Cavallo, el presunto represor argentino extraditado de México el pasado 29 de junio por su implicación en la represión y el genocidio perpetrados durante la dictadura militar argentina (1976-1983), está "estrechamente vigilado" en la prisión de Soto del Real, localidad situada a unos 40 kilómetros de Madrid. Sérpico, apodo que adoptó durante su condición de capitán de corbeta de la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), se ha convertido en el preso "más famoso" del sitio, ya que el resto de los reclusos le llaman lacónicamente "el militar argentino del bigote, que mató y torturó a mucha gente".

Según un funcionario público de la cárcel de Soto del Real, donde se encuentra Cavallo, la vida del ex director del Registro Nacional de Vehículos (Renave) de México transcurre en una situación "atípica" en la prisión, ya que sus horas de comida, de paseos y de visitas varían en relación con el resto de los presos, y se realizan con el mayor celo por parte de los agentes de seguridad de la prisión. Todos sus movimientos están estrechamente vigilados por dos custodios, que se han convertido en su sombra.

Baltasar Garzón, juez de la Audiencia Nacional de España, envió a Cavallo el domingo 29 de junio a la prisión de alta seguridad de Soto del Real, donde la vigilancia es una combinación de alta tecnología y un abultado cuerpo policial.

Según relató a La Jornada uno de los funcionarios públicos responsables de vigilar a Cavallo, quien por obvias razones decidió mantener el anonimato, la llegada de Sérpico a la prisión ha "alterado" el discurrir cotidiano de presos y custodios, quienes, "cuando lo ven, le llaman el militar argentino del bigote, que mató y torturó a mucha gente".

La llegada de Cavallo a la prisión madrileña ha alterado la cotidianidad de los presos de su propio "módulo", lugar acondicionado para recibir a implicados en delitos que suponen para el preso y sus acompañantes un "riesgo", ya sea porque "lo puedan matar" o porque "él mismo pueda atentar contra la vida de otro recluso", según el relato del funcionario.

Desde que Cavallo ingresó en la cárcel de alta seguridad, agregó la misma fuente, ha sido visitado por "cinco abogados distintos", de los que sólo se ha identificado a dos: el español Julio Antonio Ferrer Sama y el argentino Jorge Laspiur. No ha recibido, añadió, visitas de familiares o de miembros de la diplomacia argentina, a pesar de que se sospecha que la propia Armada Argentina financia la defensa del presunto represor y genocida.

Con la exigencia permanente de "cautela" y "discreción", el funcionario relató que desde su llegada a Soto del Real "Cavallo siempre ha estado protegido por dos personas, pues se ha convertido en el tío más famoso de la prisión, por lo que el resto de reclusos lo miran con curiosidad, pero él, al menos en los momentos en que lo hemos visto, se ha mantenido absolutamente frío y sin hablar con nadie".

En prisión, Cavallo ha tenido que convivir con los llamados reclusos "anómalos", es decir, a los que se protege con más celo por dos razones: porque los puedan matar, como sucede con los violadores o los mafiosos que podrían ser ejecutados, o porque se teme que puedan atentar contra la vida de otro preso. En el caso de Cavallo "no se sabe" por cuál de los motivos "se le mantiene aquí.

"Todos lo ven como el tío más famoso de Soto del Real, ya que dicen que han visto en la tele a ese cabrón y que es el tío que más incógnitas y dudas despierta dentro de la cárcel, ya que por su comportamiento se preguntan quién es, qué hace y, en consecuencia, tiene a todo el mundo desconcertado. Ellos no saben cómo va a actuar, qué va a hacer, si es bueno o es malo. Lo ven como una persona terrible, pero mezclado con un tema político, pero no como un preso político."

Según este testimonio, nadie podría atentar contra la integridad física de Sérpico, pues "como lo tienen tan protegido es imposible que un preso se acerque a él ni a pegarle una bofetada ni a felicitarlo".

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