México D.F. Domingo 6 de julio de 2003
El periodista y escritor chicano Rubén
Martínez preparó Cruzando la frontera
''En EU, la relación entre mexicanos y estadunidenses
también es íntima''
Los pueblos, no los gobiernos, tienen la voluntad de
mejorar la situación migratoria, afirma
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
Esta historia pudo haber ocurrido ayer, hace un mes o
el año pasado. Es, lamentablemente, una más de una larga
y trágica secuela. Ocurrió el sábado 6 de abril de
1996: por una carretera rural de California, una patrulla fronteriza persigue
a toda velocidad a una camioneta pick up con camper y vidrios
polarizados, en la que viajan apretujados 27 indocumentados mexicanos.
El pollero y conductor ha estado bebiendo alcohol
e inhalando cocaína. Enardecido, absurdamente pretende ganarle la
carrera a la patrulla. Los patrulleros aceptan el reto. Es el juego del
gato y el ratón. Al llegar a una curva, la camioneta vuelca y cae
dentro de una zanja. El saldo: ocho muertos y 19 heridos.
La noticia ocupó las primeras planas de la prensa
estadunidense y mexicana. El periodista chicano Rubén Martínez
-nacido en Los Angeles, hijo de padre mexicano y madre salvadoreña-
se encontraba por esos días en la ciudad de México. Tenía
el proyecto de escribir ''un gran tomo sobre la historia de la relación
entre México y Estados Unidos, en todos los ámbitos".
Cuando leyó la noticia del accidente se percató
de que tres de los muertos, purépechas, eran hermanos: Benjamín,
Jaime y Salvador Chávez. Habían salido de Cherán,
Michoacán, y se dirigían a Watsonville, California, para
trabajar en la cosecha de la fresa. Decidió escribir un reportaje
para una agencia de noticias de San Francisco.
Se dirigió a Cherán: ''Al llegar al pueblo
de donde provenían estos hermanos, no sólo tuve la imagen
conmovedora de esta familia que había perdido a tres de sus hijos,
sino también la de un pueblo indígena donde convivían
imágenes contrastantes, como la de la típica abuela mexicana
con su rebozo, hablando en una lengua precolombina, y a un lado un chavo
indígena también, vestido de cholo, hablando espanglish
y escuchando música rap".
Cherán, pueblo de migrantes
Lo que iba a ser un reportaje para una agencia, se convirtió
en un libro, Cruzando la frontera (Editorial Planeta), que le tomó
cuatro años y medio de trabajo. En él, Rubén Martínez
-editor asociado del Pacific News Service y autor del libro The other
side: notes from the New LA, México City and beyond- cuenta
el drama de los hermanos Chávez y ofrece ''un perfil de ese pueblo
de migrantes por excelencia". En entrevista telefónica desde Joshua
Tree, California, Martínez habla de su experiencia y comparte algunas
conclusiones.
-¿Seguir los pasos de los migrantes tuvo que ver
con la búsqueda de su propia raíz?
-Sí. Soy hijo y nieto de migrantes y todo descendiente
de migrantes mira hacia el sur añorando su pasado. La ironía
en mi caso es que, buscando mis raíces, encontré un indigenismo
tan mezclado, tan sincrético, como mi propia vida de chicano americano.
-¿Qué nos revela esta historia sobre el
tema inacabable de la migración?
-Vivimos un parteaguas en el tema de migración,
que es parte esencial de la historia entre ambos países. La cantidad
de migrantes hacia Estados Unidos en los 20 años anteriores es el
éxodo más grande en la historia moderna de México.
Por otro lado, también es una de las mayores oleadas migratorias
que ha recibido Estados Unidos en su historia. Sólo entre 1900 y
1915 Estados Unidos recibió más migrantes que en las pasadas
dos décadas. Esto refleja una etapa de cambio en todos los ámbitos.
Cuando hay éxodos de este tipo, sabiamente los dos pueblos cambian.
''También como resultado de la economía
global, los cambios son de distinta índole. Cuando en 1945 los braceros
mexicanos iban a Estados Unidos y regresaban a sus pueblos, traían
algunas influencias estadunidenses, pero de ningún modo eran las
que traen los migrantes de hoy. Ahora no sólo traen la manera en
que arman un par de frases de inglés, sino también en sus
videocaseteras, en sus discos compactos, de manera virtual mediante la
tecnología. Es a otro nivel y está cambiando la identidad
cultural de México hasta lo más profundo.
Creación de un tercer espacio
-A su vez, ¿este México está dejando
huella en la sociedad estaunidense?
-Por supuesto. Yo no digo que el México profundo
se pierde, sino que cambia y va agregando elementos nuevos. El indígena
no se agringa, sino que va creando un tercer espacio. Y en Estados
Unidos sucede lo mismo. Siguiendo los pasos de una familia de Cherán,
llegué a un pequeñísimo pueblo de Wisconsin, donde
trabajan puros mexicanos purépechas. Un día en plena calle
principal montaron la danza de Los viejitos, típica de la
cultura indígena de México. Para los purépechas era
necesario asentar una parte esencial de su cultura en su tierra y en su
pueblo adoptados.
''En este intercambio de culturas no es que el gringo
gane por tener la maquinaria de Hollywood, la industria del cine y la música;
el mexicano tiene al alcance la fuerza y el poder milenario de su cultura.
Aunque la relación es de un país poderoso y otro no, en lo
cultural siento que es de iguales. Nadie gana más que otro. Este
pueblo purépecha es un ejemplo de cómo un indígena
va explorando la cultura en la era global''.
-¿Qué espera que aporte su libro al entendimiento
de la relación entre México y Estados Unidos?
-Espero que contribuya a un diálogo a otro nivel.
El diálogo diplomático de momento está estancado.
Antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001 se hablaba mucho del
tema al más alto nivel entre Los Pinos y la Casa Blanca. Después
Bush se retiró de la mesa, porque políticamente no le convenía
hablar de abrir un poco más la frontera en tiempos de paranoia,
para que su pueblo no pensara que de repente podían llegar terroristas
disfrazados de jornaleros mexicanos. Por absurdo que parezca, así
piensa Washington en estos momentos.
''Ojalá el libro contribuya a mostrar que mexicanos
y estadunidenses también tienen una relación a escala de
vida cotidiana. Ya casi no hay migrantes que no tengan contacto continuo
con un estadunidense anglosajón. Sí, son en general relaciones
de poder, de patrón a empleado, pero también es una relación
bastante íntima. Por ejemplo, la que se da en una familia de clase
media alta de Los Angeles, donde los dos padres trabajan. ¿Quién
cuida y cría a los niños? Pues la nana de Oaxaca, la nana
de Michoacán. Esos mismos americanos puede ser que no sepan
nada de la cultura de México y menos de su cultura indígena,
pero ahí está la nana mixteca criando a sus hijos."
-Al parecer abundan las investigaciones y ensayos académicos
sobre la migración, pero hay pocos que cuenten historias de vidas
concretas. El suyo es uno de esos pocos casos. ¿Es una apreciación
correcta?
-Es cierto, desgraciadamente. Son importantes los estudios
académicos, pero faltan historias. Como periodista mi género
preferido es la crónica, porque facilita la relación íntima
entre lector y tema; porque para armar buena crónica el escritor
necesita una relación íntima con los personajes de su historia.
Yo aprendí de la escuela del nuevo periodismo estadunidense de los
años 60, que trata de reflejar la subjetividad de los personajes
de cada historia.
Mucha hipocresía y pura retórica
-¿Cuál es su reflexión sobre la nueva
y más reciente controversia por la muerte de migrantes en la caja
de un tráiler?
-Desgraciadamente es una cuestión cíclica,
porque nunca se resuelve la contradicción. No veo para el futuro
garantía de un cambio. Tenemos en la Casa Blanca un señor
que vino, por lo menos eso dijo, con la meta de un cambio en la política
sobre migración. Pero después del atentado contra las Torres
Gemelas todo eso se descarriló. El presidente Vicente Fox dice que
quería lo mismo, pero no veo voluntad política para lograr
este cambio.
''La única salida real que veo es la creación
de un nuevo programa de braceros que le daría a los trabajadores
temporales mexicanos los derechos básicos que merecen. Sería
un programa de mexicanos que trabajan en Estados Unidos legalmente.
''No es algo tan complicado, pero hoy día creo
que el problema está en Washington. Aunque me parece obvio que el
gobierno de México también tiene buena parte de la responsabilidad.
Por décadas, a los gobiernos mexicanos les ha convenido que salgan
del país millones de ciudadanos. Y también ha habido mucha
hipocresía sobre el tema de los mexicanos en Estados Unidos. Cada
vez que sucede una tragedia, como ahora la de Houston, en Los Pinos dicen
algo, ponen su queja ante la Casa Blanca, pero es pura retórica;
los consulados sólo apoyan cuando hay que mandar un muerto a México
o a tramitar un documento, pero nunca han hecho nada en términos
de realmente cuidar los derechos de los migrantes en Estados Unidos.
-¿Qué conclusiones infiere de su experiencia
al escribir Cruzando la frontera?
-De México, que es el pueblo de mi papá,
y de Estados Unidos, que es mi pueblo, aprendí cuestiones que no
esperaba. Llegué a entender a mis dos pueblos, porque los dos me
pertenecen, de una forma muchísimo más profunda. Esta es
la única razón por la que siento una gotita de optimismo:
creo que son los pueblos y no los gobiernos los que al fin y al cabo tienen
la voluntad de mejorar las cosas.
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