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México D.F. Sábado 5 de julio de 2003
Juan Arturo Brennan
Willkommen im Kabarett
La lógica indica que debí haber asistido
al espectáculo de Ute Lemper en Salón 21, que sí tiene,
en cierta medida, el espíritu del cabaret. Lo malo es que el recinto
tiene pésima acústica, pésima visibilidad, pésima
organización y pésimo servicio, de modo que no vale la pena
ni acercarse. Así, esperé hasta la última presentación
de Ute Lemper, realizada en el Teatro de la Ciudad, para descubrir una
presencia singular, magnética, poderosa y, sobre todo, de una inteligencia
escénica, musical y conceptual poco común.
Entre muchas otras virtudes del show de Ute Lemper,
destaco sobre todo una, que me parece la más importante: su dolorosa
actualidad. En varias de las canciones cantadas y en varios de los textos
citados, la excelente cantante y actriz alemana se refirió a asuntos
políticos, sociales y culturales específicos de ese oscuro
momento de la historia de su país que fue el periodo entre las dos
guerras mundiales, la tenebrosa República de Weimar.
Sin
embargo, casi todo lo dicho por Ute Lemper es perfectamente aplicable hoy,
y no sólo en Alemania. Es precisamente esa capacidad de hacer generalizaciones
trascendentes sin fronteras de tiempo y lugar lo que da al espectáculo
de Lemper una urgencia y una universalidad inusitadas. Otro inquietante
ejemplo de lo mismo está en su puntual descripción de una
ciudad sucia, corrupta, caótica, depauperada, cruel, inhumana que,
a primera vista, es la mítica Mahagonny de Brecht y Weill. Pero
es evidente que en las manos y la voz de Ute Lemper esa ciudad es Berlín
en los años 30, y es también sin duda nuestra propia Ciudad
de la Desesperanza, porque esta mujer es demasiado inteligente para venir
a decirnos lo bonita que es nuestra urbe y cuán encantada está
de visitarnos.
Por el contrario, tiene el valor y la honestidad de enfrentarnos
a algunas de nuestras peores pesadillas, extrapolando numerosos elementos
de las suyas, de las de su país, su pasado, su historia. Así,
Ute Lemper va tejiendo una historia que en realidad son muchas, dando voz
con su voz a Brecht, Brel, Bukowski, Weill, Eisler y otros profetas y cronistas
del horror urbano de nuestro tiempo.
Con un discreto pero efectivo acompañamiento de
cuatro instrumentistas, Ute Lemper, la diva de hoy, se va transformando
alternativamente en divas de otros tiempos y otros lugares, y canta impecablemente
en alemán, inglés, francés, ruso, húngaro,
yiddish, hebreo, árabe o español, dando forma a una continuidad
de teatro musical verdaderamente ecuménica. Y si todo lo que canta
tiene una urgente actualidad de tiempo y espacio, también la tiene
en cuanto a personajes. Por ejemplo, su referencia explícita al
Barón Munchausen, el Gran Maestro de la Mentira, cuyas fantasiosas
invenciones tienen su puntual paralelo en las de nuestro propio Gran Mentiroso,
ése que pregona la disminución de los pobres, el aumento
del empleo, el gobierno sin errores y nuestro sobresaliente nivel cultural
y educativo.
Todo esto indica que el espectáculo de Ute Lemper,
cuyo desarrollo narrativo es de una lógica admirable, tiene su principal
virtud (aunque duela, y vaya que duele) en su capacidad de poner numerosos
dedos en numerosas llagas. En su inquietante espectáculo de cabaret,
esta aguerrida mujer se erige en vocera y defensora de los exilados y los
desplazados; de los reprimidos y los torturados; de los invadidos, los
discriminados y los etiquetados como ''artistas degenerados", y no duda
en representar en escena a una veleidosa mujerzuela que le pide a su presidente
que haga lo necesario para que ella pueda vestir elegantes trajes de noche
tejidos con petróleo.
De entre las muchas riquezas de este cabaret unipersonal
de Lemper, vale la pena destacar, por ejemplo, el triste lamento del exilio
gitano, y una canción cantada alternativamente en hebreo y en árabe,
así como una versión exquisitamente dolorosa de Ne me
quittez pas.
Si los temas y los conceptos de Ute Lemper son intachables,
no lo es menos el arsenal vocal con que los presenta: gritos y susurros,
rugidos y ronroneos, Sprechgesang y quasi parlando, y un
amplio registro que le permite mudar de personalidad vocal con asombrosa
ductilidad. No me es difícil imaginar a Ute Lemper cantando algunos
de los papeles principales de ciertas óperas que me vienen a la
mente, y no sólo óperas contemporáneas. (No menciono
cuáles, so pena de dar a los operópatas una razón
más para pedir mi cabeza.) En estos tiempos en que abundan las fláccidas
y descerebradas baladistas inventadas por los reality shows de la
televisión, la voz, la inteligencia y la presencia de Ute Lemper
nos recuerdan cuáles son las mejores razones para cantar. Bienvenidos
al cabaret.
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