México D.F. Viernes 4 de julio de 2003
¿LA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Tomás Méndez y los toros
EL PRIMERO DE julio se cumplieron ocho años de
la partida física del talentoso compositor Tomás Méndez
Sosa -Fresnillo, 1927; ciudad de México, 1995-, y sin duda el más
inspirado para plasmar en su Huapango torero el calvario de tantos
soñadores de gloria que con trabajos llegan a vestir de luces, si
es que antes no caen en las astas de un toro o en las garras de un taurino.
LA
RIQUEZA MELODICA y la sentida letra de tan bella pieza sintetizan la historia
intemporal del maletilla al que en la tienta no le dan ni ''las tres''
-postreros muletazos a una vaca que ya fue toreada por diestros importantes
y amigos del ganadero- y que paga con su vida la audacia de torear a hurtadillas
un toro en el nocturno campo bravo.
''SILENCIO, LOS CAPORALES están durmiendo; los
toros, los toros en los corrales andan inquietos. Un capote en la noche
a la luz de la luna quiere torear. Silencio...''
ESPECIALIZADOS EN LA desmemoria y el comercio frívolo,
los mexicanos simplemente supimos incorporar a nuestra iconografía
musical y a películas mediocres las principales obras de Méndez:
Cucurrucucú paloma, El aguacero, Tres días, Que me toquen
Las golondrinas, Paloma negra, Las rejas no matan, Puñalada trapera,
Laguna de pesares o Gorrioncillo pecho amarillo, entre muchas
otras y, para mi gusto, la composición ranchera más sentimental,
alucinada y añorante de los tiempos recientes: Golondrina presumida.
''DE ALLA DEL mar vendrás, golondrina presumida,
golondrina consentida, preferida de este amor...''
TUVO QUE SER el cineasta español Pedro Almodóvar,
en su reciente y premiada película Hable con ella, el que
rescatara para el mundo, a través de la delicada interpretación
del brasileño Caetano Veloso, la riqueza musical y poética
de Cucurrucucú paloma, cuya autoría no pocos locutores
en el extranjero ahora le atribuyen a Veloso. Sin embargo, con su espléndida
película Almodóvar homenajeó por partida doble a Tomás
Méndez, al incluir su composición y al obtener escenas magníficas
de la otra gran afición del músico mexicano: la fiesta de
toros.
PORQUE MENDEZ FUE un sensible, asiduo y singular aficionado
al espectáculo taurino que se daba el lujo de asistir, solo, cada
ocho días a la Plaza México, y en su localidad del tendido
de sombra beber solo, silencioso y reflexivo, sin otra compañía
que sus desbocadas voces interiores.
NUNCA SUPE SER demasiado insistente con el maestro para
llevar a cabo una entrevista sabrosa sobre su afición taurina y
sobre los motivos personales que inspiraron su estupendo Huapango torero.
Mejor decíamos salud y el talentoso zacatecano dejaba para la próxima
la siempre pospuesta entrevista, porque en el fondo no quería hablar
de toros sino simplemente sentirlos.
AUNQUE LAS MEJORES respuestas de este autor excepcional
son sus canciones, siempre a disposición de quienes tengan corazón
para sentir y valor para vibrar. ¡Salud, Tomás Méndez,
torero grande del arte y de la vida!
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