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México D.F. Martes 1 de julio de 2003

Amargo retorno a la normalidad en Gaza

Campos devastados y fábricas y viviendas derruidas tras la retirada del ejército israelí

SA'ID GHAZALI THE INDEPENDENT

Beit Hanoun, Franja de Gaza, 30 de junio. ''Lloré sangre'', me dijo Fawzi al-Kafarneh mientras caminábamos sobre los escombros de su fábrica de ladrillos, en Gaza. ''Todos mis ahorros de 20 años volaron en pedazos.'' Desaliñado y sin rasurar, el palestino de 58 años de edad hablaba sin cesar consigo mismo en voz baja, sudando profusamente bajo su holgada camisa color marrón.

Antes de marcharse, las cuadrillas de demolición del ejército israelí dejaron su fábrica en ruinas, al igual que los naranjales, las casas y otras fábricas que bordeaban la avenida principal de Beit Hanoun, en el norte de Gaza. Pero finalmente, después de meses de toque de queda -que mantuvo a los trabajadores lejos de sus centros de labor, a los campesinos de sus tierras de cultivo y a los niños de la espalestinian_flag_seccuela-, el alivio es palpable.

Luego de mil días de combates y ocupación intermitente, los comandantes israelíes y palestinos se estrecharon las manos mientras los bulldozers desmantelaban los retenes para permitir que los vehículos palestinos volvieran a circular con libertad en la franja de Gaza. La retirada -primero en Gaza, luego en Belén y en otras ciudades de la franja occidental a fines de esta semana- forma parte del plan de paz promovido por Estados Unidos, que ha ganado impulso a partir de la guerra de Irak.

Mañana martes el primer ministro israelí, Ariel Sharon, se reunirá con su contraparte palestina, Abú Mazén, para hablar sobre nuevas medidas para inspirar confianza.

Sin embargo, es un amargo retorno a la normalidad para los palestinos. Apenas nueve meses antes del inicio del último levantamiento, Fawzi al-Kafarneh invirtió 300 mil dólares en construir esta fábrica. Ahora padece de una diabetes que se le declaró recientemente y de hipertensión arterial, y no tiene perspectivas para rehacer su vida, junto con la de sus cuatro hijos, que trabajaban con él. ''Ahora mi familia -37 personas- vivirá a pan y agua. No tenemos medios de subsistencia'', señaló.

La fábrica, dos casas y otras granjas están al lado de la avenida Salah Edin, donde tanques y vehículos del ejército israelí mantuvieron una ocupación desde el 15 de mayo. Con frecuencia los soldados entraban y salían para tratar de detener a militantes que lanzaban cohetes de fabricación casera sobre el muro, hacia el poblado israelí de Sderot, distante menos de dos kilómetros.

Mientras los israelíes empacaban y partían, llegaron los policías palestinos en un convoy de vehículos azules, los cuales tuvieron que hacer un brusco alto en las afueras. No podían continuar hacia la ciudad porque los soldados israelíes habían destruido las calles principales y derribado tres pasos a desnivel, para separar la población del resto de Gaza.

''Llegan tarde'', dijo Mohammed Shabat, de 65 años, a los policías que comenzaban a tomar los puestos antes ocupados por israelíes. ''Pero, con el favor de Dios, volveremos a hacer de esta ciudad lo que era en los viejos tiempos.''

Trajeron un bulldozer para abrir un camino hacia una zona industrial cercana, para que los palestinos pudieran volver al trabajo por primera vez en dos meses.

El daño causado por siete incursiones militares en 33 meses dejó una amplia franja de campo arrasado a cada lado del camino, lo cual según los israelíes se hizo para quitar escondites a los militantes que lanzaban cohetes.

Tales acciones, sin embargo, son contrarias a la Convención de Ginebra, la cual declara: "Está prohibido destruir... zonas agrícolas que producen alimentos, ganado, agua potable... para la población civil".

Alí Zaanen, de 35 años, estaba de pie en los campos arrasados, donde él y sus siete hermanos cultivaban pepinos, jitomates y okra. Su rancho de cuatro hectáreas fue devastado, y nada queda de sus invernaderos. "Ahora soy libre de ir todos los días a mi granja", dice, "pero no tengo nada que cultivar y llevar al mercado. ƑQué garantía tenemos de que no cambien de parecer y vengan de nuevo?", añade, en referencia a los israelíes en retirada. "No están lejos."

Junto con los campos, las tropas destruyeron docenas de edificios, miles de árboles y un tramo de cinco kilómetros del camino que conecta a la población con la ciudad de Gaza. Sufian Hammad, vocero de la municipalidad de Beit Hanoun, informó que miles de naranjos fueron arrancados de cuajo.

Mientras los últimos tanques se alejaban del poblado, dos muchachos salieron de una casa y plantaron una bandera palestina en la arena.

"Espero que sea la última vez que los vemos como invasores", dijo Rafet Jamal, de 45 años, que observaba a los soldados en retirada desde un balcón en compañía de su hijo de 12 años. "Es hora de reconstruir nuestra nación, nuestra sociedad, y de volver a plantar las raíces de la paz." También su granja fue arrasada por los bulldozers del ejército israelí.

Policías palestinos armados con fusiles Kalashnikov patrullan la ciudad, mientras otros se sientan en tiendas de campaña verdes, junto a las ruinas de sus cuarteles y entre los huertos devastados.

Hasta donde se alcanza a ver, los campos de los alrededores de esta ciudad de casas de materiales baratos están vacíos. Vehículos palestinos transitan sin obstáculos en el camino Salah Edin, levantando nubes de polvo.

Y en el norte, hacia donde los tanques se han retirado, el coronel Asef Abú Aymán, de la Fuerza 17, expresó su intención de cazar a los militantes que lanzan cohetes Qassam al cercano poblado israelí. Sus hombres han encontrado un viejo cohete en una colina que domina la ciudad, y estaban destruyéndolo. "Haremos nuestro máximo esfuerzo para capturar a quienes disparan hacia Israel", afirmó.

Peter Hansen, alto funcionario de la ONU, señaló que mil 134 casas fueron demolidas en la franja de Gaza. "Las víctimas no eran sino personas que vivían donde no debían, en un tiempo inconveniente", consideró.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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