México D.F. Martes 1 de julio de 2003
Con Soldados de Salamina se propuso comprender
y no juzgar la Guerra Civil
El pasado de España se debe asimilar sin olvido
ni venda en los ojos: Cercas
El escritor buscó, en esa novela, entender el
fascismo y ponerse en su piel
''Si no hubiera ciertas reglas, todos acabaríamos
siendo Cavallos'', dice a La Jornada
CESAR GÜEMES
El escritor Javier Cercas prende fuego a su Nobel, la
marca de cigarrillos que fuma. Viene casi del aeropuerto, de Italia, estará
en la ciudad de México un par de días, volará a Tijuana
y de ahí de nuevo a Europa para cumplir con sus cada vez más
numerosos compromisos. Para ser uno de los autores más leídos
en España, con una decena de premios por Soldados de Salamina
y con una obra traducida a 13 idiomas, se toma las cosas con absoluta calma:
''Si ya no publico más, no pasa nada, me lo agradecerán los
árboles de la Amazonia".
Da una calada al cigarro, toma un trago de agua, se dispone
a responder no sin antes preguntar sobre lo más reciente que ocurre
en México, como la extradición de Sérpico,
y sentencia sin dogmatismo: ''Todos llevamos un Cavallo dentro". Este miércoles
a las 19 horas estará junto con Elena Poniatowska y Germán
Dehesa en el Centro Cultural de España (Guatemala 18, Centro Histórico),
a fin de presentar Soldados de Salamina.
Nacido en Cáceres en 1962, Cercas escribió
Relatos reales, El inquilino y El vientre de la ballena antes
de que Soldados de Salamina lo sacara de lleno de su vida de catedrático.
Al pasado, sobre el que se ocupa en la ya célebre novela, es necesario
pasarlo a examen. Explica: ''El proceso que ha seguido España es
peculiar y el país no es muy consciente de ello. A la muerte de
Franco lo que todo el mundo esperaba era una guerra. El desafío
era pasar, sin ese conflicto, de la dictadura a la democracia. La transición
consistió en un pacto mediante el cual no se pedían cuentas
a nadie. De esa forma todos miraban hacia delante con la idea de ser europeos
y construir en paz a la nación. Pero esto me parece muy mal porque
era necesario hacer cuentas y determinar qué había sucedido.
Sin embargo, el método funcionó aunque a un costo muy alto:
el olvido. Mientras la población buscó a toda costa ser posmoderna
nunca resolvió su pasado inmediato".
Lo interesante es el mal
-En
el caso de Soldados de Salamina ocurre lo opuesto: el pasado actúa
en el presente y prueba de ello es la cantidad de lectores que ha generado.
-Cuando apareció la novela me comentaron en la
editorial que cuando mucho iba a ser leída sólo por 5 mil
personas, todas mayores de 60 años. La realidad ha sido distinta
y la sorpresa es que la novela es leída sobre todo por los jóvenes.
Me parece claro que hay un nuevo interés por conocer lo que hemos
sido. Hoy que ya no estamos hipotecados por lo que sucedió antes
podemos asumir que algunos de nuestros antepasados fueron fascistas: es
una dura realidad, pero no puede ignorarse como si no hubiera existido.
Si hablo de asimilar al pasado lo incluyo todo: ahí está
comprendido el hecho de que los republicanos cometieron atrocidades, lo
mismo que el Partido Comunista, y que hubo un descontrol generalizado al
inicio de la Guerra Civil. Eso no significa decir, como señala la
moda de la derecha, que todos eran iguales. En términos históricos
no hay duda de que hubo un golpe de Estado fascista contra un régimen
elegido democráticamente. Ahora bien, hace falta señalar
que tanto los llamados buenos como los llamados malos eran humanos. En
la novela busqué entender a un fascista, ponerme en su piel y saber
por qué actuó de cierta manera.
-Es una posición que costará lo suyo mantener.
-Es la posición de un escritor que busca entender
y la mantendré aunque en Alemania alguien me llamó revisionista.
Para mí es una obligación desentrañar por qué
un país como Alemania, tan culto y refinado, de repente se convirtió
en un infierno colectivo. No basta con decir que Hitler era un loco, sino
que es indispensable entenderlo. Hay que saber por qué una persona
común y corriente como mi abuelo se hizo fascista y por qué
Hitler era la moda en su momento. Además, entenderlo sin prejuicios
para de verdad no repetirlo. Por eso no vale el olvido ni la venda en los
ojos. En Soldados de Salamina pretendí comprender y no juzgar,
busqué humanizar al monstruo, porque el malvado no es un monstruo
sino un hombre que un buen día comete una atrocidad.
-Parece que ésa es la condición humana.
-Desde luego, lo raro entre nosotros es la bondad. Si
no hubiera ciertas reglas, todos acabaríamos siendo Cavallos. Nadie
lleva dentro un San Francisco de Asís, nadie. Alguien logra parecérsele
a partir de esfuerzo, pero la naturaleza humana tiende al mal. Cuando era
muy joven leí una frase de Gide que decía: ''Con los buenos
sentimientos no se puede hacer buena literatura, lo interesante es el mal".
Para mí eso es como la Biblia y hoy entiendo que lo habitual en
la vida cotidiana es el mal; el bien es el milagro, lo misterioso y lo
enigmático.
Tener lectores es un hecho casi perfecto
-Además de los viajes de promoción de la
novela o de su trato con los medios, ¿qué le cambió
el buen recibimiento de Soldados de Salamina?
-Me gustaría responder que nada, pero no es cierto,
la realidad es que muchas personas esperan mi próximo libro para
cortarme literariamente el cuello y algunos más para leerme. He
trabajado toda mi vida en la universidad, apenas tenía contacto
con los círculos literarios, conocía sólo a dos o
tres escritores y escribía porque no era capaz de hacer otra cosa.
''Giorgio Manganelli decía escribir porque no sabía
atarse las agujetas de los zapatos. Eso mismo me sucede: no soy arquitecto
ni fotógrafo. Si no escribiera quizá habría sido un
asesino en serie. Jamás pensé en el reconocimiento, nunca
participé en un premio literario. Tener lectores es un hecho maravilloso,
casi perfecto. Existe la presión, claro, ¿pero qué
voy a hacer?''
-¿Qué hace?
-Escribo igual que siempre, si decepciono a quienes esperan
un libro mío parecido a Soldados de Salamina, pues ni hablar.
No voy a complacer a todo el mundo. El deber conmigo mismo es escribir
de manera distinta siempre, porque de otra manera no hay progreso.
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