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México D.F. Lunes 30 de junio de 2003

Concentración espontánea a las puertas de la Audiencia Nacional de España

''šAsesino, genocida!'', gritan a Cavallo víctimas de la dictadura argentina

La manifestación fue dispersada con violencia por la policía antimotines madrileña

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL

Madrid, 29 de junio. A pesar de la súbita llegada de Ricardo Miguel Cavallo a Madrid, la voz de las víctimas de la represión de la última dictadura militar argentina (1976-1983) se escuchó con firmeza a las puertas de la Audiencia Nacional de España. La concentración espontánea, en la que había personas que sufrieron y sufren los estragos de la tortura y la represión de aquellos años, fue dispersada con violencia por un nutrido comando de agentes antidisturbios españoles, que incluso se atrevieron a arrebatar, macana en mano, una pancarta en la que se mostraban algunas fotografías de los desaparecidos, muchos de ellos asesinados, torturados y arrojados al mar en los llamados vuelos de la muerte por el propio Cavallo.

La noticia de la extradición de Sérpico a España llenó de satisfacción a los grupos de argentinos exiliados, a las organizaciones no gubernamentales de defensa de los derechos humanos españolas y a los cientos de víctimas que vieron, por primera vez, cumplido se anhelo de justicia. Algunos de ellos, como Marcelo Hernández, sobreviviente de los salvajes métodos de tortura que se aplicaban en la Escuela Mecánica de la Armada (Esma) ve por primera vez ante un tribunal a uno de los principales actores de su drama.

''No sé cómo logré sobrevivir''

Hernández no sabe todavía cómo logró sobrevivir, pero sí recuerda con nitidez la cara, la voz y el nombre de Sérpico, el alias con el que Ricardo Miguel Cavallo era conocido en el centro clandestino. ''Desde hace 26 años sigo sin encontrar una respuesta a la pregunta de cómo logré sobrevivir a la Esma, pero yo recuerdo a Cavallo perfectamente. A mí me secuestraron el 10 de enero de 1977, a las nueve y media de la mañana, en un operativo dirigido para hacerse de los dólares de los bonos de la organización Montoneros, en la que nosotros trabajábamos en el departamento de finanzas. Las noches del 10 y el 11 de enero, después de la tortura, nos llevaron en dos coches y el vehículo de atrás lo manejaba Sérpico, quien estaba al mando del grupo. Además, dentro de la Esma lo ví un par de veces, a pesar de que yo nunca estuve en la Pecera sino en el sótano, donde lo escuché nombrar varias veces, puesto que era un personaje activo y presente en este centro.''

Este argentino, que no supera los 50 años, estuvo recluido dos años en la Esma, en donde después de torturarlo sistemáticamente lo sometían a una violencia síquica que todavía le carcome la vida: ''Me atrevería a decir que dentro del dolor que me causó el maltrato físico, éste fue más llevadero, pero la tortura síquica hasta el día de hoy, al menos en algunos momentos, no la logro controlar. Se me aparece de vuelta. Inclusive cuando me trasladé a Barcelona, un año después de mi liberación, seguía sin entender si estaba vivo o muerto, puesto que el juego que hacían Cavallo y sus compinches eracavallo_holding_ban terriblemente perverso: nos decían que nos ponían en libertad o nos mostraban a nuestros afectos familiares, pero después nos aplicaban la picana y nos seguían torturando. Ese era el toma y daca que nos rompió el cerebro y que causa, a mi juicio, los mayores daños''.

Zulema Facciola también se sumó a la concentración a las puertas de la Audiencia Nacional: ''Yo estoy aquí para repudiar a uno de los personajes más crueles durante la represión de la dictadura argentina, pues yo también sufrí de las acciones de este criminal: primero estuve desaparecida, pero después de que me legalizaron estuve casi ocho años detenida. Por esto la detención y extradición de Cavallo es el primer paso hacia la justicia universal, porque hay que decir que no puede haber paz si ésta no se basa en la justicia''.

En la protesta también estaba Malú Cerutti, quien una noche, en un operativo posiblemente dirigido por Cavallo, vio por última vez a su esposo, Omar Massera, y a su padre Victorio Cerrutti. Por ello exige justicia, puesto que ''sabemos que fue Sérpico quien cometió estas atrocidades y lo sabemos por todas las investigaciones que se han hecho y porque él comandaba el grupo que torturó a mis familiares. Por eso quiero que vaya a la cárcel, cumpla la máxima pena y que diga dónde están todas esas personas que desapareció''.

Mientras Hernández, Facciola, Cerutti y otras 40 personas se concentraban de forma pacífica ante las puertas de la Audiencia Nacional, media hora antes de que Cavallo fuera trasladado a la prisión de Soto del Real, tres transportes policiales repletos de agentes antidisturbios se hicieron presentes en la sede judicial.

Carga policial; empujones, golpes e insultos

Un minuto después, una vez que se desplegaron en las calles aledañas y se dotaron del equipo necesario, comenzó el operativo: primero pidieron a los concentrados, de forma altanera, que se alejaran del edificio con el argumento de que ''atentaban contra la seguridad'' del tribunal; después, ante la negativa de los manifestantes, amenazaron con empezar a ''pedir la documentación'' pues -decían- ''en este país se respeta a la autoridad''.

Como los participantes en la protesta se resistían a sus exigencias, los agentes, muy alterados, empezaron a utilizar la violencia: primero fueron leves empujones, algunos insultos y posteriormente se emplearon a fondo y, con la macana como arma, empezaron a golpear a los manifestantes hasta dispersar la protesta.

Andrea Benítez Dumont, una de las argentinas que se manifestaban, si acaso la más indignada por la actuación policial, recibió un fuerte golpe en el estómago, lo que le provocó un ataque de asma que motivó que se tuviera que pedir auxilio médico ante la impávida mirada de los agentes, que se mantuvieron firmes hasta que salió el transporte policial que trasladó a Cavallo a la prisión.

El objetivo de las autoridades, que no se agrediera ni verbal ni físicamente al detenido, no se logró, ya que algunos de los concentrados lograron increpar desde la calle al ex militar argentino, a quien gritaron con indignación: ''Hijo de puta'', ''asesino'', ''genocida''...

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