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México D.F. Domingo 29 de junio de 2003

De 86 años, es considerada la soprano más importante del México del siglo XX

Homenaje a Irma González en Bellas Artes

Admite en entrevista que sus aspiraciones no son los reflectores, sino cantar; ''es mi pasión''

ANGEL VARGAS

Con todo y que siempre le resulta muy emocionante acudir al Palacio de Bellas Artes, la cantante Irma González tiene cierto pudor de hacerlo este domingo.

Los motivos no tienen que ver con otra cosa sino con su profunda modestia, pues en sus casi 87 años de vida nunca ha sido partidaria de los reflectores, la fama, los elogios ni los homenajes, como el que hoy a las 17 horas se le rendirá en ese recinto, en la Sala Manuel M. Ponce, con motivo de su larga y prolífica trayectoria de más de seis décadas.

''Las personas que organizaron esto me han de querer mucho. Me da mucha pena que me hagan homenajes, porque la mera verdad es que no siento que los merezca", confiesa apenada la intérprete y docente, considerada la más grande soprano del siglo XX mexicano.

El acto consistirá en la presentación de la redición del disco Canciones de Manuel M. Ponce (Discos Luzam), grabado por González en 1957 con el pianista Manuel García Mora. Participarán el músico Raúl Herrera, el crítico musical Fernando Díez de Urdanivia y el ingeniero José Carlos González.

El nombre de Irma González evoca no sólo a una leyenda viva del canto nacional, sino también a la historia musical de nuestro país en el transcurso de más de medio siglo.

Nacida en 1916 en el seno de una familia de músicos, se adentró desde muy pequeña al arte sonoro en el Conservatorio. De manera paralela a sus estudios musicales con la maestra María Bonilla, realizó la carrera de educación física.

Y desde su debut profesional en 1939, con un concierto de la Sinfónica Nacional dirigido por Carlos Chávez, hasta su retiro en 1988, su figura estuvo siempre asociada con los grandes montajes operísticos y cantantes de la llamada Epoca de Oro. De igual forma brilló como concertista, faceta con la que concluyó de hecho su carrera.

Desde hace casi 60 años es también maestra de la especialidad de canto en el Conservatorio Nacional, actividad de la que, según dice en entrevista, acaba de decidir que no se retirará ya, como lo había pensando a principio de este ciclo escolar.

-¿Qué significa para usted la música?

-Es mi vida, totalmente. Para decirlo todo: sin música no vivo. Desde muy pequeña comencé a estudiarla, hice solfeo infantil en el Conservatorio, al cual considero mi casa. Mi mamá cantaba muy bien y una de mis hermanas mayores, Esperanza, era pianista. Aunque me llevaron a la escuela de educación física, decidí no dejar mis estudios musicales, y fui alumna de la maestra María Bonilla.

"Es cierto que fui alumna consentida del maestro Manuel M. Ponce, quien fue director del Conservatorio. Yo era muy traviesa y él me solapaba algunas cosillas. El maestro era cercano a la familia, de hecho le dedicó (la canción) Estrellita a mi hermana Esperanza. Por él, cuando era jefe del departamento de educación prescolar, entré en un programa de canto para los niños. Desde entonces tengo mi plaza (como empleada del gobierno).

-¿Por qué escogió la voz como su instrumento y no otra especialidad?

-La voz no es el instrumento de un cantante, sino la garganta. En realidad lo es todo el cuerpo. Los cantantes somos atletas; no nada más nos funciona la garganta sino todo el cuerpo. Tenemos que prepararnos como un atleta, que no sólo procura el desarrollo físico, sino también mental y anímico.

''Y escogí el canto por mi mamá, siempre me ha gustado escuchar la voz. Hay personas que nacen con el don de la voz, como Placido Domingo, que ha sido cantante desde antes de nacer, por sus padres. Pero tener voz, carisma y sensibilidad no basta. Hay que trabajar mucho. Cantar es ante todo un acto de voluntad. Sí no la hay, de nada sirve el talento.

-¿Se asume como una diva de la ópera mexicana?

-Nunca me he creído nada. Soy de las personas que piensan que entre más fortuna tiene uno o más alto llega, debe tenerse mayor modestia. La soberbia es el demonio, el peor defecto que puede tener cualquier persona.

''¿Para qué me siento diva, si no lo soy? Quienes lo han sido, han cantando en todo el mundo, y ése no ha sido mi caso... Bueno, sí salí mucho del país, pero nunca me sentí una estrella. Fui una cantante común, que en efecto tuvo muchas cualidades, pero lo único que buscaba era hacer lo mejor que podía.

"Cuando alguien me ha dicho que soy la mejor soprano del país, pues me da gusto, porque sé que lo dice por quererme o estimarme. Pero, como ya dije, no me lo creo. Lo único que hice fue cantar por pasión, por entrega, porque el canto ha sido el gran motivo de mi existencia.''

-¿Qué le resulta emotivo de su trabajo en la ópera?

-Para mí son entrañables muchos títulos, entre ellos Madame Butterfly (de Puccini), porque con ése me retiré de la ópera. Vivir la Epoca de Oro de la ópera mexicana ha sido algo de lo más hermoso en mi existencia, porque canté con grandes figuras. Fue una época en la que me aventé a cantar cualquier obra aunque no la tuviera puesta. Claro que la estudiaba, porque siempre he sido muy dedicada con lo que me hace feliz. Decidí dejar de cantar ópera cuando vi que mi voz iba a para abajo y tomé el camino de concertista.

-¿Considera que ha valido la pena dedicar su vida a la música?

-El canto me ha correspondido en todo y con creces. Si no fuera así, no estaría tan contenta con lo que ha sido mi vida. Además, sigo en el canto, aunque ahora sólo como maestra. La docencia ha sido mi forma para no desconectarme de esta apasionante profesión. 

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