Néstor de Buen

El Presidente informal

Hay que reconocer que Vicente Fox es un hombre original. La última de sus hazañas, por cierto que secundada por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), ha sido declarar que lo importante es generar empleos "aunque sean informales". Con ello lanzó un mensaje de aliento a las que denomina "pequeñas empresas" o, en su expresión ya clásica, changarros, que dice se forman con menos de cinco trabajadores y que, según su dicho, generaron un millón y medio de empleos. Esta cifra, de acuerdo con las declaraciones de Jaime Domingo López Buitrón, coordinador general de Planeación y Política Sectorial de la STPS, consisten en un millón 426 mil 101 empleos, que en seguida reduce a un millón 300 mil puestos de trabajo (La Jornada, sábado 28 de junio, p. 13). Elija usted la cifra que más le guste.

El Presidente dijo que, por el contrario, las grandes empresas "desemplearon a 800 mil trabajadores en los dos años pasados".

No resulta muy claro de dónde se obtuvieron esos datos. Porque si se trata de una economía informal, evidentemente que no hay cumplimiento de obligaciones fiscales ni de la seguridad social. Y el famoso Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática anda por rumbos muy distintos en cuanto a las cifras de desempleo, que siguen un formato poco convincente: son empleados (Ƒocupados?) los que han trabajado una hora a la semana y los que llevan ocho semanas buscando empleo. Dicen que la culpa la tiene la Organización Internacional del Trabajo...

Yo creo que resulta necesario aclarar algunas cosas, porque da la impresión de que el señor Presidente no está demasiado bien informado de cuestiones laborales y económicas.

En primer término, es importante que sepa que la economía informal no genera empleo en absoluto. Es, por el contrario, la expresión más rotunda del desempleo. Es evidente que Vicente Fox no es un experto en la materia. Por ello vale la pena aclarar que todo empleo implica una relación de trabajo, entre un patrón, o empleador, y un trabajador, que a cambio de un salario realiza un trabajo por cuenta del patrón. Si no hay salario, señor Presidente, no hay empleo.

Me temo que todo deriva de una lamentable confusión entre empleo y ocupación. La gente tiene de qué vivir cuando la economía, orientada o dirigida desde el poder, resulta incapaz de cumplir con la importante función social de generar inversiones nacionales o extranjeras que den nacimiento a empresas y, por lo mismo, a empleos. Cuando ello no ocurre, la ocupación sustituye al empleo.

Los antiguos trabajadores, por regla general injusta y masivamente despedidos, tienen que buscar ingresos. Y se dedican a todo, particularmente a la oferta de servicios, que pueden consistir en lavar automóviles; la limpieza de parabrisas en los prolongados altos de nuestra difícil circulación; la venta de pañuelos desechables o de juguetes de contrabando o de cualquier otro producto que las grandes empresas enajenan por medio de supuestos contratos de comisión mercantil o de compraventa con personas que no tienen oportunidad de exigir el cumplimiento de sus derechos laborales. Y es notable que la inspección de trabajo, de ahora y de siempre, no se preocupe por esas minucias. Sin olvidar que tiene origen semejante el brutal incremento de la delincuencia.

Pero hay algo más que usted, señor Presidente, no puede ignorar. Hoy la principal fuente del desempleo es usted mismo en su condición de titular del Poder Ejecutivo. El gobierno central, con el mito del retiro voluntario que, para colmo, en algunos casos (lo puedo probar) ofrece pero no cumple, y las paraestatales, de manera especial la banca de desarrollo, despiden masivamente a sus trabajadores, éstos, muchas veces, en el filo de la jubilación convencional. Lo que no compensa la mejor de las indemnizaciones.

Elogiar la economía informal, que hace poco más de dos meses el Banco de México indicó que abarca 48 por ciento de la población económicamente activa (y puede que se haya quedado corto), es simplemente tratar de justificar el rotundo fracaso de la economía.

El empleo, el de verdad, genera impuestos sobre la renta y cuotas del Seguro Social. Y de acuerdo con las estadísticas del señor López Buitrón, en los dos últimos años los registros ante el Instituto Mexicano del Seguro Social disminuyeron en 717 mil 73 cotizantes.

Lo que no se puede es perder de vista, consciente o inconscientemente, la realidad.