México D.F. Domingo 29 de junio de 2003
CASO SERPICO
Antes de abandonar el Reclusorio Oriente, Cavallo
fue sometido a un examen médico
"¿Hay mucha prensa allá afuera?"
El militar argentino cumplió uno de sus deseos,
no ser trasladado en un vuelo comercial
DE LA REDACCION
En la celda número 3 del Reclusorio Oriente, Sérpico
se preparó desde las 6 de la mañana para un viaje sin retorno
hacia su propia historia de torturas y genocidio. "¡Ya te vas a ir!",
le anunciaron en tono festivo. El represor de decenas de disidentes argentinos
hizo la última petición que muchas veces él mismo
le negó a sus víctimas: "¿me puedo rasurar?"
Agil, frente a un diminuto espejo donde sólo se
alcanzaba a ver la barbilla, Ricardo Miguel Cavallo, ex director del Registro
Nacional de Vehículos (Renave), realizó su última
rutina de aseo matutino en tierras mexicanas. Su semblante sólo
denotaba una preocupación en ese momento. "¿Hay muchos fotógrafos
allá afuera?", preguntó, mientras se pasaba la navaja, tal
vez pensando que un personaje tan odiado como él siempre podía
tener su último toque de vanidad.
Eran
las 6:26 de la mañana. Cavallo tomó sus pertenencias. Pulcro,
de formas correctas, se despidió de sus vecinos de crujía,
a quienes les sugirió que se "cuidaran", porque él ya no
iba a estar ahí para jugar dominó ni para esperar los puros
que, le dicen, al fin llegaron, ni para compartir el silencio de una memoria
que carga consigo la huella de muchos muertos. Orlando Magaña, acusado
del homicidio múltiple de la familia Narezo Loyola en la delegación
Tlalpan, le extendió la mano amiga. "Sérpico es todo
un caballero, hasta entre delincuentes".
Rodeado por ocho custiodios, Cavallo bajó hacia
el departamento médico del Reclusorio Oriente, a la última
revisión de rutina. De nuevo preguntó: "¿hay mucha
prensa allá afuera?" Los custodios no le respondieron.
"¡Quítese la ropa!", le ordenó una
doctora. Cavallo se quedó en ropa interior, y su mirada desconfiada
seguía el lente de la cámara que captaba las imágenes
del mismo personaje que en otros tiempos de gloria disfrutaba grabando
o fotografiando desnudas a sus víctimas. Ahí estaba el temible
teniente de la Escuela de Mecánica de la Armada argentina, en calzones,
vulnerable. "¿Por qué tantas fotos?", preguntaba, al tiempo
que volvió a recordar que allá afuera, en el trayecto del
Reclusorio Oriente hacia el aeropuerto internacional de la ciudad de México,
quizá una multitud de reporteros y de ciudadanos argentinos que
no olvidan sus agravios lo quieren ver así, desnudo, poniéndose
en cuclillas ante una doctora que le da órdenes, mientras hace el
último chequeo.
Una vez vestido, Cavallo se volvió a colocar el
chaleco antibalas, sobre su traje negro con gabardina, impecable. Cargaba
en una maleta todas sus pertenencias. Los ocho custodios lo trasladaron
a la oficina donde lo entregarían a elementos de la Agencia Federal
de Investigación (AFI). Un mural con un individuo entre las rejas
le sirvió de fondo y símbolo para esperar pacientemente la
llegada de quienes lo trasladarían al aeropuerto capitalino.
Eran las 8:50 de la mañana. Cavallo pidió
un vaso de agua para tomarse una pastilla. Le ofrecieron té. No
quiso. Le dieron una botella de agua y se pasó la medicina. Comentó
a sus acompañantes que no quería llegar a Madrid en un vuelo
comercial. Le dan temor los aviones comerciales.
A las 8:58 horas, dos elementos de la AFI lo revisan,
lo esculcan, le colocan otro chaleco antibalas "para su seguridad", le
piden que si trae objetos de valor se los entregue. Cavallo levantó
las manos y se quitó una cadena y un reloj. Después del último
chequeo, los dos agentes de la AFI lo esposaron. Aquellas manos que tantas
veces agredieron y torturaron no podían moverse. A media voz preguntó
de nuevo: "¿hay mucha prensa allá afuera?"
A las 9:02 de la mañana, en una camioneta tipo
Van, Sérpico abandonó el Reclusorio Oriente de la
ciudad de México, donde permaneció desde su detención
el 24 de agosto de 2000, cuando se le identificó al entonces director
general del Renave como el autor de crímenes de lesa humanidad en
la época de la dictadura militar argentina. El viaje sería,
ahora, sin retorno.
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