México D.F. Jueves 26 de junio de 2003
Miguel Marín Bosch*
¿Dónde quedó la bombita?
La proliferación de las armas de destrucción
en masa y sus vectores sigue siendo el principal tema de la agenda internacional
de desarme. Los avances científicos y tecnológicos de la
primera mitad del siglo xx acarrearon el desarrollo tanto de las armas
de destrucción en masa -químicas, biológicas (bacteriológicas)
y toxínicas y atómicas o nucleares- como de los medios para
utilizarlas -aviones, proyectiles balísticos y otros vectores. El
uso de gases asfixiantes y otras sustancias químicas durante la
Gran Guerra llevó a los países europeos a prohibir su uso
en el Protocolo de Ginebra de 1925. La utilización de las armas
atómicas al final de la Segunda Guerra Mundial desató una
campaña en contra de todas las armas de destrucción en masa.
De ahí que las negociaciones bilaterales y multilaterales de desarme
durante la segunda mitad del siglo xx se concentraron en la eliminación
total de dichas armas. Tras décadas de negociaciones, la comunidad
internacional logró acordar la eliminación de todas las armas
biológicas y químicas. En el terreno nuclear los resultados
han sido mucho menos alentadores.
Durante las dos décadas que estuvo en el poder
en Irak, Saddam Hussein fabricó armas químicas y las utilizó
en contra de su propia población y del ejército iraní.
Estaba también desarrollando un ambicioso programa de armas nucleares
y de misiles de corto y mediano alcance. Todo esto fue posible, en gran
medida, por la generosa colaboración de varios gobiernos europeos
y de Estados Unidos. Estaban dispuestos a ayudarlo en su lucha contra las
nuevas autoridades iraníes. Luego vino la invasión de Kuwait
y la guerra del Golfo.
Tras esa guerra, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas
inició un largo proceso de inspecciones en Irak. Es (y fue) válida
la preocupación de la comunidad internacional ante la posible existencia
en Irak de armas de destrucción en masa. Pero la ONU no pudo terminar
su trabajo y el doctor Hans Blix se jubiló.
Estados Unidos y el Reino Unido decidieron ir a la guerra,
misma que los miembros del Consejo de Seguridad no autorizaron: uno de
los argumentos más contundentes que esgrimieron fue el de la existencia
de armas de destrucción en masa. Así convenció Blair
a su Parlamento.
A casi dos meses de consumada la ocupación de Irak,
las fuerzas de la coalición encabezada por Estados Unidos
y el Reino Unido no han encontrado pruebas fehacientes de que Saddam Hussein
tenía, en vísperas de los ataques, armas de destrucción
en masa.
Meses antes de la guerra se nos dijo en Washington y en
Londres (y en Madrid también) que había claras pruebas de
que el régimen iraquí tenía armas biológicas
y químicas y quizás hasta nucleares. Los inspectores de la
ONU no habían encontrado nada, pero era necesario invadir a Irak
y desarmar a Saddam Hussein.
Por esa época, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa
de Estados Unidos, dijo que sería fácil encontrar esas armas
y que seguro habría más de un científico iraquí
que confirmaría su existencia. Después de la guerra se nos
dijo que quizás Hussein las destruyó antes de la invasión.
La semana pasada el presidente Bush indicó que quizás los
laboratorios habrían sido saqueados por ciudadanos de Irak. Precisamente
para evitar que las armas de destrucción en masa cayeran en manos
de particulares, incluyendo grupos terroristas, se atacó a Irak.
Poco a poco van creciendo las críticas a lo que
sin duda fue un engaño por parte de los dirigentes de la coalición.
Por ahora Blair parece más vulnerable que Bush. Sólo el tiempo
nos dirá el costo político que pagarán uno y otro.
Una de dos: o sus respectivos servicios de inteligencia
les mintieron a Bush y a Blair o ellos tergiversaron los informes para
tratar de justificar la guerra. Si los primeros mintieron, ¿por
qué no han sido castigados? Si los segundos engañaron a la
opinión pública, ¿por qué no se ha desatado
una ola de indignación nacional?
Y pensar que en 1998 hubo decenas de editorialistas estadunidenses
y británicos que exigieron la renuncia al presidente Clinton por
haber mentido acerca de su relación con una jovencita.
* Ex subsecretario de Relaciones Exteriores e investigador
de la Universidad Iberoamericana
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