México D.F. Lunes 23 de junio de 2003
Para mitigar su soledad, ella dibujó
los cambios que el embarazo hizo a su cuerpo
Migrante en EU y su pareja en México producen
la muestra A la espera de...
Miguel Díaz retrata en un cuadro su agotamiento
por las largas jornadas en el país vecino
MERRY MAC MASTERS
El día que Alma supo que estaba embarazada, a Miguel
le avisaron que sería trasladado a Estados Unidos. Para sentirse
menos sola, Alma ocupó el tiempo en pintar y dibujar su cambiante
cuerpo. Mientras tanto, Miguel, egresado en 1997 de la Escuela Nacional
de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, pensó que jamás
volvería a tomar un pincel.
La exposición A la espera de..., montada
en la Galería José María Velasco (Peralvillo 55, colonia
Morelos), reúne el quehacer plástico hecho durante seis años
por la pareja que forman Alma Paz (1973) y Miguel Díaz (1972). La
multiplicidad de escenarios que él emplea contrasta con el espacio
reducido en que ella trabaja.
Agobiado
por problemas económicos, Miguel, como millones de mexicanos, se
tuvo que ir a trabajar a Estados Unidos, aunque con documentos.
"El pueblo de mi papá, Yanga, Veracruz, era una
región cañera que vino a menos. Ahora las compañías
agrícolas llevan mucha gente a Estados Unidos. Dije que vivía
allí y me fui a sembrar pinos a Idaho, Washington y Oregon."
Pero al recibir sólo 200 dólares a la semana,
en vez de los 800 prometidos, y de allí tener que deducir los gastos
de vivienda y comida, Miguel escapó a Mississippi para trabajar
en una planta procesadora de pollos. Sólo duró dos semanas.
"Pasaban 80 pollos por minuto y tenía que quitarles
el cuero. Bajé como cinco kilos del asco y seguía ganando
200 dólares." Lo peor: Miguel se preguntaba por qué no podía
vivir de la pintura.
También hizo retratos de mexicanos, que ellos enviaban
por correo a sus esposas. Luego hubo la oportunidad de trabajar en una
fábrica: "Un señor de Monterrey me propuso hacer mancuerna
y buscar chamba porque era soldador, pero no hablaba inglés,
y yo sí. En una fábrica me nombraron traductor del señor
y me enseñaron a soldar también. Allí agarré
fama de dibujante, pues iban estadunidenses y me decían: 'dibújame'.
Ganaba cinco o diez dólares por retrato. Quería pintar, pero
no podía, estaba demasiado cansado, porque trabajaba 12 o 14 horas
diarias. El mexicano gana en el tiempo extra porque lo pagan doble. El
cuadro Quince días de trabajo, 2003, refleja esa situación".
En tanto, casi autodidacta -sólo estuvo en talleres
de La Esmeralda-, Alma, por su embarazo, ya no pudo seguir haciendo vitrales.
De sus obras dice: "Quise reflejar también las ideas que compartía
con otras mujeres cuya situación era parecida a la mía".
En cuanto a la necesidad de retratar fielmente la realidad,
Miguel señala: "No me gusta ser vago en cuanto a lo que digo", a
la vez que a Alma le importa que su obra sea "reconocible" y "fácil
de digerir".
A diferencia de con Miguel, A la espera de... no
es la primera exposición de Alma. Sin embargo, afirma, es la primera
en que "digo lo que quiero decir".
Por otra parte, a la entrada de la Galería Velasco,
el pintor Jorge del Angel presenta tres punching bags, que defiende
como pintura tridimensional.
Denominó una de sus series Pintura infinita,
ya que "no hay el corte bidimensional". De allí, la pieza Guernica
mutilado, 2001, que incorpora elementos de madera. Hace dos años
Del Angel recibió la beca de jóvenes creadores del Fonca,
que le permitió "crecer y enlazar" los formas de esas bolsas de
tela rellenas.
A su vez, en las "vitrinas" de la José María
Velasco, el colombiano Luis Carlos Barrios exhibe objetos hechos con latón,
madera y guajes, con el tema de la leyenda de El Dorado.
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