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México D.F. Lunes 23 de junio de 2003

REPORTAJE /RECINTOS EN ORFANDAD LEGAL

"Están en el limbo jurídico", asevera el diputado local Jaime Guerrero

Enfrentadas a la indiferencia oficial, sobreviven las casas de cultura del DF

La Secretaría de Cultura capitalina no proporciona a los recintos programación ni proyecto rector; no se les toma en cuenta para el presupuesto del GDF y no pueden, legalmente, hacer tratos entre ellos; tiene que ser siempre por conducto de las delegaciones, lo cual se ha convertido en un lastre, señala legislador

MONICA MATEOS-VEGA

Con todo en contra, la mayoría de las casas de cultura de la ciudad de México sobreviven como si fueran invento de un puñado de vecinos aficionados al ballet, el dibujo y la literatura, y para subsistir deben ofrecer también clases de karate y aerobics.

Carentes de una política cultural que coordine los esfuerzos individuales y colectivos que las mantienen, esos espacios son administrados por las delegaciones y dependen de distintas instancias, es decir, operan bajo un sinfín de ópticas acerca de lo que debe ser la cultura o los servicios que se tienen que brindar.

La Secretaría de Cultura capitalina no les proporciona programación ni, mucho menos, un proyecto rector; "están en el limbo jurídico, no se les toma en cuenta para el presupuesto del Gobierno del Distrito Federal y no pueden, legalmente, hacer tratos entre ellas; tiene que ser siempre por conducto de las delegaciones. Si éstas operaran bien, no habría problema, pero como eso no sucede, esta situación se convierte en un lastre más de las casas de cultura", explica Jaime Guerrero, coordinador de la fracción parlamentaria del partido Democracia Social en la Asamblea Legislativa e integrante de la Comisión de Cultura.

Según un directorio de casas de la cultura elaborado en 2002, en el Distrito Federal existen 73 de esos espacios distribuidos de la siguiente manera: dos en Alvaro Obregón, dos en Azcapotzalco, 16 en Benito Juárez, tres en Coyoacán, tres en Cuajimalpa, siete en Cuauhtémoc, tres en Gustavo A. Madero, ocho en Iztacalco, cuatro en Iztapalapa, tres en Magdalena Contreras, tres en Miguel Hidalgo, cinco en Milpa Alta, cuatro en Tláhuac, dos en Tlalpan, tres en Venustiano Carranza y cinco en Xochimilco.

Nula estrategia global

Si bien en los últimos 12 meses se han rehabilitado algunos recintos y se han abierto espacios como el centro comunitario Lagunilla-Tepito, en la delegación Cuauhtémoc; la casa de cultura Palmatitla, en la Gustavo A. Madero, o el Centro Cultural Zapotitlán, en Tláhuac, esto "no es parte de una estrategia global de fomento cultural en la ciudad, pues existe un espíritu marginal en cómo se ve a las casas de cultura", reitera el diputado Guerrero.

Un proyecto presentado por Carlos Imaz en 1997, cuando el Partido de la Revolución Democrática llegó a la jefatura del Gobierno capitalino, proponía la creación de una casa de la cultura por cada 45 mil habitantes, es decir, debían existir en la ciudad unas 188, y "lo ideal" sería que cada una contara con una "superficie teórica" de dos hectáreas para su emplazamiento.

Esta idea, como otras tantas, permanece olvidada en el cajón de algún funcionario. No obstante, permite ver el rezago en infraestructura que padecen las casas de cultura capitalinas, señala Manuel Arias Leal, responsable de la Casa de la Cultura Ricardo Flores Magón (Coyoacán) y autor de un detallado análisis de la situación de esos recintos.

Arias apunta: "Imaz compara que mientras una casa de la cultura en Milpa Alta atiende a 20 mil habitantes, la casa de la cultura de Tlalpan, ubicada en la entrada del bosque de esa demarcación, atiende a 550 mil, y que el promedio para el Distrito Federal es un centro por cada 115 mil personas".

Potencial columna vertebral de la política cultural

La casa de la cultura de los Siete Barrios, ubicada en el barrio de la Asunción, Iztacalco, cuenta con un libro club, instalado en un pequeño cuarto que hace las veces de biblioteca (los libros están acomodados en huacales para fruta), oficina y, cuando se requiere, "salón de usos múltiples". En otros tres salones se guardan sillas plegadizas, cajas y diversos objetos que se utilizan cuando ahí mismo se imparte alguno de los 17 talleres que ofrecen (danza, fotografía, creación literaria, aerobics o gimnasia reductiva, entre otros), a los que acuden 120 usuarios al mes.

La casa de la cultura Raúl Anguiano, ubicada en el Parque Ecológico Huayamilpas, Coyoacán, atiende en sus talleres de danza moderna y artes escénicas, inglés, francés, hawaiano, teoría musical, dibujo de la figura humana, yoga, danza árabe y creación de juguetes, entre otros, a unas 370 personas, sin contar a las que asisten a exposiciones, funciones de teatro, de cine, de música, charlas y conferencias, que se organizan cada mes en sus amplias instalaciones.

En el centro social del pueblo de Tecomitl, Milpa Alta, se imparten de manera gratuita clases de corte y confección, primeros auxilios, cestería y belleza, pues las actividades "más culturales", como ballet, teatro, música y náhuatl son ofrecidas en la casa de la cultura Olla de Piedra; ambos recintos dependen de la delegación.

En verano, ante la demanda de los padres de familia, el centro social atiende hasta 200 niños, a quienes ofrece clases de modelado en barro o caminatas ecológicas por los alrededores, mientras en Olla de Piedra también se acepta de manera esporádica realizar en sus instalaciones festejos como el Día de las Madres. Estos centros operan, en muchas ocasiones, con material que la propia comunidad les proporciona.

Cualquiera que sea su perfil, lo cierto es que los ciudadanos "identifican muy bien a las casas de cultura como sus centros comunitarios, aunque no funcionen adecuadamente. Por eso y por su distribución geográfica me parece que tienen todo lo necesario para ser la columna vertebral de una política cultural que implique a todo el Distrito Federal", añade Guerrero.

A la pobre infraestructura de muchas casas de cultura y a
su inadecuado desempeño se suman los sueldos bajos de quienes las atienden (en promedio reciben 2 mil 500 pesos al mes) y que "ninguna cuenta con un presupuesto asignado para actividades culturales; todas funcionan bajo el régimen de recursos autogenerados, lo que lleva a suponer que la cultura tiene que ser rentable; sin embargo, la mayoría de las casas están económicamente ahogadas y obligadas a realizar actividades que poco o nada tienen que ver con un proyecto cultural acorde al perfil de la comunidad donde se ubican", afirma Arias Leal.

Añade que la normatividad que rige los recursos autogenerados es modificada cada año, "y lo mismo se aplica a baños públicos, mercados o panteones".

La nueva Ley de Fomento Cultural del Distrito Federal (que todavía no entra en vigor) sólo señala que una casa de cultura es "la casa de cultura dependiente de las delegaciones", y continúa confiriendo su creación a las delegaciones, así como la dotación "de recursos materiales y humanos suficientes para su óptimo funcionamiento".

Ante esta orfandad legal, las peticiones de los encargados de los recintos son muy concretas, explica Jaime Guerrero: "que les cambien el régimen de autogenerados; que las consideren unidades independientes para que puedan recibir recursos, que tengan un presupuesto fijo anual, aunque sea bajo, y que la Secretaría de Cultura diseñe una política común e intervenga para frenar el intento por corporativizarlas.

"Son cuestiones muy básicas. Evidentemente, al hacer la Ley de Fomento Cultural, en la Asamblea Legislativa no pudimos añadir estas cuestiones, porque eso corresponde al Ejecutivo.

"Pero de publicarse y aprobarse la ley, las casas de cultura tendrían una base importante para pelear sus presupuestos, su esquema, aunque si no hay voluntad política, el problema de estos sitios continuará y cualquier mejoría pequeña pasará inadvertida. Que las casas de cultura de tres delegaciones logren su propio presupuesto es un avance, pero en el conjunto de la política de fomento cultural esta acción se pierde.

"La mayoría de los directores de las casas de cultura del Distrito Federal se mueren en la raya, están trabajando, haciendo maravillas, inventando acuerdos con instituciones para que pueda fluir la gente hacia sus recintos. Y están tratando de mutarlas, es decir, de que la gente que toma clases de yoga se interese en danza y la que hace macramé se interese en la lectura. Es un gran esfuerzo que hay que reconocerles a la mayoría de los responsables de esos recintos."

En Tláhuac, por ejemplo, además de optimizar el funcionamiento del centro cultural del pueblo de Zapotitlán -que beneficiaría a poco más de 47 mil personas-, se ha propuesto desarrollar una escuela de iniciación artística, un centro de información que cuente, entre otros acervos, con un archivo documental histórico de la zona y sus alrededores y que el recinto tenga de manera permanente un programa anual de espectáculos de alto nivel.

-¿La Secretaría de Cultura del Distrito Federal está totalmente desligada del problema que padecen las casas de cultura? -se pregunta al legislador Guerrero.

-Sí, porque la dependencia de las casas de cultura de las delegaciones se ha interpretado como que no les toca, como que no es asunto suyo. Esa dependencia de las casas de otras instancias como que exime a la Secretaría de Cultura de todo pecado. Como si así la ciudad pudiera andar.

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