México D.F. Lunes 16 de junio de 2003
Boquete en la credibilidad de la prensa de EU
El escándalo del NYT muestra que este medio y otros son armas de propaganda oficial
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 15 de junio. La renuncia de los dos directivos de mayor jerarquía del New York Times este mes fue provocada por los plagios, mentiras y engaños de un reportero novato, pero la tormenta que desató este incidente también puso en duda la credibilidad de esta institución y reveló detalles de cómo el periódico más influyente de Estados Unidos funciona a veces como un vehículo poco crítico y promueve las posiciones oficiales de la cúpula política.
Documentos internos del rotativo filtrados a otros medios en semanas recientes pusieron al descubierto cómo reporteros veteranos del Times han publicado, sin crítica, propaganda gubernamental sobre las presuntas armas de destrucción masiva en Irak y contribuido a la campaña publicitaria a favor de la guerra. "El Times ha sido últimamente más un perpetrador que víctima del fraude", acusó John MacArthur, dueño de la revista Harper's.
Muchos de los problemas del diario -que se proclama ''el periódico del registro histórico"- no son los únicos dentro del mundo de los medios masivos estadunidenses, particularmente en esta época de noticieros de 24 horas, Internet y una situación financiera cada día más difícil para las publicaciones. Pero como han señalado diversos comentaristas, el New York Times marca la pauta para buen número de los medios noticiosos del país y su perspectiva política influye en gran parte del debate interno y en el extranjero.
En las últimas semanas, desde que el reportero Jayson Blair reconoció que inventó viajes para armar sus reportajes, plagió citas y mintió en la información contenida en decenas de sus notas publicadas por el Times, las prácticas internas del periódico se han colocado bajo intenso escrutinio. Aunque su supervisor se quejó de la calidad de sus reportajes, los directores del periódico ignoraron éstas y otras advertencias y trasladaron a Blair a trabajar otras noticias importantes, en particular la del francotirador que aterrorizaba los alrededores de Washington en octubre pasado.
El fraude cometido por Blair no se detectó durante todo ese tiempo, en parte porque el Times, como tantos periódicos más, promovía a algunos reporteros como ''estrellas'' en un sistema en el que los ''favoritos'' son eximidos de los escrutinios a los cuales son sometidos sus compañeros.
La intensa competencia dentro y entre los medios para obtener la ''gran nota'', la ''exclusiva'' o el giro espectacular en un mundo donde hay demasiados reporteros dedicados a las mismas informaciones, genera las condiciones en las que un periodista es premiado si entrega lo que sus jefes desean. Y eso, señalan varios críticos, nutre un clima en el que un buen jugador, como era Blair, se dedique no a reportear, sino a hacer todo lo necesario para complacer a sus superiores en esta gran competencia.
De hecho el Times no es el único en caer en fabricaciones, plagios y mentiras espectaculares de sus reporteros. Entre otros casos están el de la periodista estrella Janet Cooke, del Washington Post, quien ganó un Premio Pulitzer por el reportaje inventado de un niño negro de ocho años adicto a la heroína, y el del periodista Stephen Glass, del New Republic, quien inventó notas sobre orgías de integrantes del Partido Republicano y de otros hombres poderosos, que habían tenido relaciones sexuales con la becaria de la Casa Blanca Monica Lewinsky.
El hecho de que el comportamiento de un reportero novato haya resultado en la renuncia de los directores del periódico más poderoso e influyente de Estados Unidos tiene todo que ver con el capital más importante de un medio: su credibilidad.
Que esto haya sucedido en el periódico que se considera el paragón de la objetividad y el más cuidadoso en su papel de registro nacional de la realidad estadunidense revela que esto es mucho más grave que el solo caso de un reportero delincuente y una falla en el sistema interno de control editorial. El escándalo en una de las grandes instituciones nacionales estadunidenses -el Times es en verdad uno de sólo tres periódicos que se pueden considerar "nacionales" (junto con el Wall Street Journal y USA Today)- ha provocado que reporteros y otras fuentes de ese y otros periódicos reflexionen sobre un problema de fondo mucho más serio que afecta no sólo al Times, sino a muchos periódicos estadunidenses. Esto ya no se trata de Jayson Blair, sino de la credibilidad.
"Considero que el lío de Blair fue sólo un delito menor de abuso periodístico comparado con la cobertura de la guerra en Irak y del gobierno de Bush", escribió Danny Schechter, crítico de medios y director de mediachannel.org. "Estas fallas periodísticas representan un delito mayor", afirmó.
El ex columnista de opinión del New York Times Russ Baker, escribiendo en The Nation, señaló que un ejemplo de esto es el papel de la veterana reportera del Times Judith Miller, cuyas notas se aproximaron mucho a "servir de vehículo a las opiniones del gobierno".
Que el Times reporte las perspectivas del gobierno estadunidense no es nada nuevo ni en sí preocupante, ya que obviamente eso forma parte del trabajo periodístico obligado de cualquier medio. Pero Baker critica que hay una diferencia entre eso y reportar incondicionalmente estas perspectivas, lo que se convierte esencialmente en presentar propaganda oficial estadunidense como nota objetiva, y Miller y sus editores lo hacían con frecuencia en la primera plana del periódico más importante del mundo.
Miller, premiada y reconocida ampliamente, por ejemplo ha escrito una serie de notas a lo largo de los últimos 10 años -gran parte de las cuales fueron publicadas en primera plana, reportando sobre las armas de destrucción masiva en Irak. Una de estas notas, publicada el 21 de abril pasado, citó a un científico iraquí no identificado, que Miller ni había entrevistado, declarando que Irak sí contaba con armas biológicas, y que la mayoría fueron destruidas poco antes de la invasión. En la misma nota sostenía que dicha fuente había confirmado el vínculo entre Al Qaeda y Saddam Hussein.
La nota fue -ya que ella era uno de los reporteros "incrustados" con las unidades militares estadunidenses- sometida a las autoridades y sujeta a las condiciones establecidas por ella (un plazo de tres días para permitir su publicación, no identificar a la fuente, etc.). Es decir, la nota de esta corresponsal reportó sólo lo que los militares estadunidenses le informaron sobre las declaraciones del científico, lo cual nunca fue comprobado, y ella y el Times permitieron que los censores militares la editaran antes de que fuera publicada.
"La nota del 21 de abril fue una de una serie sobre armas de destrucción masiva en Irak enviadas por Miller, que se apoyaban en buena medida en fuentes no nombradas y en oficiales del Pentágono", escribe Russ Baker. Cuestiona qué tanto Miller se ha convertido en vehículo de la propaganda oficial y de las opiniones de una figura en particular de la oposición iraquí, el hombre que el Pentágono desea establecer como el próximo gobernante de Irak.
En un memorándum interno del Times obtenido por el Washington Post, Miller reconoce que se basó extensamente para su información sobre Irak en el líder exiliado Ahmed Chalabi, el favorito de los altos oficiales del Pentágono y quien durante una década promovió la idea de una invasión armada de su país. "El ha otorgado la mayoría de las notas exclusivas de primera plana sobre armas de destrucción masiva en nuestro periódico", escribió Miller a un colega. Pero no sólo es Miller. De hecho, Chalabi tiene una relación muy cercana con el Times, el cual inlcuso contrató a su sobrina para trabajar en la oficina del rotativo en Kuwait e Irak.
Baker, en The Nation, compara el trabajo de Miller sobre armas de destrucción masiva en Irak durante mayo con el de otro reportero veterano del Washington Post. Mientras que el Post reportaba sobre el fracaso de las tropas estadunidenses en encontrar armas químicas, biológicas y nucleares en Irak, Miller escribía sobre supuestos descubrimientos de laboratorios para armas biológicas, materiales radioactivos y otras armas, notas que más tarde resultaron ser no comprobadas o inconclusas.
Tal vez por todas estas críticas el Times publicó el sábado pasado una amplia nota en primera plana de Miller, en la que por primera vez cuestiona las afirmaciones del presidente Bush de que los laboratorios móviles descubiertos en Irak eran fábricas de bioarmas. "Analistas de inteligencia en Medio Oriente, así como también en Estados Unidos y Gran Bretaña, expresan serias dudas sobre las conclusiones del gobierno", reportó Miller.
Pero, como señalan Baker y otros analistas, la guerra ya concluyó, el daño ya está hecho. John MacArthur, el director de Harper's, ofreció otro ejemplo que cuestiona la credibilidad del Times: señala que el corresponsal Michael Lewis, quien cubre economía, ha defendido a la empresa financiera Merrill Lynch frente a las críticas del procurador general del estado de Nueva York. La campaña del procurador contra Merrill Lynch, escribió Lewis el año pasado, fue motivada por sus ambiciones políticas y no por hechos reales. Pero un hecho real que no divulgó el reportero del Times en su nota es que él, el periodista, había aceptado honorarios de 15 mil dólares de Merrill Lynch como pago de una ponencia.
El Times, según estos críticos, en demasiadas ocasiones ha cometido graves errores que -en contraste con lo que hizo Blair- sí tuvieron impactos nacionales y víctimas. Tal vez el más notable fue la aparente campaña periodística contra el científico Wen Ho Lee, acusado de robar secretos nucleares estadunidenses; el Times después tuvo que emitir una disculpa pública cuando el sospechoso fue declarado inocente, y su carrera profesional ya había sido destruida.
Que el periódico más influyente de Estados Unidos parezca favorecer la versión de la cúpula política y económica de este país no debería ser gran sorpresa. Tal como varios periodistas internacionales, desde los ingleses, latinoamericanos y africanos, han comentado a La Jornada recientemente, todo periódico tiene su inclinación. Lo que sí es sorprendente es que el New York Times insista en que su trabajo periodístico está mas allá de los prejuicios y que es de alguna manera "objetivo".
El lío reciente del reportero del Times que fabricó sus notas, argumentó el veterano periodista Sidney Zion, no es tan significativo. "Nadie murió, nadie fue calumniado, nadie fue acusado por algo que Blair haya escrito", señaló Zion en una columna del Daily News.
Los pecados reales del Times, escribió Zion, son mucho más graves: el periódico minimizó el Holocausto perpetrado por los nazis, promovió la imagen de Joseph Stalin y permaneció en silencio durante la era de McCarthy, cuando los anticomunistas realizaron una cacería de brujas de proporciones masivas.
Zion reporta que si un reportero rehusaba responder a preguntas del senador Joe McCarthy, los jefes dejaban de promoverlo a puestos más altos, y si un reportero si atrevía a invocar su derecho constitucional de evitar la autoincriminación y mantener así su silencio, lo cesaban. El veterano reportero de investigación concluyó su columna señalando que el escándalo más reciente en el Times por lo menos descubrió otros problemas más serios dentro del rotativo.
"Jayson Blair debería ganar el Premio Pulitzer", argumentó Zion al repetir una broma que está circulando por Internet, "por su papel en desenmascarar al New York Times." Pero el asunto, claro, tiene implicaciones para todos los grandes medios de este país: destruye una vez más toda ilusión de un periodismo "objetivo" y coloca a todos los medios de nuevo en tela de juicio sobre su credibilidad.
No es por nada que las encuestas casi siempre registran que una abrumadora mayoría cree que los periodistas y los medios no son confiables.
|