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México D.F. Lunes 16 de junio de 2003
Joao Pedro Stédile*
Brasil: el peligro de los transgénicos
La sociedad brasileña está siendo bombardeada
todos los días por falsas noticias producidas por los lobbys
de las grandes empresas multinacionales que quieren imponernos las
semillas transgénicas como una necesidad y un signo de progreso.
Sin embargo, sólo presentan las presuntas ventajas, pero esconden
los peligros para el pueblo y para nuestra soberanía nacional y
alimentaria. ¿Qué está en juego? De un lado, tenemos
los intereses de lucro y el control del monopolio de las semillas por multinacionales
como Monsanto, Cargill, Bung, la Du Pont, Sygenta y Bayer. Del otro, los
intereses de los agricultores honestos y del pueblo brasileño. Esa
es la verdadera confrontación en la cuestión de los transgénicos.
Las empresas y sus lobbistas, en su ambición
de controlar la agricultura brasileña y tener el monopolio de las
semillas, en especial de la soya, maíz, trigo, girasol y algodón,
pregonan que los transgénicos son más productivos y rentables
que la semilla de sus competidores. Si el criterio para practicar agricultura
es dedicarse siempre a productos más rentables, entonces, ¡solamente
deberían estimular la plantación de tabaco y de mariguana!
Los agricultores tienen la responsabilidad de producir alimentos. Y alimentos
saludables y seguros para toda la población.
Una variedad de maíz transgénico ya fue
retirada en Estados Unidos por sus perjuicios para la salud humana y animal.
De la soya no hay hasta ahora ningún estudio que dé seguridad,
y por lo tanto, en el futuro tendrá consecuencias para la salud
humana. Y está comprobado que al ser necesario combinar su cultivo
con el uso intensivo del agrotóxico Roundup, con el pasar de los
años afectará la vida del suelo y del medio ambiente. Es
por esa razón que hace más de cuatro años corre una
acción judicial contra Monsanto, la cual no consiguió presentar
ningún dictamen que atestiguara que su soya no causa ningún
mal al medio ambiente brasileño, como determina la Constitución.
Del área cultivada en el mundo, menos de 10 por
ciento utiliza semillas transgénicas y 95 por ciento de los transgénicos
son producidos por tres países: Estados Unidos, Canadá y
Argentina, donde las multinacionales estadunidenses controlan el mercado.
¿Por qué será que todos los demás países
prefieren la precaución?
En todo el mundo, en especial en Europa y Asia, los consumidores
son contrarios al consumo de productos transgénicos, cuyos efectos
en la salud no están garantizados. Estamos en favor del uso de la
biotecnología, así como los agricultores la han aplicado
empíricamente a lo largo de la historia de la humanidad, pero de
una biotecnología responsable con nuestro pueblo y el futuro del
medio ambiente. Si podemos alimentar a nuestro pueblo con productos de
otras semillas más seguras y saludables, ¿por qué
arriesgarnos con transgénicos? ¿Solamente para garantizar
las ganancias de Monsanto?
Monsanto está intentando inducir, de cualquier
manera, el cultivo de transgénicos en Brasil, porque es su última
oportunidad. En Estados Unidos tuvo una pérdida de más de
mil millones de dólares y sus acciones cayeron 27 por ciento en
el último año. Asimismo recibió la peor cotización
en la bolsa de Nueva York y todavía tiene el desplante de querer
cobrar regalías a exportadores y agricultores brasileños,
que fueron inducidos a cometer dos crímenes: plantar ilegalmente
su semilla de soya Roundup, contrabandeada de Argentina. ¡Deberían
cobrar a la FARSUL, entidad de los latifundistas gauchos, que difundieron
la semilla transgénica!
Brasil necesita una legislación que garantice el
derecho a prevenir la salud pública e impida que las multinacionales
tengan el monopolio de nuestras semillas, colocando en riesgo la soberanía
nacional. Por ahora, está vigente la Medida Provisional (MP) 113,
que ya fue aprobada por la Cámara y que libera el comercio temporal
de la soya gaucha de esta cosecha, pero que mantiene la prohibición
rigurosa del cultivo de cualquier semilla transgénica para fines
comerciales. El gobierno está preparando una nueva ley definitiva
para sustituir a la MP, que será enviada al Congreso el próximo
mes. Es necesario un amplio debate de toda la sociedad brasileña,
de los consumidores de la ciudad para que todos se manifiesten y presionen
al gobierno y los parlamentarios.
Monsanto viene gastando millones en lobby, financiando
campañas, pagando viajes de delegaciones a Estados Unidos, haciendo
propaganda en medios de comunicación, alimentando a periodistas
y comentaristas solamente para garantizar su lucro. Esperamos que el gobierno
y los parlamentarios brasileños actúen del lado del pueblo
y no del lado del capital estadunidense. Ese es un asunto de salud pública
y de soberanía alimentaria nacional. Si el gobierno y el Congreso
se equivocan, ¡serán demandados por la historia y por el pueblo!
* Dirigente del MST (Movimiento de los Sin Tierra) y de
Vía Campesina
Traducción: Agencia Latinoamericana de Información
(ALAI)
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