México D.F. Domingo 15 de junio de 2003
REPORTAJE /ALUMBRAMIENTO
DE UN MITO DEL SIGLO XX
Promiscuos, viven en recuerdos, palabras e invenciones
Un Che de leyenda y otro real, arraigados en
Bolivia
Fidel Castro decidió hacerle su guerrilla a Ernesto
Guevara como quien da un juguete a un niño para que se entretenga,
expresa el historiador Humberto Vázquez Viaña, ex integrante
de la red urbana de apoyo a la guerrilla del Che
ARTURO GARCIA HERNANDEZ /II ENVIADO
Santa Cruz de La Sierra, Bolivia. Dos Che
Guevara, uno real y otro de leyenda, se pasean de la mano por Bolivia.
Ambos son verdaderos. Viven, promiscuos, en el recuerdo, las palabras y
la invención de propios y extraños: de las aportaciones de
todos está hecho el mito y sus enigmas.
Y no son pocos los enigmas que rodean la presencia de
Ernesto Guevara en Bolivia: ¿Por qué eligió ese país
como escenario del proyecto revolucionario que finalmente le costó
la vida, en 1967? ¿Por qué fracasó? ¿Fidel
Castro lo dejó morir? ¿Qué papel jugó la CIA
en los hechos? ¿Por qué incurrió en errores tan elementales
en apariencia? ¿Es un héroe o un mártir mesiánico?
¿Fue traicionado por su amigo, el intelectual francés Regis
Debray? Biografías van y biografías vienen, pero quizá
nunca se les dé a estas cuestiones -amplia e intensamente discutidas-
una respuesta totalmente satisfactoria.
Humberto Vázquez Viaña, sociólogo
e historiador boliviano, ex integrante de la red urbana de apoyo a la guerrilla,
dice que él y su hermano Jorge, caído en combate, eran militantes
del Partido Comunista Boliviano (PCB). Su padre fue un historiador y abogado
importante, participante en la nacionalización del petróleo
años antes de que Lázaro Cárdenas hiciera lo propio
en México, en 1938.
Una "chifladura"
Humberto
y su hermano se involucraron en el movimiento "porque pensábamos
que estaban las condiciones maduras en el mundo para un cambio, por la
vía de las armas, hacia el socialismo". Ese era el espíritu
de la época, más seductor para un joven enjundioso de 26
años, que la vía electoral burguesa: "Eramos los blandos
contra los duros. Así veía uno las cosas y así
las creía correctas en la concepción del momento. Ahora uno
dice: 'fue una chifladura', pero en ese momento..."
-¿De veras lo ve como una "chifladura"?
-Ahora sí, una locura. Pero en ese tiempo estaba
muy bien: Vietnam estaba derrotando a Estados Unidos... Las cosas se veían
en esa dirección.
Vázquez Viaña fue de los pocos que en su
momento supieron que el Che Guevara encabezaba la guerrilla boliviana.
"Saberlo me dio confianza de que el triunfo era seguro.
Había seguido sus escritos, sabía lo que había hecho
y pensaba: vamos bien, ya ganamos. Eso fue lo malo, porque empezamos a
perder espíritu crítico."
En su libro Una guerrilla para El Che y en entrevistas
diversas, Vázquez Viaña ya ha relatado la ambigüedad
del PCB y su dirigente, Mario Monje, hacia la guerrilla. Este hecho fue
decisivo en el aislamiento y final derrota del Che. De hecho, antes
de integrarse a la lucha armada, el PCB encargó a Humberto que vigilara
a Debray, entonces ideólogo cercano a Guevara, durante una de sus
visitas a Bolivia.
Sobre el papel del gobierno cubano en el movimiento del
Che en Bolivia, Vázquez Viaña cree que Fidel decidió
hacerle su guerrilla al Che como quien da un juguete a un niño
para que se entretenga. "Pero no para deshacerse de él en el sentido
literal de la palabra, sino porque Fidel necesitaba negociar el apoyo de
los soviéticos, con los cuales el Che tenía cada vez
más frecuentes y profundas diferencias. Fue por eso que después
de la derrota del Che en el Congo, Fidel impulsó el proyecto
guevariano en Bolivia". Todo se hizo muy apresuradamente y a eso se debe
la "enorme improvisación y desorganización con que se llevó
a cabo el movimiento". Para ilustrar este punto, baste decir que hubo un
momento en que la guerrilla se dividió en dos grupos que perdieron
contacto. Para localizarse y seguir sus respectivos movimientos, recurrían
a las noticias que sobre el conflicto oían en un radio.
Y justo oyendo la radio en La Paz, Vázquez Viaña
se entera de la muerte del Che: "No me dio pena o tristeza, sino
más bien pensé: 'y ahora qué'. Es la misma sensación
que tuve cuando cayó el Muro de Berlín: ¿y ahora qué?
Era claro que con la muerte del Che se acababa todo lo que había
soñado. No sabía qué hacer".
El ex guerrillero logró escapar. Se escondió,
después se exilió un par de meses en México. Luego
se fue a Cuba, donde vivió tres años.
-¿Valió la pena?
-No me arrepiento. Cuando me preguntan si repetiría
todo lo que hice, respondo que lo haría mejor. No haría tantas
tonterías como se hicieron. Y me preocuparía por darles más
seguridad a mis hijos, por ejemplo.
-¿Cómo ha sido vivir a la sombra de un mito
de esa magnitud? Aunque no quiera, su vida está para siempre ligada
al Che.
-Me siento bien. No lo veo mal. A ratos sí molesta,
cuando hay gente que se enoja conmigo. ¿Crees que ahora puedo entrar
a trabajar en una oficina de gobierno? No me dejan, porque la embajada
de Estados Unidos sigue decidiendo aquí todo, hasta quién
es jefe de policía. Por otro lado, tiene sus ventajas, porque uno
tiene su aureola. Hay ciertas ventajas, tampoco todo es tan negativo. Haber
andado en la guerrilla es una cuestión que impacta, sobre todo por
una cuestión de clase: no somos ricos, pero sí de una de
las familias más tradicionales. ¿Quién se iba a imaginar
que mi hermano y yo íbamos a estar metidos en esa cosa tan rara
de comunistas?
Vázquez Viaña sugiere hacerle la misma pregunta
a Gary Prado, quien era capitán del ejército boliviano cuando
capturó al Che, el 8 de octubre de 1967.
"Al
contrario mío, Gary odia a ese personaje y no puede librase de él.
Es su condena histórica, es su cadena", dice Vázquez Viaña.
En su momento, ante la pregunta, con la mirada endurecida,
Prado responderá: "Yo he hecho cosas más importantes en mi
vida que esto del Che, antes y después de la guerrilla. Lo
del Che ha sido una cosa adicional. Mi vida profesional y política
tiene su propio rumbo al margen de la cuestión del Che.
-Pero es recordado por este hecho, más que por
otras cosas.
-Por la prensa, seguramente. Pero en mi país, si
usted pregunta por qué respetan y conocen a Gary Prado, le van a
decir que por su defensa de la democracia.
Hay quienes responsabilizan a Prado no sólo de
la captura, sino del asesinato del Che. Es otro estigma que lleva
a cuestas el hoy general retirado, ex embajador de Bolivia en México,
donde el crítico de arte y luchador social Alberto Híjar
le vació una copa de vino en el rostro al tiempo que lo llamaba
"asesino".
Mañana, Gary Prado habla del asunto.
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