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México D.F. Lunes 9 de junio de 2003
José Cueli
Lo mejor de la feria: el mujerío
A las siete en punto de la tarde dieron principio todas las corridas de la feria de San Isidro en Madrid. En todas, las cuadrillas desfilaron por el redondel con el coso lleno. En casi todas, los toros de imponente presencia rodaron por el suelo, sin fuerzas, descastados, a excepción de los Victorinos y los de Fuente Ymbra, es decir, ganado infernal, corridas de bueyes, y hacia el final de la feria, el público mostrando su molestia arrojando cojines al ruedo.
Los toreros, ante este ganado y un público difícil, la pasaron como mejor pudieron. El Califa, un torero modesto que busca abrirse paso, triunfó esta semana a toma y daca, jugándose la vida. Muy bajo resultado para veintitantas corridas. El Juli, pese a una tanda de pases naturales "chipén", naufragó a su vez, en su encierro con toros de diferentes ganaderías.
La feria, que había despertado gran espectación entre los madrileños y en especial, los aficionados, resulta una decepción. ƑQué pasa con el toro bravo? ƑQué pasa con los ganaderos? ƑQué pasa con los toreros? El público, si no ya emociones, cuando menos espera "toreo bonito" a la moderna, para regusto del mujerío que asiste a los festejos al canto de:
"Vámonos a los toros
vámonos sin tardar
que las mozas buenas
van para allá".
Total el entusiasmo, la quemazón, esa rabieta espiritual y corporal que se posesiona del cuerpo de los aficionados durante la feria de San Isidro, la apagaron los bueyes que desfilaron tarde a tarde y sólo algunos se prendieron gracias al mujerío que acudió a dar tono y calor a los festejos en donde se supone se templan varoniles espíritus en la lucha del hombre con la fiera. Lucha que se esfuma día a día.
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