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México D.F. Miércoles 4 de junio de 2003

Gabriela Rodríguez

Muerte y maternidad

Debiera ser motivo de escándalo social el pasado 28 de mayo, Día Mundial de Acción por la Salud de las Mujeres. Cuando se cuenta con la tecnología médica para evitar la mortalidad materna, tres más habrán muerto por complicaciones en el embarazo, parto o aborto mientras usted da lectura a este artículo.

Se trata de un rasgo más de la injusticia social que divide a este planeta en dos realidades: la de los países pobres y la de los ricos. Una mujer que da a luz en un país subdesarrollado corre el riesgo de morir en "una de cada 13 ocasiones", mientras en el mundo industrializado este riesgo disminuye a "una entre 4 mil 100". Así de grande es la diferencia. Noventa por ciento de las 515 mil mujeres que mueren al año por complicaciones en el embarazo, parto o aborto viven de este lado olvidado del planeta.

Los actuales sistemas de salud pública han dejado de valorar el cuidado colectivo de que eran objeto las embarazadas en el mundo mesoamericano y el culto sagrado que se ofrecía a quienes morían en esa valiente aventura: las convertían en diosas.

Según describe fray Bernardino de Sahagún (y conste que aún no he revisado en la nueva biografía de Marta Idem si no es su tatarabuelo) en la Historia general de las cosas de Nueva España, los representantes de la sociedad atendían desde el tercer mes de gestación a las futuras madres: "Mirad que tengáis mucho cuidado de ella, mirad que no haya negligencia, mirad mucho por ella, tened mucho cuidado de ella, y para que no caiga en algún peligro, y para que no le acontezca alguna cosa (...) Llegado el tiempo del parto llamaban a la partera, y los hijos e hijas de los señores nobles, y de los ricos y mercaderes, cuatro o cinco días antes que pariese la preñada, estaba con ellos la partera aguardando y esperando a que llegase la hora del parto". A las mujeres que morían por complicaciones en el parto las canonizaban por diosas, "llamábanlas mozihuaquetzque, que quiere decir mujer valiente. Iban a enterrar a esta difunta a la hora de la puesta del Sol, como a las ave marías; enterrábanla en el patio del cu, y llegando al patio, metíanla debajo de tierra, y su marido con otros amigos guardábanla cuatro noches arreo, para que nadie hurtase el cuerpo (...) porque la estimaban como cosa santa y divina. Era muerte muy honrosa y muy provechosa (...) habéis ganado con vuestra muerte la vida eterna, gozosa y deleitosa con las diosas que se llaman Cihuapipiltin, diosas celestiales".

Hoy el dios es uno y masculino, y a nadie le interesan las madres muertas. Las más olvidadas y desatendidas son las mujeres indígenas, entre quienes el riesgo por muerte materna es tres veces mayor que en el resto del país. Las adolescentes son otro grupo de riesgo: la mitad de muertes maternas ocurre en menores de 19 años, el embarazo prematuro está entre las principales causas de fallecimiento entre jóvenes de 15 a 19 años. La mayoría muere por hipertensión y hemorragias y 8.4 por ciento por aborto inducido. Y es que atrás de la mortalidad materna están los embarazos no deseados. De los años 70 a los 90 el acceso a los anticonceptivos redujo a la mitad la tasa de mortalidad materna y en forma significativa la de abortos, los cuales, por su condición de ilegalidad, siguen ocurriendo de manera clandestina e insegura.

Este panorama contrasta con el único territorio que tuvo motivo de celebración este 28 de mayo: la ciudad de México. En el momento en que las políticas macroeconómicas pretenden quitar a los estados la responsabilidad del bienestar social y cuando el gobierno federal está desmantelando las instituciones públicas, hay que hacer un reconocimiento especial a la Secretaría de Salud del Distrito Federal, encabezada por la doctora Asa Cristina Laurell. De las políticas sanitarias que ha llevado a cabo el Gobierno del Distrito Federal, y como partícipe que soy del movimiento amplio de mujeres, decidimos destacar:

1) El fortalecimiento de la red de servicios de primer nivel, que da acceso a servicios de salud integrales y de calidad a personas aseguradas o no.

2) Los exámenes de VIH/sida voluntarios, confidenciales y gratuitos que se han aplicado a más de 5 mil mujeres, y el programa de atención y prevención del VIH/sida en embarazadas.

3) La pensión universal ciudadana del Programa de Salud 2002-2006, que favorece a empleados, desempleados y a todas aquellas personas que no han tenido alguna relación laboral formal, como las amas de casa.

4) Y especialmente, por inédito en la historia del país, el acceso a servicios de aborto legal en instituciones de salud pública del Distrito Federal en las causales permitidas por el Código Penal.

El programa ataca directamente las causales de mortalidad materna y responde a la visión de las capitalinas, quienes por mayoría no queremos que se privaticen los servicios y tampoco comulgamos con el catecismo sexual del Vaticano, ni con la actual agenda del Partido Acción Nacional contra el condón y el aborto legal, pues nos queda claro que al declararse en favor de la vida intrauterina están condenando a muerte extrauterina a miles de mujeres.

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