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Auténtica
coleta, transgresora, Concepción Villafuerte reflexiona: "Es
peligroso hacer un periódico"
-- Era un atrevimiento que firmara las notas. Ese trabajo
era del hombre
-- Llegaban anónimos donde lo único que no me decían
era bonita
-- Los políticos se dirigen siempre a mi marido, yo hago el periódico
pero para ellos no existo
Concepción Villafuerte
Mi
nombre es Concepción Villafuerte y mi madre me regaló su
nombre, Esperanza Blanco. Ella me contó su historia. Nació
en el año uno del siglo veinte y yo nací 45 años
después, al terminar la segunda guerra mundial. Las leyes de Reforma
llegaron a Chiapas con un siglo de retraso, la iglesia católica
tenía el monopolio de los registros de nacimiento, por eso al bautizarme
me pusieron María, de tal suerte que me llamo María Concepción
Esperanza Villafuerte Blanco.
Cuando por curiosidad le pregunté a mi madre por qué me
puso ese nombre. Ella me contó una historia. Durante la guerra
cristera el gobierno del general Calles fabricó a una mártir
para inculparla de un crimen que el mismo gobierno cometió: la
señora Concepción Acevedo de la Llata, conocida como la
madre Conchita. Después de haber purgado su condena en las Islas
Marías, recorrió el país contando su historia. Un
día llegó a San Cristóbal de Las Casas, Chiapas,
lugar donde yo nací, donde nació mi madre, mis abuelas,
bisabuelas y tatarabuelas. (Soy auténtica coleta, así les
dicen a los nativos de esta ciudad). Mi madre se conmovió tanto
con el relato que cuando nací me puso ese nombre.
Vivo en la ciudad que fundaron los españoles y sus indios aliados
en 1528. Los conquistadores trazaron la ciudad y a los indios les destinaron
los barrios que la rodean. Aquí se comercializaban los productos
que los peones acasillados transportaban a lomo de mula o de indio y que
provenían de las haciendas. En cada casa había una mujer
empresaria que se encargaba de administrarlos. La única libertad
para las mujeres era acudir a misa los domingos y fiestas de guardar.
Los demás días trabajaban dentro de sus casas.
Había sirvientas y criadas. Las criadas eran sirvientas-esclavas.
Niñas que a cambio de un dinero eran entregadas de por vida a los
ricos. Todavía la servidumbre doméstica es mayoritaria-mente
indígena.
De la revolución solo nos llegó la resaca: las hordas saqueadoras
de federales, revolucionarios o mapaches. Al abuelo Enoc se lo llevó
la leva. Regresó muy enfermo.
Después de la revolución llegó la guerra cristera.
No hubo enfrentamientos armados pero la gente sufrió mucho por
la prohibición del culto. Tener que cumplir con los sacramentos
a escondidas era un gran conflicto, particularmente para las mujeres pues
ese era el único pretexto para salir de casa.
Después de la guerra cristera comenzó la lucha política.
Por primera vez en la historia vino a esta ciudad un candidato a la presidencia
de la república, el general Lázaro Cárdenas. Fue
un acto importantísimo, pero junto a ese nuevo gobierno llegó
también el indigenismo. Por primera vez los indios entraron a la
ciudad en una marcha por la Milpoleta hasta palacio municipal. Llegaron
para apoyar al candidato del PRI de aquella época.
En los años cincuenta, los indios, después de la efervescencia
cardenista, comenzaron a ser la carne de cañón del gobierno
priísta.
Vivíamos juntas mi madre y yo, pues mi padre falleció en
esa época. Tuve muchos hermanos pero no conocí a la mayoría.
Murieron por enfermedades curables antes que yo naciera. No había
vacunas, ni hospitales, los que sobrevivimos fue gracias a la medicina
casera y un milagro.
En la adolescencia, por la orfandad y la falta de apoyo económico,
se pasó el tiempo de cursar la secundaria. Fueron tres años
sin rumbo, a veces con un hermano, otras con una hermana, viviendo otras
costumbres fuera de la casa materna.
Entre el ir y venir aprendí a escribir a máquina; con ese
solo conocimiento conseguí trabajo de mecanógrafa. Mi hermano
me regaló sus libros para aprender contabilidad. Trabajé
primero en una empresa de transportes que estaba a 200 metros de mi casa;
pero tenía forzosamente que atravesar por la Escuela de Derecho.
Cada mañana era un martirio porque salían los estudiantes
burlones exactamente al diez para las ocho, cuando yo atravesaba esa calle;
siempre me fastidiaban.
En la empresa donde trabajaba conocí a un notificador de Hacienda.
Transcurrían los años sesenta, la ciudad y su gente comenzaban
a cambiar, había llegado el nuevo obispo, y con él, la reestructuración
eclesiástica. A las mujeres nos permitieron entrar al templo sin
el velo en la cabeza, los sacerdotes oficiaban de frente a los fieles.
Cambiaron el latín por el español en la liturgia, y en las
comunidades indígenas por la lengua materna.
El notificador de Hacienda que frecuentaba la empresa donde trabajaba,
era simpático, amable y educado; no era el tipo coleto orgulloso,
pedante y engreído. Mantuvimos un año de amistad y después
Amado y yo nos casamos. Aquí terminó una etapa.
II
Cuando
empezó mi vida de casada descubrí que mi esposo tenía
una extraña afición. Todos los días a las ocho de
la noche tomaba su libreta, se enroscaba la bufanda al cuello, se ponía
el sombrero y se iba. Era redactor de la nota social de un periódico
que comenzó a circular en 1967. En la ciudad no había radiodifusora,
ni televisión y apenas unos cuántos teléfonos.
Regresaba en la madrugada y al siguiente día, a las siete de la
mañana, tenía que estar levantado para el trabajo. Esa actitud
me fastidiaba y detestaba al periódico.
Entre el 67 y el 70, tuvimos cuatro hijos 舑entre ellos unas gemelas-.
En 1968, se le ocurrió a mi esposo y a un amigo, la brillante idea
de editar un periódico semanal, Tiempo lo llamaron y circulaba
los fines de semana. Ya no eran las noches y las madrugadas, eran los
fines de semana los que me quitaba el periódico.
La
actividad era abrumadora. Se formateaba a tipo suelto, letra por letra,
durante 48 horas-hombre. Además había que convencer a los
tipógrafos para que trabajaran en la noche, se les llevaba su tequila,
la botana y los tacos. La parte más difícil era el financiamiento,
ver los anuncios y la circulación. No había voceadores,
pues no existían periódicos. Hay un internado de niños
indígenas que les daban el domingo libre. Una veintena de ellos
acudía a sacar su paquete de periódicos para venderlos en
las calles, la circulación era muy efectiva y la gente leía,
increíble, pero leían más que ahora.
Continuábamos editándolo por puro gusto. Me hice cargo de
la administración. Hay que decir también que estábamos
bien ocupados en la crianza de niños, Amado se hacía cargo
de sus 7 hermanos y yo de mis cuatro hijos, mi madre me ayudaba, pero
era complicado.
Llegaron los años setenta y la sociedad nos cambió la vida.
Al principio nos enrolamos en el Movimiento Familiar Cristiano, la parte
social de la iglesia católica. Fue una época en que la iglesia
se extendió. Surgieron las comunidades eclesiales de base y también
en las comunidades indígenas se dio ese cambio.
En 1973 la ciudad sufrió la última inundación. Quedó
bastante deteriorada. Por otra parte comenzaron a surgir los indígenas.
Estaba de moda el PRODESCH (Programa de Desarrollo Socioeconómico
de los Altos de Chiapas), un programa ambicioso para el desarrollo de
los pueblos indios en donde hubo derroche hasta el cansancio. Se realizó
el primer congreso indígena, o lo que fue la segunda toma de la
ciudad por los indios.
En
el 75 nació mi quinto hijo.
No podíamos ni sabíamos informar sobre la lucha social,
nos concretábamos a la situación local, pero cada vez había
más información de los pueblos indios.
En 1978 mi esposo decidió estudiar una maestría y se fue
al DF. El periódico tendría que desaparecer pero ya habíamos
adquirido una enorme imprenta del siglo 18, que la pagamos con la venta
de nuestro vehículo. En ausencia del editor asumí la responsabilidad
del periódico. Busqué algunos artículos de fondo,
la nota de eventos sociales que era muy importante, los acontecimientos
más recientes y salió la edición.
Fue mi primera experiencia de enfrentamiento con la sociedad coleta. Era
un atrevimiento que yo firmara las notas. Ese trabajo era de mi marido,
del hombre. Ese trabajo no se veía bien en una mujer. Nadie se
atrevió a decírmelo de frente, lo leí en los anónimos,
igual a los que recibí en 1994 y que sigo recibiendo hasta la fecha
con amenazas de muerte y con insultos, porque nos culpan de ser zapatistas.
Una mujer de periodista. ¡Vaya atrevimiento!
Una vez recibí un texto de uno de los colaboradores espontáneos.
Era una crítica redactada en términos rebuscados y se refería
a los clubes de damas de la costura, que eran muy elitistas y en los cuales
las damas de sociedad se reunían una vez a la semana para coser
y echar tijera. Lo publiqué y después recibí un anónimo
en el que lo único que no me decían era bonita. Sí
decía que yo era una arrabalera y que jamás sería
una dama de sociedad. Ni modo, así me quedé.
Fue un año muy difícil por la ausencia de mi esposo, la
atención de los niños, mi madre enferma y yo enfrentándome
a la sociedad coleta.
Los periodistas "colegas" de mi marido, no míos, se sintieron
agredidos por mi atrevimiento. Manejaban en sus columnas críticas
ofensivas, pero al igual que ahora, ni los veo, ni los leo.
Al año siguiente volvió mi esposo a reintegrarse a la actividad
normal. Empezamos a reorganizar el Tiempo, pero yo había cambiado
la estructura, había incluido otro tipo de información y
la mayor parte de las veces había confrontación de ideas.
Amado siempre ha sido muy institucional y legalista y yo he sido muy irreverente,
yo escribo como hablo, no disfrazo las palabras. Luego, si el traía
una nota del PRI y yo tenía una nota de indios yo le volaba la
del PRI y metía la de los indios. Entonces, cuando él hacía
el periódico yo no participaba y cuando él no podía,
yo lo hacía, pero a mi modo.
En 1979 y parte de 1980 seguimos editando el Tiempo. Para esas fechas
yo ya conocía y tenía amigos periodistas que me daban información
de denuncia, de problemática social y sobre los indígenas.
Estábamos en esa transición de la información cuando
en la madrugada del 26 de julio de 1980, cuatro escopetas calibre 16 fueron
disparadas por igual número de pistoleros, haciendo trizas los
cristales de la casa y de nuestros vehículos. A los tres días
supimos que el agresor intelectual era un amigo del gobernador en turno,
que se había molestado porque en un periódico de la capital
del estado se había publicado una nota en contra de su padre que
era talador de bosques, y se imaginó que nosotros éramos
amigos de aquel periodista.
Comenzamos a planear editar un diario.
III
No teníamos equipo, el proceso de tipografía era muy lento,
había que buscar otro tipo de maquinaria. Un linotipo y una prensa
plana serían maravillosos.
Sí, pero ¿dónde conseguirlos, con qué dinero,
quién lo iba a instalar, cómo aprender a usarlos?. Dos meses
después llegó la respuesta. Unos vendedores de maquinaria
vieja ofrecieron conseguirlos.
Llegó el equipo, se instaló en una galera junto a la casa,
pero no sabíamos manejarlo. Pasaron dos años para poder
echarlo a andar. Estábamos listos para empezar, cuando el Chichonal
hizo erupción y se nos llenó el taller de ceniza; nos quedamos
otro año limpiando, desarmando máquinas, engranes, techos
y pisos; no se podían echar a andar las máquinas porque
la ceniza las destruiría.
La vida se fue haciendo más agitada en lo social y más aún
en lo económico. Los gastos eran mayores y ya no teníamos
otros ingresos, nos dedicamos a la imprenta. No se financiaba el periódico,
teníamos que maquilar trabajos.
El 3 de noviembre de 1983 decidimos hacer un diario. Lo llamamos el Diario
Hoy, y el Tiempo seguiría siendo semanal. Amado dirigía
el semanario y yo el diario. Hicimos encuestas para saber si se podía
financiar un diario en la ciudad, nadie le auguró larga vida. Pero
cumplimos el primer año, luego el segundo y así continuamos.
Era la época del gobernador Absalón Castellanos, que desató
una represión masiva y sentimos en carne propia lo que significan
las amenazas del gobierno. Seguimos publicando en el diario todas las
cuestiones indígenas hasta donde alcanzaba el espacio.
Fuimos señalados como comunistas y en ese tiempo el comunismo era
como el demonio. Después, en el trajín de la comunicación,
coincidimos con don Samuel Ruiz García en su pastoral indígena.
En el 85 nació mi sexta niña.
Al final de los años 80s, toda la familia se había integrado
a la edición del periódico. Habían hijos e hijas
linotipistas, prensistas, formadores, distribuidores, que después
se convirtieron en reporteros, escritores, redactores y finalmente algunos
en profesionistas de la comunicación.
Llegamos a la década de los noventa en un estado convulsionado
por la situación social, política y económica. Estaban
los asentamientos de los indígenas expulsados, las invasiones,
la represión, las movilizaciones de mujeres, maestros, campesinos
y las constantes denuncias de violación a los derechos humanos.
Don Samuel Ruiz García nos invitó a participar en el nacimiento
del Centro de Derechos Humanos (CDH) Fray Bartolomé de Las Casas.
Acudimos a su llamado y a partir de ahí no nos quitaron el mote
de ser protegidos de don Samuel y a él de financiar nuestro periódico.
Fueron años muy difíciles, porque además de trabajar
en el CDH sin cobrar salario, teníamos que hacer el periódico.
El Diario Hoy lo mantuvimos desde 1983 a 1989, éramos codirectores
Jorge Enrique Hernández y yo; en el 86 metieron a la cárcel
a Jorge Enrique, pero en el 89 cuando entra Patrocinio González
Garrido como gobernador, lo deja libre y ya no quise seguir manteniendo
el nombre de Jorge Enrique, para dejarlo en libertad, por si había
hecho tratos con Patrocinio. Cancelé el Diario Hoy, lo borré
del mapa e hice el diario Tiempo.
Con Patrocinio como gobernador la situación social era humanamente
insoportable. No podíamos captar y menos transmitir tanta noticia
sobre injusticias, atropellos, violaciones. Empezamos a soñar en
comprar una maquinaria que nos pudiera dar más rendimiento, más
páginas para aumentar la información.
En 1993 pensamos en hipotecar la casa, nuestro único patrimonio,
aun a sabiendas que podíamos perderla si no resultaba la inversión
de la nueva maquinaria. Terminó el año 1993, el crédito
lo obtendríamos el 15 de enero del año siguiente.
Hasta ahí llegamos, el 1o. de enero de 1994 nos cayó de
sorpresa el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) que trajo consigo otra historia pendiente de contar.
Han transcurrido nueve años que no puedo reseñar. Es demasiada
información. Se necesitaría escribir en varios tomos. A
lo mejor mis nietos lleguen a conocer esa otra etapa.
IV
En el 94, el Tiempo lo tuvimos que suspender porque ya no podíamos
sostenerlo económicamente, Amado se lanzó como candidato
a gobernador de la sociedad civil, con registro del PRD.
Mientras Amado fue gobernador en rebeldía, mantuvimos a Tiempo
como revista, que la especializamos en información zapatista. Una
vez que Amado terminó su compromiso con el EZLN, de ser gobernador
en rebeldía, empezamos a hacer La Foja Coleta, en septiembre de
1998; ahora sale diario, a excepción del domingo. Es una sola hojita,
es lo máximo que podemos hacer, es muy barata porque cuesta un
peso, hacemos puras notas locales.
En
el feminismo estuve 10 años pero me da mucha tristeza hablar de
eso porque las mujeres no se dejan ayudar. Luchamos mucho con ellas para
que por lo menos se defendieran de los maridos, pero era una lucha infructuosa
para que entendieran por qué el marido no tiene derecho a golpearlas,
decían 舠sí, está bien舡 pero nada mas
veían al marido y volvía a doblegarse. Trabaje 10 años
en acompañar a las mujeres violadas y maltratadas, pero definitivamente
tiene que ser una estructura que cambie la mentalidad y las cosas, necesitamos
otro tipo de respeto, no nada más defendernos. Estamos igual que
los indios ¿Cuándo nos van a dar un renglón?
Algo que antes me daba coraje es que viene gente y pregunta por el licenciado
Avendaño, los políticos si quieren hacer una declaración,
una confesión, un apoyo, es a Avendaño al que se dirigen,
yo no existo. Amado su único trabajo en la Foja es hacer el editorial
y revisar la corrección, todo lo demás lo hacemos mis hijos
y yo, pero todo mundo le manda las invitaciones al licenciado Avendaño.
Bueno, si yo se que yo hago el periódico ya para qué me
preocupo de que le manden las invitaciones a él.
Seguimos viendo que es peligroso hacer un periódico. El 21 de abril
en la madrugada, nos balacearon el domicilio, 8 balazos de 9mm. La Procuraduría
de Justicia inició una averiguación, yo digo que es una
farsa porque dicen que fueron dos militares ebrios los que vinieron a
disparar frente a la casa, de uno dan el nombre y de otro un apellido,
y la testigo es una indocumentada que trabaja como prostituta, pero no
vive en mi calle sino en la paralela a la mía. Dicen que los militares
estaban ebrios pero yo salí a la calle inmediatamente después
de los impactos y no había nadie en la calle. Yo pido una ampliación
a la declaración, no la hacen; que manden a citar a las personas
que dispararon para ver porqué lo hicieron. Para mí que
es una intimidación porque publicamos la auditoria interna que
se hizo en el municipio de San Cristóbal, que gobierna Enoch Hernández
Cruz, del Partido Alianza Social (PAS). Me la dieron a conocer y yo la
publiqué, hay un fraude millonario. Ahora que si los militares
asumen su responsabilidad, los quiero ver.
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