México D.F. Sábado 31 de mayo de 2003
Habla Jorge Wagensberg, director del Museo de
la Ciencia de Barcelona
El papel del científico es seducir y llevar
el saber a los legos
''Si están bien hechos y bien pensados, los museos
serán las catedrales del futuro'', vaticina
Presenta en México su nuevo libro Si la naturaleza
es la respuesta, ¿cuál era la pregunta?
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
Un científico verdadero debe salir de su laboratorio,
conocer lo que sucede a su alrededor, saber de música e inclusive
ir al futbol, porque nunca se sabe de dónde va a llegar la idea
que genere conocimiento; debe ser un ''seductor" para provocar cambios
y comprobar, de una vez por todas, que la ciencia no es una materia exclusiva
de los especialistas sino que es fácil transmitirla a los legos,
expresa Jorge Wagensberg, director del Museu de la Ciència de la
Fundació La Caixa de Barcelona, pionero en el concepto del espacio
museístico en el que se permite ver y tocar.
Descubrir para compartir
Wagensberg
(Barcelona, 1948) visita México para promover su libro Si la
naturaleza es la respuesta ¿Cuál era la pregunta?, y otros
quinientos pensamientos sobre la incertidumbre que publica Tusquets
en su colección Metatemas, que dirige el científico.
Profesor de la Universidad de Barcelona, Jorge Wagensberg
apuesta por una ciencia a la que todo el mundo tenga acceso y en la que
los museos juegan el papel de centros de encuentro donde las personas puedan
debatir.
Para un científico de verdad, expresa en entrevista,
''el primer gozo es hacer un descubrimiento, pero lo que viene inmediatamente
después es decírselo a alguien. El conocimiento que no se
puede transmitir no es conocimiento. Contra lo que se piensa, la ciencia
es muy fácil de transmitir: cualquier científico está
dispuesto a explicar cualquier teoría a cualquier persona".
Reconoce que se ha caído en el error de pensar
que la ciencia es sólo para los científicos y eso, señala,
es culpa de los divulgadores. ''Es como decir 'las matemáticas no
son para mí' como si hubiera una incompatibilidad genética.
Eso no existe, seguramente fue por la mala suerte de tener un mal maestro
de matemáticas. Los profesores, los investigadores, deben ser sobre
todo seductores, proveer estímulos. La ciencia tiene un gran atractivo,
no hay nada más emocionante que entender lo que ves".
La ciencia, agrega, es democrática, porque puede
cambiar sus verdades. Pero más allá también es posible
aplicar el método científico a la democracia como forma de
gobierno, lo cual, aclara, no significa darles el poder a los científicos.
Precisa: la democracia es el único sistema que intenta ser objetivo,
inteligible y dialéctico ''aunque también es verdad que a
la hora de las elecciones lo olvidamos todo".
Alentar la conversación
No es democrático tapizar las calles de las ciudades
con fotografías de los candidatos a tal o cual puesto público,
porque se da un fenómeno similar al que ocurre en las dictaduras:
''Por ejemplo con tiranos como Saddam Husein, porque no podías ir
ni al lavabo sin encontrar su imagen; lo mismo sucedía en las calles.
Eso es perverso. Al utilizar el método del arte, que es la emoción
visual y religiosa, lo que hacen es confundir al ciudadano al decirles
que son la divinidad.
''Tapizar con fotografías ya no es democracia.
La democracia es debatir los problemas y eso tampoco se hace. Como mínimo
creo que el método científico nos indica en qué dirección
puede madurar la democracia y eso no significa dar el poder a los científicos."
El Museo de la Ciencia de Barcelona fue uno de los primeros
en abandonar las vitrinas y dejar a los visitantes acercarse a los objetos.
Para Wagensberg los museos ''serán las catedrales del futuro si
están bien hechos, bien pensados", y hay que hacer a un lado la
idea de poner a los objetos atrás de un vidrio, porque las vitrinas
''son un artefacto para proteger al objeto del visitante y al visitante
del objeto y sólo permiten utilizar la vista. Pero resulta que la
naturaleza nos ha regalado como mínimo cinco sentidos y todos se
pueden utilizar en las exposiciones, menos lamer".
La frase prohibido no tocar ''sirvió para darle
la vuelta a la idea represiva de que se podía entrar a los museos
con la promesa de que los visitantes se iban a portar bien. Ese portarse
bien significaba no gritar, no hablar, pero no hay que confundirlo con
el vandalismo. Muchas veces por miedo al vandalismo se reprime lo más
importante: la conversación. Un buen museo se mide más por
los kilos de conversación que provoca que por el número de
visitantes, y debe ser instrumento de cambio", finaliza Wagensberg, profesor
de teoría de la información y teoría de los procesos
irreversibles en la Universidad de Barcelona.
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