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México D.F. Sábado 31 de mayo de 2003
Laura Alicia Garza Galindo
El Destino Manifiesto
El Destino Manifiesto es una filosofía estadunidense
con la que se trata de justificar la manera en que ese país ha entendido
su lugar en el mundo y la forma de relacionarse con otros pueblos. A lo
largo de su historia, desde las 13 colonias hasta la actualidad, el Destino
Manifiesto ha sustentado la convicción de que Dios eligió
a ese pueblo para ser una potencia política y económica,
una nación superior al resto del mundo. Y que la forma de demostrarlo
es "extenderse por todo el continente que nos ha sido asignado por la -Divina-
Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno".
El crecimiento, el expansionismo, el imperialismo, el colonialismo como
destino.
El entrecomillado pertenece al periodista John L. O'Sullivan,
quien en 1845 escribió un artículo en la revista Democratic
Review de Nueva York, en el que explicaba las razones que justificaban
la necesaria expansión territorial de Estados Unidos. Muy pronto,
políticos y líderes de opinión aplaudieron el Destino
Manifiesto, que fue pensamiento y visión del entonces presidente
James Knox Polk (1795-1849), undécimo mandatario del país,
quien duró en el cargo un solo periodo, del 2 de marzo de 1845 al
3 de marzo de 1849, año en que muere. Sobra recordar que es quien
impulsa la guerra contra México (1846-48), conflicto bélico
que anexó a Estados Unidos más de la mitad del territorio
mexicano (fuente: Ortega y Medina, Juan Antonio: Destino Manifiesto.
Sus razones históricas y su raíz teológica. México,
CNCA/ Alianza Editorial Mexicana (serie Los Noventa, 1989).
Pero Polk -reseña Ortega- no inventó esta
doctrina. No, en realidad ésta se sitúa en las más
antiguas tradiciones estadunidenses con la llegada en 1620 de los puritanos
europeos en el Mayflower; cabría recordar que de los que
partieron, sólo los más fuertes resistieron el viaje, el
hambre y las enfermedades; llegaron sólo los antecesores, los que
redactaron y firmaron: "Nosotros, los abajo firmantes, pactamos y concertamos
para elaborar y construir aquellas justas leyes, ordenanzas, actos, constituciones
y cargos que en el curso del tiempo se consideren más adecuados
y convenientes para el bien general de la colonia". Pacto que muchos consideran
el primer texto constitucional americano y la semilla del gobierno democrático
de Estados Unidos.
Pero nace también la semilla, y se propaga la convicción,
de que la "misión" que Dios dio al pueblo estadunidense fue explorar
y conquistar nuevas tierras, con el fin de llevar a todos los rincones
la "luz" de la democracia, la libertad y la civilización. Esto,
por supuesto, implicaba la creencia de que la república democrática
era la forma de gobierno favorecida por Dios. Aunque originalmente esta
doctrina se oponía al uso de la violencia, desde 1840 se usó
para justificar el intervencionismo en la política de otros países,
así como la expansión territorial mediante la guerra.
La historia estadunidense está plagada de ejemplos
de intervencionismo, de expansión y de guerra. También de
ideas buenas, como la noción del "sueño americano". Lástima,
cuando se logra a costillas de los demás.
La expansión territorial y la concepción
imperialista de Estados Unidos se asientan en el siglo xix. En 1803 el
presidente Thomas Jefferson compra Luisiana y Florida a Francia en 15 millones
de dólares. A lo largo de ese siglo, compran o pelean con otros
países; no sólo en la propia América del Norte desplazan
a sus pueblos indígenas, esclavizan o guerrean entre ellos, sino
también salen a lugares lejanos y, con estrategias amigables o no,
se apoderan lo mismo de Puerto Rico, que de Cuba, Panamá, Hawai,
Alaska, Filipinas, Guam, Islas Vírgenes, entre otros ejemplos, a
los que habrá de agregar Irak y también sus derrotas, como
Vietnam, hoy conquistada con apoyos económicos cuantiosos, que al
mismo tiempo que la desarrollan curan sus viejas culpas por una guerra
infame de 10 años.
Lo esencial es que desde su origen como nación,
la obsesión de Estados Unidos ha sido encontrar la perfección
social mediante un triple compromiso: con la divinidad (cumpliendo con
el destino impuesto por Dios), con la religión (observando una moral
intachable) y con la comunidad (defendiendo su libertad, su seguridad y
su propiedad). A lo largo de su historia, los políticos de esa nación
han invocado el favor de Dios en sus discursos y han insistido en la "misión
trascendente" que tienen la obligación de cumplir.
Seguramente el muy patriota presidente Vicente Fox ya
está convencido de que es preferible evitar confrontaciones con
Estados Unidos. ¿Para qué? Ya dependemos, "estamos atados",
económicamente 90 por ciento a aquel país. Ya los hemos invadido
silenciosamente con 23 o más millones de mexicanos. Ya les entregamos
la energía eléctrica y el petróleo está a punto
de entregarse. Casi nadie protesta. Salvo algunos nacionalistas trasnochados,
como yo. ¿Qué? ¿Nadie se va a unir a mi descontento,
hoy que parece que el destino nos ha alcanzado?
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