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México D.F. Viernes 30 de mayo de 2003
Manuel Vázquez Montalbán
Aznar, protagonista de una rumba
Una de las más afortunadas rumbas fruto del mestizaje
gitano-catalán se debe a Peret y glosa la historia de un gitano
dado erróneamente por muerto... ¡Que no estaba muerto... no...
no! ¡Que no estaba muerto... no... no!... avisa, repite el estribillo,
y es que al gitanillo le había pasado lo mismo que frecuentemente
suele sucederle a la burguesía, la historia y la novela, tres cadáveres
que gozan de excelente salud, a pesar de que sobre las tres sobrevuelen
frecuentemente los decretos de extinción.
A la burguesía, la historia y la novela habría
que añadirles ahora el Partido Popular, hegemónico en España,
dado por muerto y enterrado durante la campaña electoral del Partido
Socialista Obrero Español (PSOE), hasta el punto de que José
Luis Rodríguez Zapatero, líder socialista, se apropió
de la consigna que José María Az-nar había utilizado
contra Felipe González: ¡Váyase, señor González,
váyase!
Rodríguez
Zapatero apuntó con su dedo al gobernante español y le conminó:
¡Váyase, señor Aznar, váyase! Es posible que
Aznar se vaya, dado que anunció su retirada como cabeza del Partido
Popular en 2004, al finalizar su segunda legislatura como jefe de gobierno,
pero no se irá excesivamente acuciado por los resultados de las
elecciones municipales del 25 de mayo. Noventa y uno por ciento de españoles
contrarios a la guerra de Irak no se convirtió en 91 por ciento
electoral que retirara su confianza al PP y a su belicoso líder.
Las elecciones llegaron cuando la guerra era ya un eco informativo y una
mercancía ética casi consumida y la derecha sociológica
recuperó su pánico a una victoria socialista por encima de
su horror o su mala conciencia por los muertos y mutilados en la evitable
guerra de anexión imperialista de Irak.
Constatado el no derrumbamiento del Partido Popular habría
que añadir la evidencia de su deterioro relativo. Los socialistas
han sido más votados que los populares y seguirán controlando
ciudades españolas determinantes, aunque en algunas de ellas precisarán
del pacto con las izquierdas: Izquierda Unida en España, Esquerra
Republicana e Iniciativa per Catalunya, en Cataluña. Si el Partido
Popular se siente justamente aliviado porque no es un cadáver político
ni mucho menos, el PSOE se siente preocupado porque tampoco es un triunfador
sin sombras. Hay que tener en cuenta la tendencia conservacionista exhibida
por los electores en las elecciones municipales y que en cambio en las
autonómicas coincidentes el 25 de mayo, los socialistas pueden exhibir
más triunfos que el Partido Popular, aunque pierda el control de
las Islas Baleares. Las izquierdas refuerzan su control en Aragón,
Extremadura, Castilla la Mancha, Asturias y consiguen la Comunidad Autonómica
de Madrid, victoria simbólica en un espacio político demasiado
marcado por la irradiación de Madrid como ciudad y como capital
del Estado.
Si ha habido un triunfador indiscutible en estas elecciones
ha sido José María Ruiz-Gallardón, ex presidente de
la autonomía madrileña y ahora alcalde de Ma-drid por un
generoso margen de votos, meritoria victoria dado que sucede en el cargo
a otro alcalde del Partido Popular caracterizable por su relevante irrelevancia.
No es una victoria inocente porque tiene valores añadidos. Ruiz-Gallardón
se refuerza como figura emergente, incluso capaz de optar al delfinato
de Aznar, y lleva como lugarteniente a Ana Botella, la esposa del jefe
de gobierno, señalable co-mo aspirante a Hillary Clinton española,
ante la imposibilidad de aspirar al cargo de Isabel la Católica.
Otros triunfadores ob-vios son el Partido Nacionalista Vasco en Euzkadi,
desbaratador constante de la estrategia popular y socialista, y Esquerra
Republicana en Cataluña, iniciando así la tendencia al trasvase
de votos desde Convergencia i Unió, a au-mentar a partir de la consumación
de la retirada de Jordi Pujol. También el crecimiento de Iniciativa
per Cataluña, espectacular en Barcelona, refuerza lo que queda a
la izquierda de los socialistas catalanes seriamente castigados por los
electores y muy especialmente el alcalde de Barcelona, Joan Clos, que ha
perdido una cuarta parte de sus concejales.
Los sociólogos electorales vagan como almas en
pena tratando de explicar unos resultados difíciles de explicar,
fruto de carambolas a muchas bandas y que en cada lugar se han visto marcados
por problemas determinantes diferentes: el plan hidrológico en Aragón
y Cataluña, el chapapote consecuencia del vertido de fuel
oil en las costas gallegas, la ilegalización de Herri Batasuna
en el País Vasco o la incipiente crisis turística padecida
en las Ba-leares y atribuida interesadamente a la gestión del gobierno
de unidad de centro izquierda. A pesar de su seriedad derechista, bailan
los líderes del Partido Popular la rumba del Peret, autojaleándose
palmeantes y proclamando las excelencias de José María Aznar,
el líder que les permitió conquistar Bagdad y no perder suficientemente
las elecciones municipales y autonómicas de 2003.
Pero augures y sibilas escudriñan las tripas de
las mejores bestias y al tiempo que detectan todavía las insuficiencias
socialistas en dirigentes y programas para marcar una real alternativa
en España, apuntan a las elecciones autonómicas de Cataluña,
Galicia, Andalucía y Euzkadi como la au-téntica prueba de
la verdad sobre la salud de este precipitadamente considerado ca-dáver
del Partido Popular, en un inmediato futuro condecorado con la orden del
Congreso de Estados Unidos, como premio a las complicidades de Aznar con
ho-rizontes y violetas imperiales.
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