México D.F. Lunes 26 de mayo de 2003
Regresando del exilio, quiere ser héroe
de la resistencia y líder político constitucional
Sayed Hakim se presenta a iraquíes como un hombre
para toda ocasión
Sospecha Estados Unidos que el clérigo desea
fundar una república islámica en Irak
ROBERT FISK THE INDEPENDENT
Kerbala, Irak, 25 de mayo. A veces la voz se le
quebraba en un chillido casi infantil. Cada vez que mencionaba a Hussein
y a su hermano Abbas, muerto en la batalla de Kerbala, en el año
620, derramaba lágrimas. "Yah Hussein", gritaba este hombre de barba
gris y corta estatura, con los pequeños ojos fijos en la esquina
sureste de la capilla de Hussein, con su domo dorado. "Murió por
sus principios y su familia sufrió."
Y por supuesto todos recordamos -como era la intención-
que Sayed Mohamed Bakr Hakim perdió a cerca de 50 miembros de su
familia en la carnicería de Saddam. De hecho, el ex dictador tenía
el hábito de ejecutar a uno de los hermanos de Sayed cada año,
cada vez que éste se negaba a volver a Irak desde su exilio iraní.
Luego
vino la parte del discurso referente a los nuevos ocupantes, en la que
fue de lo amable a lo severo. Irak debe ser libre e independiente, anunció
Sayed; sobre eso no había problema para los ocupantes angloestadunidenses.
Pero esperen. "Los estadunidenses y los británicos insistieron en
que eran una coalición, no ocupantes, pero ahora nos enteramos de
que Naciones Unidos los declaró oficialmente ocupantes", comentó
el clérigo con ironía. "Hoy los soldados estadunidenses y
británicos que están aquí tienen el derecho de matar
a quien sea, sin razón, si tienen la menor idea de que nuestros
ciudadanos los amenazan. ¿Por qué? ¿Por qué
no se pone fin a esta guerra?"
¿Así que el buen clérigo, después
de años de amistad fraternal con los clérigos iraníes
de Quom, llamaba a la resistencia contra la guerra? Cierto, mencionó
a uno de los grandes rebeldes de Kerbala, que combatió la ocupación
británica en el decenio de 1920, Mohamen Taqi Shirazi. Pero luego
vinieron promesas de un nuevo Irak, en el que los tribunales y el aparato
policiaco deben estar separados del ejecutivo, en el que las mujeres deberán
tener un papel social preponderante, en el que debe permitirse a las mujeres
-lo cual no cayó muy bien entre los hombres- alistarse en el "nuevo
ejército iraquí".
Ah, lo que es ser un hombre para toda ocasión.
Sayed Hakim, al parecer, puede espantar al Departamento de Estado y al
Pentágono, pero sonaba como un hombre que quería los dos
extremos: ser héroe de la resistencia, si continúa la anarquía
en Irak, pero un líder político constitucional, en el supuesto
de que se conceda poder suficiente a los musulmanes chiítas de Irak
-en especial a él mismo-, si la "democracia" angloestadunidense
llega alguna vez a despegar.
Los asistentes votaron con los pies. Nadie podría
culparlos. En el calor de hornaza del mediodía, los partidarios
de Sayed comenzaron a dispersarse. "Ya casi termino", suplicó. Todos
respiramos con alivio. Hasta los pichones buscaron refugio del sol detrás
de la cúpula dorada. De vez en vez pasaban entre la multitud cajas
de madera cubiertas con tapetes para ser bendecidas en la capilla: en la
plaza de Kerbala, los ataúdes van y vienen.
Un iraquí se me acercó en ese momento. "No
crea que ese hombre nos representa", dijo. Ya desde el principio sus partidarios
apenas llenaban la mitad de la plaza. Estados Unidos parece sospechar que
Hakim quiere fundar una república islámica en Irak, pero
éste no es ningún Jomeini. Uno no puede evitar preguntarse
si habrán tenido efecto los rumores procedentes de Irak de que Hakim
denunció desde el exilio a varios de los suyos a la policía
de seguridad iraní y que algunos fueron torturados y ejecutados.
Hubo muchas alusiones a la unidad, sin duda para complacer
oídos occidentales e iraquíes. Irak pertenece a su pueblo:
musulmanes, kurdos, cristianos. Kerbala pertenece a todos los musulmanes:
sunnitas y chiítas por igual, como también La Meca pertenece
a todos los musulmanes.
Por momentos el discurso, primero de Hakim en la ciudad
desde que regresó de Irán, se volvía una especie de
diálogo entre el clérigo y la congregación, algo que
la Iglesia católica no ha visto desde la Edad Media. "Saddam era
el líder, ¿dónde está ahora?", gritó
uno de los fieles. "¡Sí! ¿Dónde está
Saddam, a quien ustedes combatieron, un hombre tan desvergonzado en la
derrota?" Otra voz: "¿Dónde está, pues?" Hakim: "Todos
los criminales van al infierno, pero todos ustedes son libres, Dios los
cuidará".
Si en verdad Saddam se ha ido al infierno, por supuesto
que Sayed no tenía intención de dar ningún crédito
de ello al tanque Abrams M1A1. Fue la resistencia del pueblo de
Kerbala -los chiítas del sur, que sufrieron, resistieron, lucharon
y murieron- la que derrocó a Saddam Hussein. A la multitud le encantó
esta parte, aunque decir que estaba convencida es otra cosa.
La mejor línea de Hakim fue una pregunta: "Si los
iraquíes pudieron organizar una marcha de 5 millones de personas
a Najaf sin un solo incidente de violencia, ¿por qué no se
puede confiar en ellos para que formen un gobierno de una vez?"
Pero luego vino otra vez la vocecita lastimera: Hakim
había regresado del exilio "a la santa Kerbala, como lo prometí".
Cuando su familia sufría a manos de Saddam pensaba en el sufrimiento
de las familias de Hussein y Abbas. Allí estaba de nuevo: Sayed
Mohamed Bakr Hakim, a la vez imagen en el espejo de los mártires
de Kerbala y demócrata potencial. Me pregunto qué pensarán
de todo esto los nuevos amos de Irak en el Pentágono.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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