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México D.F. Jueves 22 de mayo de 2003
LA POLITICA DE MASAS DE LOS CHARROS
El
súbito e inopinado "movimiento laboral" que encabeza el dirigente
del Sindicato Unico de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal (SUTGDF),
José Medel Ibarra, candidato priísta a una diputación
plurinominal, ha logrado sus objetivos de trastornar el tránsito
en las calles de la capital y, en menor medida, afectar parcialmente el
funcionamiento del gobierno urbano. No ha conseguido, en cambio, realizar
sus propósitos de provocar una respuesta represiva de las autoridades
capitalinas ni de generar la descalificación general del conjunto
de movimientos sociales que recurren a las movilizaciones callejeras para
respaldar sus demandas, como es el caso de los maestros de la Coordinadora
Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), quienes han protagonizado
marchas simultáneas a las impulsadas por la dirigencia charra del
SUTGDF. Está por verse si ese liderazgo consigue reducir en forma
significativa los altos índices de popularidad obtenidos por el
jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador,
o si, por el contrario, se le revertirá el designio y cosechará
un amplio repudio social entre la ciudadanía defeña y una
votación escuálida para los candidatos priístas en
las próximas elecciones.
Lo que de seguro no logrará Medel Ibarra con sus
marchas es la satisfacción de demandas "laborales" tan demagógicas,
disparatadas y abiertamente patrimonialistas y corruptas como aumentar
el aguinaldo anual a 60 días de salario, entregar al sindicato -es
decir, al propio Medel- partidas adicionales por 20 millones de pesos para
el mantenimiento de las instalaciones deportivas, los teatros y el hotel
en Acapulco que posee la organización gremial -instalaciones que
le generan importantes ingresos-, el pago especial a cada burócrata
capitalino de ocho días de sueldo cada primero de mayo, un incremento
salarial de 10 por ciento -cuando, este mismo año el GDF aumentó
ya las percepciones de sus empleados en 7 por ciento- o la basificación
de 35 mil trabajadores eventuales que no son vistos como posibles sujetos
de beneficio laboral, sino como una apetecible fuente de votos para el
alicaído partido tricolor en la capital de la República.
Y es que, en su cálculo político, la dirigencia charra
de los trabajadores del gobierno urbano calculó que tales reivindicaciones,
por el simple hecho de ser formuladas, amarrarían las lealtades
a su favor entre la base trabajadora -las lealtades sindicales y las partidistas-
e impulsarían a los afiliados a asistir masivamente a las marchas,
las cuales, a su vez, desquiciarían a la ciudad capital y generarían
un grave problema político a las actuales autoridades y al partido
del que surgieron.
Pero en las marchas de ayer que convergieron en el Zócalo
fue posible percibir tres hechos reveladores: se trató de grupos
pequeños, aunque capaces de provocar severas paralizaciones al tránsito
de vehículos; la respuesta de peatones y automovilistas fue claramente
adversa a los manifestantes y, en la concentración de la Plaza de
la Constitución, la dirigencia del SUTGDF, organización que
cuenta con más de cien mil integrantes, no logró juntar ni
la décima parte de la membresía sindical. Tales datos no
sólo evidencian el falso carácter "laboral" de las movilizaciones
organizadas por las mafias sindicales priístas, sino que
parecen marcar asimismo una ruta hacia el fracaso en el intento de la cúpula
que encabeza Medel Ibarra por arrancarle al gobierno capitalino concesiones
que no fueron concebidas para beneficiar a los trabajadores, sino para
incrementar el poder y la riqueza de sus dirigentes. Hasta ahora resulta
claro, también, el fracaso de los charros en orillar a la
autoridad capitalina a una solución represiva, autoritaria e ilegal.
Cabe esperar que el GDF persevere en la tolerancia y en
la vía del diálogo. Es necesario también que la ciudadanía
haga acopio de paciencia y comprensión, y que se abstenga de responder
con violencia a los exasperantes bloqueos de tránsito. Por último,
cabría desear que las bases del SUTGDF hicieran conciencia de los
verdaderos e inconfesables intereses que animan a sus dirigentes y recuperaran
su organización sindical para implantar en ella la democracia, la
transparencia, la honestidad y los genuinos propósitos de defensa
y mejoría laboral.
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