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México D.F. Miércoles 21 de mayo de 2003
MIGRACION: POLITICAS CONTRADICTORIAS
En
momentos en que resulta evidente la necesidad de presionar en forma cohesionada
a Estados Unidos para iniciar la negociación de un acuerdo bilateral
que regularice y reconozca los flujos migratorios que vinculan a ambas
naciones y benefician a ambas economías, el gobierno federal parece
expresarse al respecto por medio de voces divergentes: por un lado, la
del canciller Luis Ernesto Derbez, quien, ante las muertes de indocumentados
ocurridas en Victoria, Texas, sólo atina a insistir en el nefasto
papel de los polleros en esa clase de tragedias y a pedir nombres
y datos de traficantes de personas; por el otro, la del secretario de Gobernación,
Santiago Creel, quien, aunque para algunos sobrepase el ámbito estricto
de sus atribuciones, pone un atinado acento en la insistencia de avanzar
hacia un acuerdo migratorio bilateral. Ayer mismo, el responsable de la
política interior anunció que hoy sale a Washington una comisión
de alto nivel conformada por el subsecretario de Asuntos Migratorios, Javier
Moctezuma Barragán; el director del Centro de Investigación
y Seguridad Nacional, Eduardo Medina Mora; la comisionada del Instituto
Nacional de Migración, Magdalena Carral y, en representación
de la cancillería, el subsecretario Jerónimo Gutiérrez.
Derbez no tuvo empacho en anunciar que el gobierno de
Vicente Fox establecerá en la frontera sur del país una deplorable
y oprobiosa copia de los juguetes tecnológico-policiacos con que
los funcionarios estadunidenses esperan cazar migrantes mexicanos y presuntos
terroristas. De esa manera, la propia Secretaría de Relaciones Exteriores
socava la necesaria defensa de la dignidad, la integridad y los derechos
de los mexicanos que en el momento de ingresar en territorio del país
vecino serán fichados como criminales, junto a extranjeros de otras
nacionalidades. Ahora resulta que México aplicará, contra
los extranjeros que llegan a su territorio, los métodos policiacos
empleados contra los mexicanos en Estados Unidos. Todo ello, en nombre
de "la prioridad que nosotros le damos a la seguridad y al ataque contra
el terrorismo". A lo que puede verse, el jefe de la diplomacia nacional
no sabe que el principal peligro para los mexicanos en el extranjero no
es el terrorismo, sino la bárbara persecución policial y
penal de que son objeto en territorio estadunidense y en la cual se crea
el caldo de cultivo para la operación de los polleros.
Creel, por el contrario, puso el dedo en la llaga al señalar
que "el valor de seguridad debe estar compaginado con el valor de la libertad
de tránsito de personas y de bienes" y que, para evitar que ocurran
nuevas muertes trágicas e indignantes como las de los asfixiados
la semana pasada en un tráiler en Texas, es imprescindible lograr
un acuerdo migratorio con el país vecino.
En su afán por concentrar toda la responsabilidad
de esta clase de hechos trágicos en los polleros, la Secretaría
de Relaciones Exteriores, por su parte, parece no darse cuenta que esos
traficantes existen y pueden hacer negocios justamente por la hipocresía
del gobierno y la sociedad estadunidenses, los cuales, si bien necesitan
la mano de obra de nuestro país y de otras naciones, prohíben
su ingreso para forzarla a una estadía ilegal que permite expulsarla
en forma discrecional y que la obliga a aceptar salarios ínfimos
e infames. El negocio del tráfico de personas es, sin duda, una
actividad ilegal, detestable y punible; pero si los flujos migratorios
estuvieran regulados y aceptados por medio de un acuerdo bilateral, los
polleros no existirían.
Para colmo, la ira del canciller contra los traficantes
de indocumentados resultó ser meramente retórica, como lo
puso en evidencia la hermana de uno de los migrantes fallecidos en Victoria,
Texas, la cual, en plena conferencia de prensa, le señaló
a Derbez que ha aportado el nombre y el teléfono del pollero que
reclutó a su hermano para ese viaje fatídico pero que nadie
en la Secretaría de Relaciones Exteriores ha hecho caso a la denuncia.
Finalmente, al margen de atingencias y de desatinos, en
la circunstancia actual cabría esperar que las autoridades nacionales
hablaran con una sola voz y que ésta fuera una firme e inequívoca
expresión de defensa de los derechos, la dignidad y la vida de nuestros
trabajadores migrantes.
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