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México D.F. Lunes 19 de mayo de 2003

El culto a la Mona Lisa

PHILIP HENSHER THE INDEPENDENT

Si se le plantea a cualquier persona hacer una lista de los 10 cuadros más famosos del arte occidental, de inmediato surge un hecho irrefutable: cualquier lista contendrá a la Mona Lisa, cuya celebridad es de un orden completamente diferente a la de los demás. Cualquiera, esté interesado o no en la pintura, sabe exactamente cómo es la Mona Lisa.

La Gioconda, como se le conoce también, fue famosa y admirada desde su creación. Es la producción principal que realizó Leonardo Da Vinci en su segundo periodo florentino, de 1500 a 1508, y por eso está a punto de cumplir su cumpleaños número 500. La importancia que Leonardo confirió a su apariencia ls demuestra el hecho de que trabajó en ese cuadro durante un periodo largo: las manos fueron pintadas de manera un poco más ligera, en la técnica de la época más tardía del pintor.

Es el retrato de Lisa Gherardini, la esposa de Francesco del Giocondo, quien fue un político, más que una figura aristocrática, y Gherardini pudo ser pintada poco después de cumplir 20 años. En un periodo cuando el arte del retrato era frecuentemente la continuación del alarde aristocrático, este trabajo resalta por la simplicidad de su presentación: sin joyas o un vestido elegante, y en un cuarto sin mayores lujos. Comparado con cualquier retrato de Rafael, es demasiado simple.

Sin embargo, existe algún significado para la falta de accesorios fastuosos. Lo sinuoso y grotesco de las líneas del paisaje, como las rocas erosionadas del valle de Arno y el río, hacen eco a las sinuosas líneas del velo y el cabello.

El cuadro en su conjunto es atrevidamente limitado en tonalidades, pues las ropas de la mujer imitan los tonos de la tierra detrás de ella. El punto era presentar el cuerpo humano como un afloramiento de la tierra misma, como un microcosmos de la creación de Dios. La idea favorita de la mente renacentista.

Para Leonardo, fue la oportunidad de demostrar su virtuosismo en la técnica del sfumato, al sugerir masas a través de delicadas sombras. Ciertamente estaba muy orgulloso de lo que había logrado con La Gioconda, y sus contemporáneos compartieron su admiración. La Mona Lisa fue una de las pinturas que llevó con él a la corte del rey de Francia, Francisco I, en 1516, y ha permanecido en ese país desde entonces.

Por siglos fue objeto de admiración e imitación, aunque el siglo XVIII encontró dificultades para concederle supremacía a un mero retrato, y cayó en cierto descuido. El cuadro nunca fue completamente desconocido, pero no fue una celebridad hasta el siglo XX gracias a dos episodios que tienen poco que ver con el arte.

En 1911, la seguridad en el Louvre no era nada comparada con la época actual, y un ladrón no tuvo dificultad alguna para sustraer La Gioconda. A causa del robo, el retrato adquirió celebridad. Se escribieron canciones que acompañaron la enorme especulación de los periódicos, hasta que la pintura reapareció en 1913.

Así fue como adquirió el título de "la pintura más famosa del mundo''. Lo más obvio de esto es que en los años posteriores al robo, comenzaron las parodias sobre la Mona Lisa, como la imagen de Duchamp que la presenta con cejas y bigote. Stalin, Miss Piggy, Monica Lewinsky y Dalí han sido representados como La Gioconda. Cientos de personas se han sentido atraídas por la idea de retratos de gatos, perros, caballos, vacas, monos y ratones con cierto aire de Mona Lisa, cuadro que ha sido ejecutado también en comidas como pasta, café y, con increíble regularidad, en pan tostado.

En 1963 La Gioconda se convirtió en un instrumento político. Las relaciones entre Francia y Estados Unidos eran tensas debido al incidente en Playa Girón, Cuba, y el gobierno francés decidió realizar un gesto de conciliación: el entonces ministro de Cultura, André Malraux, persuadió al general De Gaulle de enviar la pintura a Estados Unidos. Funcionó.

Al igual que sucedió en 1911 con el robo, el público vio cómo el cuadro inspiró la creación de más arte, como la serie de Mona Lisa de Andy Warhol.

El truco se repitió en 1973 cuando fue enviada a Japón. Cuando regresó de ese país fue protegida en una caja de cristal, en la que permanece hasta ahora.

Lo cierto es que la fama y su estatus de cuadro más grandioso del mundo no tiene nada que ver con el arte, sino con lo que sucedió con ella el siglo pasado.

Cargado de significados, el cuadro en la actualidad se ha vuelto invisible, pero en la situación que viven París y Washington por sus posiciones frente a la guerra en Irak sólo hay una salida: enviar la Mona Lisa de nuevo a Estados Unidos.

Traducción: Ericka Montaño

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