La muestra de la artista, por los 10 años del museo Cuevas

Con Lilia Carrillo se cierra el ciclo dedicado a la Ruptura

La creadora es exponente del arte abstracto mexicano; pocas veces se ha reunido un número considerable de su obra

MERRY MAC MASTERS

Con Lilia Carrillo. La abstracción en la ruptura, inaugurada el 15 de mayo, se termina el ciclo de exposiciones iniciado hace un año en el Museo José Luis Cuevas para celebrar la primera década del recinto ubicado en Academia 13, Centro Histórico. Antes de Carrillo, la única mujer del conjunto, hubo muestras individuales de Fernando García Ponce, Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Roger von Gunten y Vlady.

Como una especie de pilón, el 8 de julio se hará una exposición-homenaje a José Luis Cuevas, también artista de la Ruptura, sobre todo por cumplirse medio siglo de que expuso en la galería Prisse. La base de la muestra será la colección de 110 dibujos, de distintas épocas, que le fue comprada a su galerista, José María Tasende, en La Jolla, California (La Jornada, 23/X/2002).

El nombre de Lilia Carrillo (1930-1974), ganadora de uno de los dos premios del controvertido Salón Esso, en 1965, es imprescindible al hablar de la Ruptura y el arte abstracto en México. Resulta difícil, sin embargo, contemplar un conjunto considerable de su producción. La anterior exposición fue organizada en 1992 por el Museo de Arte Contemporáneo (Marco), de Monterrey. La muestra del museo Cuevas logró reunir 43 obras, entre óleos y collages. Los coleccionistas no sueltan con facilidad las piezas de Carrillo. Comenta Cristina Riestra, coordinadora del museo, que en esta ocasión no se llegó a ''ningún acuerdo'' con Carlos García Ponce, dueño de varias obras de la artista fallecida prematuramente.

La exposición abre con dos obras tempranas: los óleos sobre masonite Autorretrato (ca 1950) y Composición en ocres 61, de 1954, y el semiabstracto óleo sobre tela Gatos, 1955. Carrillo se inició en la pintura a los 16 años con Manuel Rodríguez Lozano. De 1947 a 1951 estudió en la entonces Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda, con los maestros Agustín Lazo, Federico Cantú, Antonio Ruiz y Carlos Orozco Romero.

En compañía de su primer esposo, el filósofo Ricardo Guerra, viajó en 1953 a París, donde la pareja se instaló en la Casa de México. En la ciudad luz la pintora estudió en la Academia de la Grande Chaumiere y participó del poscubismo. Formó parte de la muestra colectiva Artistas extranjeros en Francia, realizada en el Petit Palais.

De regreso a México en 1956 expuso "junto con Manuel Felguérez en la galería que el poeta Jacobo Glantz, mi padre, había improvisado en su restorán, el Carmel", dice Margo Glantz en el texto que escribió para el catálogo de la exposición del Museo Cuevas. La escritora había compartido los tiempos parisienses con Carrillo.

Si la pintora cultivó la abstracción lírica o el informalismo, cuando aparecen figuras en los cuadros de Carrillo "hay quienes las relacionan con su pasión por el teatro y sus distintos trabajos para él: escenografías y vestuarios, La dama de las camelias protagonizada por Pina Pellicer para Alejandro Jodorowski, por ejemplo; La sonata de los espectros de Strindberg o sus decorados junto con los de Felguérez del teatro de la Casa de la Paz", indica Glantz. En 1960, Carrillo y Felguérez se casaron en Washington.

A principios de los años cincuenta Carrillo incursionó en el muralismo en el ex convento de San Diego, donde, al caerse de un andamio, se lesionó la espalda. Años más tarde, recién había hecho un mural para la Expo 70 de Osaka, Japón, sufrió un aneurisma en la médula espinal que la dejó con una parálisis parcial. Después de dos años de hospitales, en 1973 regresó a su casa y pintó nueve cuadros: uno para el Museo de Arte Moderno, otro para la colección de Rufino Tamayo, cinco para la galería Ponce y dos más para la Juan Martín. También alcanzó a pintar otro cuadro de pequeñas dimensiones, a la vez que dejó inconcluso uno de gran formato que se incluye dentro de la exposición.