.. | México D.F. Domingo 18 de mayo de 2003
Un grupo de creadoras se reunió en el puerto de Veracruz durante dos días
Falta de edición, difusión y lectura, escollos para la escritura
JORGE ANAYA ENVIADO
Veracruz, Ver., 17 de mayo. Sabido es que las mujeres suelen ir juntas hasta al baño, pero la idea de reunir a un grupo de ellas, convictas y confesas del delito de incursionar sin miramientos en la sacrosanta república de las letras -como poetas, narradoras, dramaturgas, ensayistas-, sólo podría ocurrírsele a uno de esos soñadores irredentos que aún en estos tiempos pragmáticos y neoliberales llegan a aparecer por las plazas y malecones del puerto de Veracruz.
Lo peor es que quien concibió semejante proyecto -José Rafael Bravo Meza- tuvo después la ocurrencia de morirse y dejar embarcado al Instituto Veracruzano de la Cultura, dirigido por Leticia Perlasca, con la organización del Encuentro de Escritoras que se ha llevado a cabo este viernes y sábado en el puerto jarocho, el cual ha dejado tan satisfechos a organizadoras e invitadas que ya se piensa en el del año próximo y aun en muchos otros por venir.
En su mayoría jóvenes, las participantes muestran sin excepción un impresionante currículum de becas, premios y actividades profesionales, aunque, como hizo notar la morelense Socorro Venegas, la obra creativa de muchas, en especial las narradoras, es conocida sobre todo en antologías, pues la publicación de libros sigue siendo complicada para muchas en un entorno que Beatriz Meyer, defeña radicada en Puebla, resume así: "funcionarios y editores escépticos, falta de interés de los especialistas y ya no se diga del poco numeroso público lector". Escenario ratificado por la crítica teatral Reyna Barrera, al señalar que, pese a la existencia registrada de 200 dramaturgas en el país, en un cd rom preparado por la Sogem con obras teatrales mexicanas apenas figuran 32, de las cuales, por cierto, ninguna fue invitada a la presentación de ese material.
Pero no se crea que este encuentro fue un coro de lamentos sobre lo azaroso que resulta para una mujer abrirse paso en un mundo dominado por varones. Fue sobre todo un espacio de reflexión y gozoso compartimiento de experiencias, como ilustró la poeta Silvia Eugenia Castillero, nacida en el DF, pero residente de toda la vida en Guadalajara, quien a la usanza sorjuanesca puso su corazón a la vista de todos en la vívida descripción de un proceso creativo alumbrado por San Juan de la Cruz, Rilke, Sylvia Plath y César Vallejo, y laboriosamente decantado en el cultivo de formas clásicas hoy tan desdeñadas como el soneto o la silva.
Y ya entradas en confidencias, a nadie sorprendió que Beatriz Espejo evocara algún romance que no registró en sus memorias y relatara las largas llamadas telefónicas nocturnas que de adolescente recibía de Elena Garro, quien fantaseaba con la historia de Greta Garbo, y de la poeta Eunice Odio, quien proclamaba -a ella, criada en el seno de una tradicional familia veracruzana- que era una "máquina sexual". En un ámbito más práctico, la reconocida escritora señaló que fue Rosario Castellanos quien con su ejemplo le hizo ver la importancia crucial para una autora de alcanzar la independencia económica como preámbulo de todas las demás.
Fue una periodista cultural de larga trayectoria, Beatriz Bueno, quien puso sobre la mesa los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez como ejemplo de un tema que necesita estar presente en la conciencia de las mujeres que intentan ejercer su libertad a través de la palabra escrita.
Por la noche, en la atmósfera bohemia de La Casita Blanca -museo de Agustín Lara-, Silvia Tomasa Rivera compartió sus versos de desenfreno porteño en un recital a dos voces con la maestra Ursula Ramos, poeta y forjadora de escritores en Veracruz, como apropiada culminación de un encuentro que también congregó entre otras a Celina Márquez, Gabriela Ynclán, Judith Aurora Ruiz, Carmina Narro y Lourdes Hernández Quiñónez, y en el que Estela Leñero y Berta Hiriart presentaron su libro El mundo del teatro. |