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México D.F. Viernes 16 de mayo de 2003
En Almas en silencio predomina el ritmo afrocaribeño
Sin sorpresas y con dos horas de retraso, Ricky Martin presentó su nuevo disco
PATRICIA PEÑALOZA ESPECIAL
Ya estaba harta la concurrencia de esperar casi dos horas, la noche del miércoles en el foro del Hipódromo de las Américas, cuando los chiflidos de recordada materna se trastocaron en gritos inconmensurables de jovencitas que vieron subir, sobre una plataforma proveniente de debajo del escenario, a la puertorriqueña estrella del pop, Ricky Martin, quien eligió México para presentar "a nivel mundial" su nuevo álbum Almas del silencio.
El inmueble, que regularmente alberga alaridos destinados al corcel favorito de los apostadores, sirvió para dirigir los delirios vocales hacia una de las apuestas más fuertes de Sony Music: Ricky Martin, quien ofreció un concierto basado en una música seudo-afrocaribeña con bases pop, que sólo continúa la saga de lo interpretado antes por él mismo. Espectáculo bien producido, bien tocado... vaya, hasta bien cantado, mas sin asomo de sorpresa mínima. Algo totalmente predecible.
Músicos cumplidores detrás de teclado, batería, tres metales, guitarra, bajo y congas, acompañaron las explosiones visuales desplegadas en tres pantallas. A las 23:11 horas, Ricky brincó al tinglado con su sonrisa "colgate", sus artificiosos brazos de gimnasio y su copete largo echado hacia atrás, entonando el que parece ser su nuevo sencillo, de ritmo guapachoso y arabesco: "olero lero lero lero lero laa... esta noche serás mía". Ya se sabe: potente cadencia y coros repetitivos destinados al disfrute fiestero y a convertirse en hit obligado de bodas y XV años.
Durante las tres primeras canciones, el aforo integrado por un público más que fresa, de no más de 2 mil personas, en su mayoría mujeres (fue acto privado, con gente de medios e invitados por promociones), emitió agudos e insoportables gritos a modo de uno solo, constante. Los aullidos se irían "moderando" para estallar intermitentemente, aunque con mismo volumen. A pesar de lo breve del escenario cilíndrico, Ricky se entregó cual si estuviera en un estadio, con mesurada línea coreográfica basada en amplias extensiones de brazos y copiosas agitaciones de cadera.
Siguió con ritmos afroantillanos, acompañado por precisos metales: "sabe a margarita, sabe a caramelo/ esos besos que son de fuego". Y aunque el intérprete canta afinado, su emisión es regular, por lo que le son imprescindibles dos coristas, que le levantan por mucho la melodía. "šEa, ea, vamos a sacar lo latinos que somos!", grita, y canta La bomba. Sus fuertes bamboleos, de espaldas a la gente, son tales, que el pantalón se le resbala y, ante el asomo de su ropa interior, las seguidoras no pueden más de alaridos ante sus profusos movimientos.
El boricua por fin habla: "Qué bonito estar de vuelta en tierra azteca, hace mucho que no estaba en un escenario; ya necesitaba este aplauso. Pero es que necesité del silencio para estar en equilibrio y volverme a impresionar de las cosas sencillas..." Pero las fans sólo gritan excesivas, no oyen, no respetan, lo mínimo que Ricky quiere asomar de sus sentimientos. Pero, Ƒqué esperaba, si lo que pondera en el tinglado es "soy sexy, soy sexy", ininterrumpidamente?
Vienen las baladas. Inicia con Si tú te vas, la cual, revela, fue escrita por Juanes, "gran amigo": "Si te vas, es mi vida la que se va/ quédate... detengamos el tiempo en el reloj..." Pura profundidad, que conmueve a las que a su nivel transitan: "šRickyyyyy!" "šPapacitoooooo!" Sigue: "Esta canción significa mucho para mí, y habla del amor": "Como si me conocieras de otra vida/ vas reconociendo mis instintos". Luego recuerda: "He vivido momentos de euforia, tras los cuales lo mejor fue volver con mi gente: 'Quiero volver a mi Puerto/ a mi gente, con las almas del silencio". Tranquilo, a voz y piano, canta, y a su nivel se oye honesto. Casi uno cree que se la cree. Además, tiene buen fraseo, a pesar de que el caro equipo suena saturado.
Ricky hace su tercer cambio de ropa (puro pantalón entallado y playeras sin mangas), mientras su pianista toca un solo tipo tumbao bastante bueno, mas no deslumbrante. El sabor sonero regresa: "Los sonidos de mi tierra.../ sale del corazón la noble raza de mil colores". Ningún tema nuevo fue en inglés, como para subrayar que no cantará ya en esa lengua sino que volverá con "su gente".
Sigue otra balada, compuesta para él por Ricardo Arjona, quien, dice Ricky, "pudo describir impecablemente mis sentimientos, y habla de algo que poco demuestran los artistas: la vulnerabilidad: Asignatura pendiente". Parece ser el tema que más "le llega", pero las fanáticas siguen desquiciadas sin pelarlo. La rola es sobre la soledad tras el éxito: "tengo dos perros y un piso en Nueva York/ el rey Midas trabaja conmigo/ pero tengo ganas de ir a un sitio perdido/ comprar un boleto sin regreso...". Viene Fuego contra fuego, viejo tema, para salir y entrar con nuevo atuendo y entonar tres mega-éxitos encadenados: Livin' la vida loca en inglés -la canta muy gritada- (todos brincan y por primera vez bailan); el tema del Mundial Francia 2000, Aleiz, aleiz, aleiz y María.
00:11 horas. Una hora exacta, y Ricky va a la plataforma, que ahora desciende al inframundo del tablado. Los gritos tardan en extinguirse. Los comentarios son: "Ay, está bien guapo, Ƒverdad?" A la salida, se alejan camiones con refuerzos policiacos no requeridos; las mega-vallas lucen excesivas. Acaso esperaban tumultos acechando a la estrella que, sin pena ni gloria, presentó tras alaridos un alma en silencio a la que nadie escucha.
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