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México D.F. Viernes 16 de mayo de 2003
Marie-José Paz
Borrón y cuenta nueva
Después de varias semanas de solicitud, la señora
Marie-José Paz accedió a conversar con La Jornada
en torno de la situación actual del legado del Nobel mexicano Octavio
Paz. A petición expresa de ella, le enviamos un cuestionario sobre
los temas relacionados con su ruptura con el patronato de la fundación
que lleva el nombre del autor de El laberinto de la soledad, institución
que se ha visto modificada de forma sustancial. La viuda de Paz, de manera
gentil, respondió no sólo a las preguntas formuladas por
este diario, sino que abordó otras cuestiones que, motu proprio,
deseaba aclarar. Para nuestros lectores es la exclusiva de este texto,
del puño y letra de Marie-José Paz.
En los últimos días he tenido mucha presión
por parte de los medios de comunicación debido a los recientes acontecimientos.
Ya es hora de responder y aclarar algunas cosas. Sin embargo, como no tengo
la costumbre de conceder entrevistas y toda mi vida he tenido una personalidad
discreta, he preferido permanecer entre bambalinas a estar en la escena
pública y juntar estas pocas reflexiones.
Ultimamente he sido ajonjolí de muchos moles. Sin
parar me han llamado para expresarme su preocupación y su indignación
por la desaparición de la Fundación Octavio Paz y la creación
de otra Fundación de las Letras Mexicanas.
Empezaré
diciendo que no se preocupen: siempre que hay un nuevo proyecto para el
fomento de la cultura, hay que aprobarlo. Desde muy joven y durante toda
su vida, Octavio Paz desempeñó una gran actividad para difundir,
apoyar, defender, y promover la cultura de su país y de todas partes.
Y además contribuyó con su propia obra a crearla, sin tener
el respaldo de fundaciones y organismos privados o estatales como los hay
ahora.
Es cierto que provoca tristeza la supresión del
apoyo económico que con gran generosidad los patronos aportaron
-al llamado del ex presidente Ernesto Zedillo- al proyecto que iba a consagrar
la larga y brillante trayectoria de un escritor mexicano.
Pero ''con dinero o sin dinero", puedo decir que cuento
ahora con un preciado capital que no está en ningún banco
y que me hace sentir la mujer más rica del mundo: tengo el nombre
de un poeta esencial de la lengua española, Octavio Paz, un mexicano
excepcional que, entre otras cosas, es el primer y único premio
Nobel de Literatura de su país.
Y si es cierto que más de una vez me he sentido
gato escaldado, en realidad me han quitado un gran peso de encima. El propio
Octavio Paz decía que había que andar ligero de equipaje.
De todos modos, durante los últimos largos cinco años de
duelo que he vivido nunca tuve apoyo psicológico, moral o mucho
menos material por parte de la Fundación Octavio Paz, y eso a pesar
de que su primer deber era la difusión de la obra del Premio Nobel.
Pero eso me tocó hacerlo a mí en toda soledad. He seguido
trabajando arduamente con un gran esfuerzo, regalando con entusiasmo mi
tiempo y mi trabajo a la Fundación. No sólo no tuve ayuda
ninguna, sino que, lamentablemente, todo lo que he sentido ha sido marginación
y, a veces, por qué no decirlo, hostilidad.
Sí, me ha sorprendido que después del fallecimiento
de mi esposo, no se haya avalado la decisión del propio Octavio
Paz, quien me dejó la enorme responsabilidad de cuidar su legado.
Y mucho más, que al descubrir que me tocaba esa responsabilidad
legal, no se hayan acercado para ayudarme en esta difícil tarea.
De hecho, no fui yo quien no estuvo de acuerdo con los estatutos de la
Fundación; fue Octavio Paz quien no aceptó el borrador de
esos mismos estatutos. Pidió, y así se lo transmití,
al jurídico de la Presidencia que los corrigieran, y el licenciado
respondió: ''Dígale al Maestro que no se hará absolutamente
nada sin su aprobación". Su grave enfermedad precipitó los
acontecimientos y nunca llegó a ver la redacción corregida.
Durante los siguientes meses, el devastador choc emocional
que causó en mí esta inmensa pérdida me impidió
ocuparme de varios asuntos que no estaban relacionados con su obra. A pesar
de eso, organicé, por ejemplo, un homenaje nacional en México
y muchos eventos en el extranjero: Madrid, Barcelona, Nueva York, Lisboa
y París. Confiada y agradecida por esta gestión tan generosa,
no abrigué dudas hasta que empecé a preguntar sobre los dichos
estatutos y se me dijo que ya estaban registrados, a lo cual repuse que
no los había visto. Por tanto, descubrí que no se habían
hecho las correcciones que habíamos pedido: el documento sobre el
que operaba la Fundación no era válido. Hasta la fecha todavía
ignoro si nuestros deseos de corrección fueron transmitidos a los
patronos, pues nunca he tenido acceso directo a ellos, salvo a través
de intermediarios. Nunca fui invitada a participar en sus reuniones, como
tampoco lo fue ningún representante del Consejo Consultivo que Octavio
Paz había nombrado. Se ha dicho y repetido que ha habido tensiones
en nuestras relaciones. ¿Cómo pudo haberlas si nunca hemos
hablado directamente?
Siempre he pensado que los patronos de la Fundación
acudieron al llamado del Presidente Zedillo también por un compromiso
moral hacia un escritor mexicano tan eminente como ellos mismos. Me resisto
a pensar que fueron guiados únicamente por un impulso de orden político.
Por eso insto a los patronos de la manera más cordial
a unirse a los esfuerzos de la nueva fundación que voy a crear.
No la podré hacer sola y, si en efecto ha de permanecer en México,
voy a necesitar la ayuda de ellos, y de todos, en reconstruir algo que
se deshizo por razones ajenas a ellos, a Octavio Paz y a mí. A título
personal, pienso que hay espacio para todo tipo de colaboración,
sobre todo en un caso como éste, en relación a la obra de
Octavio Paz, en que ya existe, o debe existir, un compromiso nacional.
Dijo el poeta: ''Pero la literatura es más que una forma hermosa,
instructiva o entretenida. Es un estado de conciencia, una temperatura
moral colectiva. Si se quiere saber qué es una nación, hay
que tomarle el pulso a su literatura". Este pulso no se ha extinguido;
seguirá latiendo en la obra de uno de los mejores escritores de
México.
Tengo la firme esperanza de que podamos colaborar. Por
ejemplo, en el otorgamiento de las futuras entregas del Premio Internacional
de Poesía y Ensayo Octavio Paz. Cuál no habrá sido
mi sorpresa cuando supe, ya organizado por mí, como se me había
encomendado, al igual que el año anterior, el jurado del último
Premio Octavio Paz, que la Fundación no cubriría los gastos
de la convocatoria, viajes, estancia y viáticos de los miembros
del jurado. Por suerte, presido, desde hace más de dos años,
una asociación civil creada por Octavio Paz en 1991, que mi marido
llamó entonces ''Letras Libres". Esta asociación, que ahora
se llama ''Amigos de Octavio Paz" -pues cedí el nombre a la revista
que ahora dirige el Ing. Enrique Krauze-, se encargo de asumir todos estos
gastos. Pero una sorpresa mayor me esperaba: la Fundación Octavio
Paz, por razones que no me explicaban, no asumía el monto del premio
de este año. Mi fundación ''Amigos de Octavio Paz" está
más que dispuesta a suplir ese monto. Mi estupor se convirtió
en alegría cuando resultó ganador por primera vez un representante
tan distinguido de las letras mexicanas como lo es el poeta José
Emilio Pacheco.
Pero al hecho, pecho. El actual premio será pagado
por fondos provenientes de ''Amigos de Octavio Paz" y será entregado
por una nueva Fundación Octavio Paz, ésta sí fiel
al espíritu plural, ético, crítico y democrático
del poeta, una vez que sea definida y legalmente constituida en próxima
fecha. Me resisto igualmente a creer imposible una futura colaboración
entre los antiguos patronos y esta nueva fundación nuestra, siempre
y cuando podamos ejercer este mismo espíritu en plena libertad.
A causa de mi desventurada relación con la antigua
Fundación he perdido tiempo que me hubiera permitido emprender muchos
proyectos relacionados con la obra y figura de Octavio Paz. ''En el país
del murmullo, el bisbiseo, el rasguño y el chitón", como
decía Octavio, a estas alturas ya sé quienes son mis verdaderos
amigos. Y con ellos espero poder realizar lo que tanto necesitamos aquí
en México: recordar y salvaguardar la memoria y la obra de Octavio
Paz.
No escribiré con mi propia sangre, ''Yo, la peor
de todas". Pero lo cierto es que si Octavio Paz hubiera vivido, este triste
episodio bien habría sido un epílogo de Las trampas de
la fe y otra postdata a El ogro filantrópico.
México a 14 de Mayo de 2003
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