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México D.F. Viernes 16 de mayo de 2003
Horacio Labastida
Por qué Tío Sam se siente el dios Marte
n La Mythologie dans l'art ancien et moderne (París, 1880) René Ménard recuerda la ferocidad del dios Marte, símbolo de la guerra, al vencer a los Gigantes, batalla en la que Marte no mostró piedad ni misericordia. Marte jamás dejó de hacer patente sus capacidades de aniquilación de los demás en su realidad material y en su cultura. Aunque Marte fue transformación del griego Arés sólo adquirió empuje y grandeza en la Roma republicana e imperial, donde fue visto de manera muy distinta, agrega Ménard, "al tipo de Palas, mucho más conforme al genio griego. En efecto, Palas es la inteligencia guerrera, en tanto Marte no es más que la personificación de la carnicería. Hábido de matar, a Marte no le preocupa saber de qué lado está la justicia y aspira sólo a llevar adelante furiosas y destructivas acciones".
Igual que el actual presidente estadunidense en las pantallas de televisión, tranquilo al hablar de las matanzas que han realizado sus tropas en Medio Oriente, Marte aparece siempre en actitud reposada en las estatuas y relieves antiguos que lo representan, consideraciones todas que nos llevan a una pregunta ineludible, Ƒpor qué la por muchos motivos admirada patria de los hombres que redactaron en Filadelfia hacia 1776 y 1787 la Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, así como el acta de emancipación de los esclavos en la patria de Washington, proclamada por Abraham Lincoln (primero de enero de 1863), se convertiría con el tiempo en la administración que hoy reproduce las cualidades que distinguieron al dios Marte, negando con los genocidios el valor de la poesía y la sabiduría del hombre?
La respuesta es a la vez sencilla y complicada. Quien toma la decisión de abrir un comercio comprando mercancías, vendiéndolas a cambio de dinero para comprar otras, cambiarlas y así sucesivamente, o bien quien invierte su patrimonio en artefactos que le permitan elaborar bienes, enajenarlos por un precio para volver a invertir en nuevos procesos productivos, quien hace todo esto tiene un propósito: obtener ganancias para, en primer lugar, subsistir con su familia, y por otro, aumentar la riqueza, o sea, acumular el capital de su empresa, resultando que la ley esencial, sine qua non del acto mercantil o fabril es la acumulación del capital, puesto que si no se logra la empresa quebrará, reflejando tan sencillo ejemplo lo que pasa a nivel general con el capitalismo. La historia recoge en sus anales los hechos indudables, aunque por ahora nos limitaremos al caso del capitalismo fabril.
Los hechos ocurrieron entre la segunda parte del siglo xvii y las postrimerías del xviii. La llamada revolución industrial inglesa (1750-1850), con sus máquinas y ferrocarriles, tonificó a una nueva clase de hombres ricos que pronto relevó en el poder político a las clases nobles y sus monarquías absolutas. Los nuevos ricos llamados burgueses porque fueron acunados en los burgos renacentistas, forman desde entonces los estratos que necesitan a toda costa aumentar sus ganancias, acumular sus capitales y garantizar así la existencia de las empresas; y para esto, así lo señalaron desde el principio, sustituyeron a los reyes personeros de las aristocracias, por gobernantes "democráticos" que hicieran posible la satisfacción de los intereses industriales.
Aunque es innecesario insistir, lo haremos para resaltar la verdad de las cosas. Ni el antiguo régimen de sangre azul podía remplazar sin un gobierno monárquico que manejara el poder político en su favor, ni el nuevo régimen capitalista puede sobrevivir sin gobiernos que operen el poder político en beneficio de los señores del dinero. En consecuencia, poder económico y poder político son dos caras del dios Jano de nuestro tiempo: por un lado mira sus arcas repletas de oro y plata; por otro, contempla el mañana para que los tesoros se multipliquen sin importar medios para conseguir fines, al estilo de Marte y Maquiavelo.
Eso sucedió en Estados Unidos. La burguesía alcanzó niveles mayúsculos en las tierras americanas porque se desarrolló sin los tropezones, obstáculos y dificultades creadas por una nobleza europea que hizo todo lo posible para conservar el poder en el antiguo continente. Libre de tales problemas, el Tío Sam se expandió del Atlántico al Pacífico, impuso el panamericanismo opresivo al sur del Bravo y hasta la Tierra del Fuego, golpeó a los disidentes con el big stick y la diplomacia del dólar de Teodoro Roosevelt y William Taft (1901-13), montados en la doctrina Monroe (1823), ocupó naciones con sus ejércitos cada vez que lo consideró necesario, y ahora consolida la dependencia latinoamericana imponiendo gobiernos mandatarios en cada nación, con excepción de Cuba. Estados Unidos se enriqueció en las pasadas guerras mundiales, sin sufrir daño alguno en su territorio, centuplicó sus capitales, los ha invertido en el planeta, ha logrado su dominio militar luego de la caída del socialismo soviético (1991), y sobresale frente a los otros poderes capitalistas de Europa y Asia, incluida Rusia, allegándose los recursos económicos del mundo para implantar en este siglo xxi un supremo poder global unilateral.
Y todo sucede porque el capitalismo estadunidense tiene la urgencia objetiva de incrementar sus ganancias, acumular sus capitales, alcanzar economías de escala a nivel universal e imponer la verdad única de las multinacionales estadunidenses, que repiten hasta la saciedad sus altos personeros burócratas de la Casa Blanca. ƑCon el poder moral de la humanidad podremos detener al Marte de nuestro siglo?
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