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México D.F. Jueves 15 de mayo de 2003
MIGRACION: NI UN MUERTO MAS
La
muerte por asfixia de casi una veintena de migrantes indocumentados en
la localidad texana de Victoria constituye un recordatorio trágico
e imperioso sobre las prioridades de la política exterior mexicana
y sobre la tarea principal del actual gobierno en el ámbito de las
relaciones bilaterales con Estados Unidos: lograr que ese país reconozca
las necesidades de mano de obra de su economía, despenalice la migración
y otorgue un estatuto legal a los mexicanos que trabajan en su territorio.
Es pertinente enfatizar que los fallecidos en el contenedor
de un tráiler abandonado son víctimas de la estrategia estadunidense
de perseguir a los indocumentados con el propósito de abaratar el
suministro de fuerza de trabajo para la agricultura, la industria y los
servicios y obtener, de esa forma, ventajas competitivas ante las naciones
asiáticas y europeas; que los mexicanos y latinoamericanos que fueron
encontrados vivos o muertos en el vehículo no son delincuentes,
sino trabajadores, y que las condiciones de peligro mortal en que se internan
en territorio estadunidense, así como las agresiones, maltratos
y humillaciones de que son víctimas una vez que se encuentran en
el país vecino, representan masivas, graves e inaceptables violaciones
a los derechos humanos.
Es inadmisible que, en tales circunstancias, las autoridades
nacionales pretendan adoptar la agenda de Washington en materia de combate
a las organizaciones terroristas y de pretendidas obsesiones por la seguridad
nacional. La brutalidad criminal con que las autoridades estadunidenses
persiguen a nuestros connacionales que cruzan la frontera constituye, para
los mexicanos, un riesgo de muerte mucho más claro y concreto que
las nebulosas tramas del terrorismo internacional y las fábulas
de Washington sobre armas de destrucción masiva en manos de gobiernos
supuestamente dispuestos a usarlas.
Si el gobierno de George W. Bush se empeña en buscar
a sus enemigos entre las fantasmagóricas organizaciones fundamentalistas
o en presuntas conjuras para fabricar armas atómicas en países
remotos, México no tiene por qué hacerle compañía.
Nuestros enemigos más visibles no son ésos, sino las disposiciones
estadunidenses que ilegalizan a los mexicanos y latinoamericanos migrantes,
así como los dispositivos de persecución y acoso que los
conducen a la muerte. El objetivo central, principal e irrenunciable de
la diplomacia nacional debe ser, por consiguiente, impedir que mueran más
mexicanos asfixiados en contenedores, insolados y deshidratados en el desierto
o atropellados en las autopistas del sur del país vecino. Ni uno
más.
EL TANGO DE MENEM
Una
vez que se dio cuenta de la inevitabilidad de su derrota ante el candidato
Néstor Kirchner, y siempre dispuesto a causar el mayor daño
posible a su país y a la institucionalidad argentina, el inefable
Carlos Saúl Menem optó por retirarse de la segunda vuelta
electoral que estaba prevista para el próximo domingo. De esa forma,
el dos veces gobernante provocó suspiros de alivio en Argentina,
en Latinoamérica y en el mundo, pero dejó al ahora presidente
electo Kirchner sin posibilidad de llegar al cargo con el respaldo de una
mayoría absoluta.
La asombrosa falta de escrúpulos del ex presidente
peronista se corresponde en magnitud con el repudio a su figura entre los
electores argentinos, los cuales, según los sondeos, no le habrían
proporcionado en la segunda vuelta muchos más votos de los que obtuvo
en la primera y habrían, en cambio, votado en masa por un candidato
relativamente anodino y desconocido -Kirchner- así fuera sólo
para evitarse un tercer mandato menemista. Pero, ante la deserción
de Menem, la legislación concede automáticamente la primera
magistratura a su rival, el cual se verá obligado a asumirla -el
próximo 25 de mayo- con sólo 22 por ciento de los sufragios
que obtuvo en la elección pasada.
Néstor Kirchner será, pues, por principio,
un presidente débil, que es lo que menos necesita Argentina en la
circunstancia actual, y su gobierno tendrá que salir adelante sin
más respaldo que su propia eficacia. De ella dependerá que
Kirchner consiga o no consolidar y estabilizar la institucionalidad presidencial
y sacar al país del marasmo en que se encuentra. Por el bien de
los argentinos y de los latinoamericanos, cabe esperar que lo consiga.
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